Sábado por la tarde; llegan puntuales la actriz, Erica Rivas, y la directora, Marilú Marini, ambas además adaptadoras y productoras del espectáculo Mátate, amor, en una sala ubicada en el barrio de Chacarita (Santos 4040). La novela con el mismo título, de Ariana Harwicz, se transformó en unipersonal y significa la segunda puesta en escena en Argentina de Marini (N de R.: la primera se repuso en el Cervantes, Escritor fracasado). Es el segundo unipersonal que afronta Erica Rivas, ya que en 2001 interpretó textos de la poeta uruguaya Marosa di Giorgio, con el título Estoy maldita.
“La adaptación la hicimos entre las tres –inicia Marini–, la autora nos aclaró su punto de vista de cómo se trasladaba del lenguaje literario al teatral. Después con Erica trabajamos para que pudiera ser escuchado y entendido. El texto es tan rico e ilumina tantas esferas que en un relato teatral debe haber una línea, para que el espectador no se pierda”.
—¿Cómo se inició el proyecto?
Rivas: Hace cuatro años me convocó una productora, en ese momento era la única novela de Ariana y acepté. Después de un tiempo me enteré de que habían llamado a otra intérprete. Me dolió porque el material me había movilizado. Por suerte no siguió aquel proyecto, y me escribió la autora porque quería conocerme. Vive en Francia, en un pequeño pueblo de la región de Burdeos, lejos de un centro urbano. Fue a estudiar literatura comparada en la Sorbona y decidió quedarse allí, hace 12 años. Ella me buscó y me avisó que los derechos estaban liberados. Mientras yo filmaba el documental que estoy haciendo sobre Marilú junto a Marcela Balza, ella me vio preocupada y se propuso como directora.
Marini: Con suma inconsciencia me propuse. Quise leer el material para ver si también tenía empatía. Me pareció algo necesario de decir, sobre todo pensando que lo emitiría Erica, que emana una femineidad importante. Siento que es más movilizante que este texto con tanta violencia y honestidad fuera encarnado por ella.
—Ambas usaron la palabra “necesario”: ¿por qué este espectáculo lo sería?
M: Encuentra un lugar de reflexión para hombres y mujeres. Es sobre algo que no sabemos qué forma tiene. Tenemos que hacer el camino para descifrar. Ella está planteando la búsqueda de ser, así, con mayúscula. Estaría Un cuarto propio, de Virginia Woolf, o dónde va Nora al final de Casa de muñecas: todas esas mujeres piden un espacio para ser. O Santa Teresa de Avila al fundar conventos donde las novicias aprendieran a leer y escribir… o Simone de Beauvoir con su literatura. Cada una, a su manera, buscó salir del marco. Hoy nos estamos intuyendo. Creo que esta obra plantea este corrimiento de márgenes, que permitirá reflexionar y transitar este camino. No creo que el teatro deba ser pedagógico. Sí catártico, y para que esto ocurra no debe haber solemnidad sino amor, locura, pasión, entender lo que uno dice, pero no por lo racional sino por el cuerpo.
—Todo el tiempo se intuye la locura…
R: Ayer hablábamos sobre cómo la locura está siempre ligada a lo femenino, desde el comienzo del psicoanálisis. Se nos cataloga como locas. Como actriz pienso cómo serían esas histéricas, cuyos maridos las engañaban, que no podían leer ni escribir. Habría que pensar de qué locura hablamos. Usamos parámetros, pero cada día el límite entre lo sano e insano se corre. Más cuando aparece una mujer desesperada que no encaja en lo que tiene que ser. Me parece importante volver a pensar qué es una mujer loca. Dejé la carrera de psicología cuando empecé las prácticas en el Moyano. Estudié cuatro años, me faltaban dos. Vi que las encerraban por soledad y me hizo pensar en toda la teoría. Hablamos del Edipo… ¿y nosotras? Por eso siento, como Marilú, que hay que pensar y habitar otros espacios, como los legales, los psiquiátricos o los museos. Está pasando ahora, y de alguna manera también se plantea en esta historia. Es una mujer con un hijo, pero le puede pasar a cualquiera. La protagonista se anima a decir y correr esos límites. Es violenta pero consigo misma.
—Hay varios espectáculos en la actual cartelera gestados e integrados solo por mujeres… ¿creen que hay una necesidad?
R: Siempre hubo un pensamiento de dividir para reinar. Durante mucho tiempo se dijo que nosotras nos peleábamos. Hubo muchas mujeres en la historia, como la Condesa Sangrienta, María Antonieta, algunas terribles, otras olvidadas, pero que nos han empujado a ser como somos ahora. Nos dieron la libertad.
M: Nos abrieron puertas. En la lectura de Medea, es la traición de un hombre lo que engendra la tragedia, mata a sus hijos por amor.
—¿Qué posición tienen frente a la ley de despenalización del aborto?
R: La ley del matrimonio igualitario no tocaba las clases sociales, esta sí. Lo decía el Dr. Favaloro: las que tienen dinero se lo hacen, después irán a la iglesia a pedir perdón, pero las pobres mueren.
M: Me pregunto: ¿cuándo se van a separar la Iglesia y el Estado argentino?
Futuros cercanos y anhelados
Marilú Marini se va a hacer temporada a Francia en abril de El día de una soñadora (y otros momentos), de Copi, que ya hizo aquí en el Cervantes. Desde mayo hasta junio integrará en París el elenco de El pájaro verde, del italiano Carlo Gozzi, con puesta en escena y escenografía de Laurent Pelly. “A mi regreso –anticipa– haremos una obra sobre Santa Teresa de Avila con texto de Santiago Loza e Inés Garland, con dirección de Alejandro Tantanian y asesoramiento de Hugo Mujica. Vamos a trabajar sobre la mística profana, para septiembre, en el Cervantes. Esta es una herencia que recibí de Roberto Villanueva, fue él quien me hizo leer sus textos. Nosotros estábamos preparando Las bacantes para hacerla en el Instituto Di Tella, y a causa de este espectáculo estuve presa 25 días en la cárcel de mujeres de la calle Humberto I”.
Mientras, Erica Rivas señala: “Filmé el año pasado Bruja, un thriller de Marcelo Páez Cubells, con Leticia Bredice, Pablo Rago y Rita Cortese; espero que se estrene en agosto. Para octubre filmaremos con Marilú Marini el guión de Los sonámbulos, de Paula Hernández. Hay algo de la actriz que perjudica si contás mucho de tu vida. Todo lo que puedo decir acota el sentido de quien mirará lo que hago, por eso me guardo. Quiero ser distintas personas, y para eso necesito que no me reconozcan. No me gusta, y me cuesta estar expuesta. No me molesta que sigan pasando Casados con hijos porque es una manera de estar en la televisión. Me encanta hacer comedias, pero no me llegan, los guiones que me presentan son muy machistas, atrasan la mirada sobre las mujeres”.
“El humor exige una maestría, una inteligencia, y es delicado encontrar un texto así. Es más difícil que un drama. En esta sociedad es más importante sentir dolor que felicidad, tal vez porque esta es más irreverente”, concluye Marilú Marini.