ESPECTACULOS
Juan Diego Botto

Dios, Mao y Pinochet

Hijo de una prestigiosa directora y de un actor desaparecido durante la dictadura, a los 27 años ha filmado con algunos de los mejores directores contemporáneos, desde Ridley Scott hasta Adolfo Aristarain. En el Recoleta, estrenó El privilegio de ser perro, su primera obra como autor y director.

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AUTOR. Pas de la actuacin a la direccin de su propia obra. | Cedoc
Saluda a la española, con dos besos en la mejilla, pero a veces se le escapa algún argentinismo, como cuando dice “vieja” refiriéndose a su madre, Cristina Rota, actriz y directora argentina, radicada desde hace mucho en España, y del actor Diego Botto, desaparecido durante la dictadura militar. Vive en Madrid con su pareja, una reportera de guerra.
 
Su primera obra como autor y director, El privilegio de ser perro, se hizo un lugar en la Sala Villa del Centro Cultural Recoleta (Junín 1930).

Juan Diego Botto (27) explica el porqué del extraño título. “ Cuando vivía en Nueva York, estando en el Central Park vi cómo un vagabundo maltrataba a su perro. La gente se enojó y le dio una paliza muy fuerte a ese hombre. Me llamó la atención que nadie saliera a defenderlo, como sí habían hecho con el animal. De ahí viene la ironía del título. A esto se suma cómo ellos mean en un lugar y así lo hacen suyo, marcando su territorio. A los seres humanos nos es mucho más complejo delimitar nuestro espacio.”
 
—¿Cómo fue el paso de actor a dramaturgo?
—Accidentalmente. Tenía más necesidad de dirigir que de escribir. Gracias al actor Vando Villamil conocí Definitivamente adiós, el monólogo de Roberto Cossa y sentí la necesidad de incluirlo en mi espectáculo. Fue el mejor punto de partida, recordar la llegada de los españoles republicanos que se refugiaron en Argentina.
 
—¿Por qué elegiste la dirección?
Dirigir me pareció lo más divertido y gratificante del mundo. Es lo más parecido a ser Dios. Tenés un montón de fantasías y la gente te las hace realidad. Decís “quiero un vestuario verde...” y salen a conseguirlo. Mi profesión de actor me gusta por la posibilidad de contar y transmitir historias al espectador. Aunque llega un momento en que uno quiere contar su propio tema, y a su manera.
 
—¿Cómo te sentís cuando tu madre te dirige?
—Es más exigente que cualquier otro director y muy difícil de engañar.
 
—En el espectáculo actúa tu primo Alejandro, tu hermana María intervino en el vestuario y lo estrenaste en el teatro de tu madre... ¿Todo en familia?
—Durante muchos años, mi madre y mis hermanas fueron todo. Mi familia es fundamental. Mi primer recuerdo más nítido, cuando tenía cuatro años, es el viaje en avión que nos llevó a Madrid. Corríamos por el largo pasillo y vomité en ese espacio inmenso.
 
—¿Español o argentino?
—No tengo un gran sentimiento patrio, ni por España, ni por Argentina. La esquina donde besaste por primera vez a una chica, el bar donde te emborrachaste con tus amigos, la escuela donde estudiaste: todo hace a tu ciudad. Esto es lo que siento por Madrid.
 
—¿Militás políticamente?
—Estuve afiliado durante muchos años a un partido de tendencia maoísta, pero ya me separé. Hoy mantengo afinidades y diferencias. Cada vez que lo siento oportuno salgo a la calle, sobre todo contra la guerra y a favor de los juicios contra los militares. Soy un ciudadano que cuando lo siente se expresa.
 
—¿Viste por televisión los funerales de Pinochet?
—Lamento que se haya ido sin responderle a la Justicia por todos sus crímenes. No hay que olvidar que se fue de Londres, donde una corte internacional lo había declarado culpable. En España también queda gente que recuerda a Franco como al salvador de la patria, o en Alemania los neonazis. Fascistas hay en todas partes. Tal vez con un poco de cultura aprendan. 
 
—Hay una placa que homenajea a tu padre en el IUNA (Instituto Universitario Nacional del Arte) junto a otros actores desaparecidos. ¿Estuviste cuando la colocaron?
—Sí. Para mí, los símbolos son importantes. Sobre todo para aquellos a quienes sólo nos quedó la victoria simbólica y no tenemos un lugar donde llorar a nuestros padres.
 
—¿Te relacionás con muchos argentinos en España?
—Los que estamos en Madrid nos conocemos todos, pero mi madre nunca quiso que sólo nos relacionáramos con nuestros compatriotas. Mi mejor amigo es Ernesto (Alterio), aunque converso también con Leonardo Sbaraglia, Federico Luppi y Miguel Angel Solá. Por suerte, Miguel está mejor, hay que esperar tal vez un año para que lo operen.
 
—¿Proyectos a futuro?
—Estoy terminando otra obra de teatro, sobre la necesidad o no de un arte comprometido, titulada La última noche de la peste. Intenté hacer una comedia, aunque no sé si la gente se va a reír. Sueño con dirigir Hamlet, de Shakespeare, pero para hacerlo deberé engañar a mucha gente.
 
Literaturas del exilio.  “Estamos aquí –subraya Botto– por iniciativa del Ministerio de Asuntos Exteriores de España, dentro de un programa más amplio. Nos hace mucha ilusión estrenar en Buenos Aires. La calidad de los actores argentinos es soberbia. Hay mucha variedad de temas, profundidad y estilos. Tienen ganas de experimentar y probar, algo que no se encuentra en ninguna parte del mundo, sin olvidar la cantidad de propuestas que hay”.

El programa titulado Literaturas del exilio comprende otras artes. Los días 19, 20 y 21 de este mes habrá espacio para la danza, hasta el 11 de febrero de 2007 se podrá asistir a una importante exposición y los amantes del cine tendrán su cita desde el 24 hasta el 28 de enero, siempre en el Centro Cultural Recoleta (Junín 1930). También el 19 y 20 de este mes será la hora de los seminarios sobreFiguras del exilio, en la Biblioteca Nacional (Agüero 2502). Muchas de estas actividades son con entrada libre y gratuita.