ESPECTACULOS
Entrevista

Diego Capusotto: “La comedia necesita un poco de crueldad”

El actor y artista estrena Las corredoras, el nuevo film de Néstor Montalbano donde interpreta cuatro personajes. Habla sobre su forma de percibir lo popular. Reflexiona sobre el avance en la soberanía nacional del gobierno de Javier Milei.

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Mirada. El actor siempre explora universos que lo convierten en un artista de valor popular. | GZA. NACHO LUNADEI

Las corredoras llega a las salas argentinas en poco tiempo. Es la nueva película de Néstor Montalbano, un nombre fundamental a la hora de entender la comedia argentina y muchos de sus caminos de los últimos años. Desde su trabajo en Cha Cha Cha y Todo x 2 pesos, además de films como Soy tu aventura, Pájaros volando, No llores por mí, Inglaterra y Por un puñado de pelos, Montalbano ha compartido muchos rincones de su mundo lúdico con Diego Capusotto, uno de los grandes comediantes populares que quedan. En este caso, Capusotto comparte la pantalla con Carola Reyna, Alejandra Flechner, Norman Briski, Alejandro Müller, Eduardo Calvo, Pablo Mansilla y Gento Montalbano. Es el mismo Capusotto quien anticipa antes del estreno: “En el film hay que resolver un crimen. Creo que es una película que atraviesa cierta comedia negra, tiene melodrama en algunos personajes, que podrían haber salido de Manuel Puig. Hay algo de eso que está entrecruzado y que difiere de las otras películas de Néstor, donde había un lenguaje humorístico más directo y más direccionado a lograr el efecto gracioso. Esta incursiona por otros lugares, donde requiere una tensión mucho más activa a lo que dicen los personajes y a cómo se va a resolver este problema. Hay algo que puede abordar eso, que puede parecer al principio una película de terror, pero eso se va diluyendo, y se va anclando en otro género. Por ahí va la cosa”.

Y suma: “El cine nacional tiene algunas posibilidades de que pueda tener un resultado económico. Me parece que se hace por puro deseo el cine nacional. Hay una necesidad, y ahí se convoca el deseo, en eso de contar. La nuestra pertenece a eso, al deseo de Néstor y de la guionista Marcela Potente de hacer algo. En principio, siempre el deseo, arrancamos de ahí en un momento de una crisis que está agravada. No voy a sectorizar mi mirada en la cultura por ser actor. No solo la cultura está en crisis: el trabajo, el futuro, muchas más cosas. El del Gobierno es un ajuste que cae en las capas medias y en los más necesitados. Una agenda que no se reparó en el gobierno anterior: la pobreza, la inseguridad, la inflación, y que ahora este gobierno no tiene ninguna intención de anclar ahí. Ni mucho menos. Es un gobierno de las corporaciones. Son los maestros de la distracción. Y por otro lado, otra cosa también grave tiene que ver con la entrega de la soberanía. No veo que se hable mucho de eso tampoco. Frente a eso, el panorama es un tanto desolador”.

Volviendo a Las corredoras, Capusotto cuenta: “Tuve que corporizarme en cuatro personajes, todo afín a la historia. No para mostrar que puedo hacer cuatro personajes o cambiar el ropaje. Fue en función de la historia, este personaje va mimetizándose, metiéndose en diferentes seres, que me obligaron a darle el tono a cada uno. Fue un incentivo que me arrancó cuando Néstor me convoca para la película. Uno se define actor cuando dos o tres meses antes del rodaje está obsesionado con algo. Me hicieron entrar en una que yo tengo conocida, porque lo que hacemos con Pedro Saborido es ir de un personaje al otro. Muchos de ellos son los mismos con otro ropaje, otros son diferentes. Es un procedimiento que estoy acostumbrado a hacer. Pero acá no había comedia, es otro registro más ligado a una historia lineal que a un personaje que va a durar diez minutos, hay elementos de la emocionalidad de los personajes que difieren del género y del modo de hacer que hago en la comicidad. Eso me pareció muy interesante”. 

