“Vos leías en la revista Pelo que Led Zeppelín estaba grabando en una isla, en Grecia. Entonces te preguntabas ¿Y nosotros qué somos? ¿Boludos al viento?”. La comparación del legendario Luis Alberto Spinetta vale más que mil explicaciones para describir lo que significó el surgimiento del no menos mítico estudio de grabación Del Cielito. Los testimonios de los músicos que cantaron la historia del rock lo confirman. Sus grabaciones y discos, también.
“´Del Cielito´ acercó la idea de que acá también se podía estar en un lugar alucinante, pasándola bien y grabando música. Era el paraíso porque el lugar en sí te llevaba fuera de acá. Creo que sus características preponderantes eran la generosidad y la libertad”, agrega el “Flaco” desde las páginas de “El Cabildo del rock”, el nuevo trabajo de Candelaria Kristof.
Desde el título, Kristof plantea que el estudio de grabación fundado en 1980 por Gustavo Gauvry fue, sin dudas, el lugar donde el rock argentino forjó su independencia. Ubicado en Parque Leloir, su nombre podría dar lugar a ingeniosas y delirantes interpretaciones, pero la realidad es que obedece a la calle que se toma para llegar al lugar. “Me pareció un nombre muy musical”, señala su creador. “Para mí – agrega Gauvry - un estudio no tenía que ser una cueva en el centro de la ciudad cuando podía ser un lugar con luz, con aire libre, con familia metida en el medio, con chicos, con amigos, con asados: un lugar donde pudieras grabar en un clima de distensión”.
Los insólitos problemas de los comienzos se convirtieron, al paso de los años, en una divertida sucesión de anécdotas. “Gauvry y David Lebón habían comprado una grabadora. Y bueno… intentaron grabar, pero las máquinas de grabar no andan solas. O sea, el micrófono va a una consola y de la consola vas al grabador, no es un radiograbador hogareño. Y resultaba que los monos enchufaban todo y no andaba”, recuerda el guitarrista Héctor Starc, uno de los entrevistados por la autora.
El “arrorró” de Charly. Después de un ensayo de Serú Girán, Charly García decide quedarse a dormir en la casa de Gauvry. Como el living estaba lleno de instrumentos, le armaron una cama en el cuarto de Violeta, la beba de un año y medio.
A la mañana siguiente, mientras desayunaban, Charly comenta como al descuido:
- Che, anoche se despertó la nena
- ¿Y qué hiciste?, le pregunta Gauvry
- Nada, le canté una canción y siguió durmiendo.
El tema en cuestión siempre fue un misterio… uno de los tantos de Charly.
Lebón fue uno de los primeros en formar parte de la aventura e, incluso, muchos creyeron que era uno de los dueños del estudio. “Sucedió lo que soñamos – afirma el músico -. Acá pasaron muchísimas cosas porque este lugar estaba abierto las veinticuatro horas. Se componía, se tocaba, se grababa. Luis (Spinetta) venía, prendía las luces y se ponía a dibujar. No estábamos tan enfocados en lo comercial sino a favor de la música”.
Del Cielito fue pionero, allá por 1981, de las grabaciones en vivo. El primero fue un recital de Susana Rinaldi, luego hicieron el festival Prima Rock en Ezeiza y, en marzo del ´82, grabaron cinco de los 14 shows que Mercedes Sosa realizó en el Teatro Opera. También inmortalizaron la despedida de Serú Girán y de ahí salió “No llores por mí, Argentina”, un disco impresionante que hizo historia, aunque para Gauvry “ fue demasiado retocado en estudio”.
En aquellos años, casi todos los discos se llamaban “en Argentina” porque se acababa de terminar la Guerra de Malvinas y volvían numerosos músicos que habían estado exiliados durante la dictadura: Piero, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, el Cuarteto Zupay, Víctor Heredia, León Greco, Mercedes Sosa y Milton Nascimento, festivales como el Rosariazo y grupos como el chileno Los Jaivas, integraron aquella lista.
Andá a lavar los platos, Pappo. Lebón le había prevenido a Gauvry que si lo llamaba Pappo para grabar lo rechazara porque era medio “jodido”. “Bardea, puede llegar a ponerse violento”, le advirtió. Cuando lo llamó Vitico para trabajar juntos no pudo decirle que no. “Es un laburo, no me puedo dar el lujo de perderlo. Además, estuve con cada delirante en mi vida…”, se justificó. Todo iba bien hasta que, en plena grabación, interrumpe Pappo:
- Che, tengo un hambre espantoso. Voy a preparar unas pizzas.
- Hay un problema, la tapa del horno tiene el vidrio térmico roto, le contesta Gauvry.
- Dejame que yo te lo soluciono.
