Hace apenas unos días Piero volvió a aparecer en los medios argentinos. No con el espacio y la frecuencia que eran habituales en las décadas del 70 y el 80, cuando su carrera musical tuvo mayor repercusión, pero la noticia de su candidatura política como diputado del Partido Democrático italiano le sirvió también para advertir en público que tiene unos cuantos planes relacionados con sus intereses artísticos: por lo pronto, la edición local de América, un disco de 2016 (fue lanzado originalmente en Colombia) en el que participan invitados de lujo como León Gieco, Víctor Heredia y Aterciopelados. Y para apoyarla, una serie de conciertos que, espera él, funcionen como el que hizo a mediados de febrero en Pehuen-Có (provincia de Buenos Aires), al aire libre y ante diez mil personas.
“Yo soy un agradecido. Me puso muy feliz compartir esa noche con toda esta gente que vino al concierto de Pehuen-Có. Eso me da más fuerzas”, asegura Piero, cuyo tema más emblemático es, no caben dudas, el muy popular Mi viejo, un favorito del papa Francisco. “Con mi familia, estuvimos con el Papa no hace mucho –cuenta el cantante, que editó cerca de cuarenta discos y vendió cinco millones de copias a lo largo de su extensa trayectoria–. Fuimos a una de esas citas abiertas que propone, donde consuela a enfermos y bendice a gente que se va a casar. Y cuando me vio me dijo: ‘Piero, ¡qué gusto encontrarte! Tu canción Mi viejo me marcó la vida porque me unió mucho más a mi padre, nos hizo más amigos’. Yo hice un montón de canciones, pero la verdad es que esa me trajo muchas alegrías. Pasé a ser parte de muchas familias con ese tema”.
—Usted hizo muchas canciones de protesta también: “Que se vayan ellos”, “Para el pueblo lo que es del pueblo”, “Las cosas que pasan”. ¿No cree que hoy está desprestigiada la canción con contenido social?
—Me parece que se quemó, como muchas otras cosas. Pienso en los piquetes, por ejemplo. Si hay uno por día, la gente empieza a cansarse, pierde efectividad la protesta. Cuando yo estaba en esa, no eran muchos los que se animaban. Estamos en otra época, yo diría que hay que dejar la protesta y dedicarse a la propuesta.
—¿Cómo ve este momento de la Argentina?
—No lo veo bien al país. Nos estamos peleando todo el día inútilmente. Así no llegamos ni a la esquina. Si no nos sentamos y vemos qué queremos hacer, no vamos a ningún lado. Sin una unidad mínima es imposible avanzar. Hay que hacer un gran pacto nacional, como los de La Moncloa en España a fines de los 70. En mi rol de embajador de la paz y buena voluntad yo trabajé con esa convicción. Respaldé el plebiscito por la paz de 2016 y acompañé el proceso de implementación del acuerdo entre el gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC. Y apoyo el diálogo actual con el ELN.
—¿Cómo recuerda hoy la etapa de la última dictadura militar en Argentina? Buena parte de la sociedad argentina, entre ellos muchos artistas, la pasó muy mal.
—Fue una época difícil. A mí me prohibieron y hubo amenazas de bomba en mis conciertos. Recuerdo que estábamos por hacer dos Obras y tuvimos que suspenderlos “por una orden de arriba”. Hubo que devolverle la plata a la gente, fue un lío. Después nos vimos con el almirante Massera y me dijo: “Pero pibe, ¿cómo vas a hacer dos recitales de cinco mil personas cada uno? Andá más despacito... Máximo, mil personas por recital”. Y apareció Alejandro Romay para ayudarme. Me dio el teatro El Nacional y pudimos hacer cuatro funciones a sala llena. Pero había rumores, miedo. Era muy jodido.
Politicas culturales
No le fue nada bien al PD, el partido que postulaba a Piero Antonio Franco de Benedictis (nacido en Gallipoli, Italia, en 1945) para diputado en el Parlamento italiano. El líder de ese espacio político de centroizquierda, Matteo Renzi, fue el gran derrotado de las elecciones del domingo 4 de marzo y abandonó su cargo de secretario general del partido.
Piero admite que la política está muy desacreditada en todo el mundo (“Es algo contaminado en todos lados”, sintetiza), pero también cree en “la necesidad de trabajar para reivindicarla”.
En junio de 1998, Piero asumió como subsecretario de Cultura de la provincia de Buenos Aires, designado por el gobernador en aquel momento, Eduardo Duhalde. Y hoy defiende a capa y espada su gestión, en algún momento salpicada por una denuncia de malversación de fondos que terminó prescribiendo en 2012. “Hicimos cosas ‘fenómenas’ –remarca–. En la medida en que te dejan trabajar, se puede. Yo le dije de entrada que no me interesaba subirme a un palco, que quería trabajar para la gente. Tuvimos un presupuesto generoso y logramos hacer planes y programas muy lindos para fomentar el trabajo, la autonomía, las sociedades, todo lo que suma en una comunidad”.