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—¿Qué sentís define el trabajo que hacés (esta película u otras cosas) con Néstor Montalbano? ¿Dónde ves que nace la afinidad en común que poseen a la hora de contar?

—Cuando estábamos en Todo x 2 pesos o Cha Cha Cha teníamos lugares comunes que compartimos a la hora de las ideas. En las últimas películas de Néstor yo soy parte de un deseo que nace, en el caso de Las corredoras, de él y de su mujer, Marcela Potente. Desde ya que lo que me convoca no es solo la amistad con Néstor, sino su sentido estético, el riesgo que tiene, que toma, en sus cuentos. Ahí me prendo, algunas veces no, y otras sí, y depende cuánto me convoque o no. Pero hay un deseo en Néstor siempre que tiene que ver con cómo contagia, siempre ha sido así; nunca hemos tenido un trabajo donde nos sentamos a ver qué sale, sino que hay algo que en este caso le sale a Néstor y lo comparte, y yo decido viajar con él. 

—¿Qué sentís define a la comedia hoy en Argentina, en general?

—Considerando lo que dije hablando de la macropolítica en el país, la comedia debería responder a eso. Si nos vamos a reír en términos individuales y a contar lo que nos pasa en la cola de un supermercado chino o de los amores tóxicos, y no abordamos lo macro que nos sucede, que le sucede a mucha gente, la comedia se está quedando con una pata corta. Puede implicar paralelos a la situación. La comedia en el fondo es ofender a los que nos ofenden. Siempre nos reímos de la tragedia, nunca de lo que sale bien. Y nunca de lo que le contamos a un amigo. La comedia puede convertirse en eso. Si le contás un anecdotario a un amigo, de manera graciosa, puede resonar. La comedia que vaya por donde quiera no es para mí. Lo nuestro siempre acompañó los procesos políticos y sociales, y la angustia humana, que no necesariamente tiene que ver con la político, sino con el simple hecho de existir. Siempre hay una escena que no es buena, que es un poco angustiante, y a partir de eso uno empieza a liberar esa angustia, a convertir la vida en otra cosa donde todo puede estar permitido. O que tengamos que negociar menos cosas por otro lado. Y donde las decisiones sean determinantes: eso lo permiten la comedia y su locura; si no hay locura, hay simpatía, otra cosa. No hay nada más feo que que te digan que sos simpático y no cómico. Si vamos a reírnos, que sea con un poco de crueldad, ¿no? Es lo único que entiendo como resistencia hoy, uno cuando hace humor no dice hacer resistencia, una cosa es hacer y otra cosa es hablar de humor. Siempre el lugar más puro del humorista es cuando está haciendo humor. 

—¿Qué descubriste haciendo “El lado C”, que tiene shows el 11 de mayo en Bahía Blanca y el 22 de junio en el Auditorio Belgrano? 

—Me ha permitido volver a un escenario que a mí me gusta, el teatro, y al estar con la gente. La verdad es que prefiero tener ese ida y vuelta que manifestar algo en redes, que no tengo y que ni me interesa tener. Ahí encuentro un lugar amoroso y en mis mejores condiciones.

—¿Qué implica para vos ser un artista popular?

—Cuando algo viaja solo, y atraviesa diferentes sectores sociales, y cada uno de esos sectores se apropia de eso que está dicho, y también lo hace personal, cuando no se pone de gueto lo que uno dice, no se sectoriza, cuando no es para un grupito de reunión, y empieza a generar distintas emociones en gente hasta disímil de uno, me parece que eso define lo popular. Ya no masivo, porque ese lenguaje instala algo en el otro. Lo masivo tiene que ver con estar en un medio y decir boludeces, y ya con eso te alcanza. Lo que digo es que si no decís boludeces, y decís cosas que pueden atravesar a diferentes personas de distintos lugares, eso puede convertirse en algo popular siempre, y creo que tiene que ver con lo sensible, y no solamente lo que te pasa a vos. La identificación no es forzada, sino que hay algo ahí que te hace ir de una idea a otra, de una escena a otra. Eso pasa con distintas clases sociales con las cosas que hemos hecho. A cada uno le circula como le circula. Yo no sé cómo le circula a la gente.