Dio su primer paso frente a cámaras, en “Jugate Conmigo”, con un único objetivo: pasar más tiempo al lado de su mamá. “Esa fue la excusa. Quería compartir más momentos con ella”, repetía Romina Yan cada vez que le preguntaban acerca de sus comienzos en la televisión. Siendo apenas una adolescente, decidió alternar el secundario con las largas jornadas de grabación del éxito que conducía Cris Morena, sólo para recuperar algo que le era propio: el tiempo de sus padres. Esa lógica fue la que marcaría su vida, cimentada en la sana obsesión de cuidar a sus tres hijos, Franco (10), Valentín (7) y Azul (4).
Pasaron personajes, éxitos, reconocimientos, aplausos y, sin embargo, todo eso se desvanecía, delante de su prioridad: sus tres ángeles. Cuando el martes 28, partió de forma inesperada, como si la muerte no supiera de justicia, sus fans, sus compañeros de trabajo, sus amigos, su esposo, Darío Giordano (36), su hermano Tomás (32) y sus padres, Gustavo Yankelevich y Cris, entendieron, a pesar del inmenso dolor, que su vida había trascendido el final a través de su propio y más querido legado: sus hijos.
La nota completa, en la última edición de la Revista Caras.