Enseguida, revuelve los trastos de la cocina hasta encontrar una fuerte ovalada de acero que encaja justo en el agujero. Un rato más tarde devoran las pizzas amasadas por el Carpo. “El temible muchacho del heavy metal y las cadenas incluso lavó los platos, dejando todo impecable”, recuerda Gauvry.
En 1984, Del Cielito también formó parte de la epopeya de León Gieco, “De Ushuaia a La Quiaca”. Héctor Starc cuenta que Gauvry estaba buscando un asistente y cuando le contó para qué era, no dudó en ofrecerse él mismo. Al principio, se negó a que Starc, con toda su experiencia, se sumara al equipo con una tarea tan sencilla como juntar cables. Pero finalmente lo hizo. “De esa manera pude conocer todo el Norte, que no me acuerdo nada porque nos chupábamos hasta el pis que hacíamos”, recuerda (¿o no recuerda?) Starc.
“Gustavo (Gauvry) es un deforme, es atípico, es poético, es folklórico, es kitsch. Aprovecha todo y no se ata a una sola forma, es libre en su pensamiento. Y el disco De Ushuaia a La Quiaca que grabamos ahí en el Cielito fue totalmente revolucionario para la época porque hicimos un disco tecno…¡pero de folklore!”, cuenta León Gieco.
El crecimiento del estudio derivó, casi inevitablemente, en la creación de la productora independiente Del Cielito Records. Uno de los primeros grupos de esta nueva etapa fueron Los Ratones Paranoicos, a quienes Gauvry había “descubierto” en el ´82 cuando vio una pintada en un paredón de la Escuela de Mecánica de la Armada. Mucho tiempo después, supo que aquel nombre era el de un grupo de jóvenes prometedores que terminarían tocando junto a los Rolling Stones. “Fueron muchos años – sostiene Juanse - de trabajar con los mejores artistas, no sólo del país. Porque creo que Spinetta es uno de los más grandes artistas del mundo de la música”.
Deudores incobrables. En 1991, Gustavo Cordera y la Bersuit Vergarabat grabaron dos canciones en el Cielito para el disco que salió al año siguiente. “Como dato significativo, no le pagamos a Gauvry. Lo estafamos. Durante muchos años, él trató de cobrarnos, pero le decíamos que no le podíamos pagar porque nos iba a traer mala suerte, iba a traer un aura negativa en nuestras carreras. Cada vez que nos encontrábamos, nos miraba mal. Después, en el ´93, vinimos a hacer otros dos temas (20 millones y Tuyú) y…decidió cobrarnos por adelantado. No quería seguir mirándonos mal”, evoca Cordera.
Los Piojos fue otro de los grupos que formaron parte de esta primera etapa de la productora. Como lo hicieron Spinetta, Charly, el Indio Solari, Gieco y otros grandes, se “instalaban” en Del Cielito hasta que terminaban toda su producción. Aunque a decir verdad, algunos también ofrecían servicios “adicionales”, como Andrés Ciro que se encargaba de fumigar el estudio y todas las instalaciones cada vez que Gauvry se lo pedía.
Para el Indio Solari, Del Cielito “es el estudio más mítico que hay en la Argentina. No sólo por la gente que desfiló, sino por el tiempo, el carácter que ha tenido”. ¿Alguna anécdota? “Cuando vos estás muy subido a las mantecas de la cultura rock, es fácil tener anécdotas. Lo difícil es tenerlas cuando…qué se yo, cuando laburás en el puerto”, responde fiel a su estilo.
La tercera etapa comienza cuando Gauvry decide desprenderse de la leyenda que había creado. “Estaba muy cansado. Aparte, la música desde hacía algunos años también estaba en crisis por el tema de la piratería, de internet. De modo que decidí venderlo y bueno, apareció Bersuit”, explica.
Primero, Gustavo Cordera y sus músicos compraron sólo el estudio, pero en un segundo paso adquirieron todo. “Después – agrega Gauvry - me acercaron la propuesta de encargarme del estudio, como lo había hecho siempre. Ocuparme de los clientes, de los técnicos, de los horarios, de organizar las grabaciones, arreglar las cosas que se rompen, en una palabra, de ser el manager del estudio”.
La llegada de la Bersuit permitió que sobreviviera el espíritu Del Cielito y, quizás, que el estudio y productora de Parque Leloir no se convirtiera en una quinta o emprendimiento urbano. En palabras del “pelado” Cordera, “Gustavo Gauvry es el líder espiritual de este lugar…Y no pasa por el tema de la posesión, la posesión es absolutamente estúpida porque cuando nosotros nos vayamos de este mundo esto no va a ser nuestro. Pero lo importante es que siga funcionando el alma de lo que esto fue, el sueño por el cual fue concebido: hacer música, ser una fábrica de música en la Argentina”.