De pie sobre el escenario del Centro Cultural Konex, mientras sostenía el galardón homónimo de brillante por su trabajo durante la última década, al calor de los aplausos de Norma Aleandro –presidenta del jurado–, Ricardo Darín llegó a un punto de inflexión en su carrera.
El actor que se hizo a sí mismo, que no tuvo formación institucional en lo que ama –aunque por lo bajo admite que tiene otra asignatura pendiente, la escritura, y posee una idea que no lo deja en paz para plasmar sobre el papel–, recibió un premio que le otorga prestigio a una carrera cimentada en talento innato, carisma y popularidad. Y humildad, pieza clave si se desea comprender su itinerario.
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