ESPECTACULOS
Abel Pintos

“El amor es una corriente que nos da vida”

Cantante y compositor, su voz y sus canciones traspasaron las fronteras de nuestro país. Ahora junto a otros intérpretes presenta su último disco al cumplir veinticinco años de éxitos populares y de conciertos.

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Lanzamiento. El artista acaba de publicar “El amor de mi vida”, un saludo a sus años en la industria. Colaboran en el mismo Lali Espósito, Yotuel de Cuba y la enorme Beatriz Luengo de España. | GZA. GUIDO ADLER

Acaba de ser nominado para los Premios Gardel que se entregarán el 23 de julio. Es Abel Pintos. Y está difundiendo su último álbum: El amor de mi vida. De las quince canciones algunas fueron creadas junto a otros cantantes como nuestra Lali Espósito, Yotuel de Cuba y Beatriz Luengo de España. Además suma la presentación de su nuevo video: De mí, contigo junto al grupo mexicano Camila (Mario Domm y Pablo Hurtado), con quienes también compuso un tema. Se lo podrá escuchar en diferentes plataformas musicales y también comprar de manera física. 

Confiesa: “Lo inicié en mayo del 2019 y la última canción la escribí en marzo del 2021. En el medio estuvo la pandemia. Originariamente había compuesto un disco que se iba a titular Las caras de la buena suerte. Decidimos suspenderlo. Estábamos muy movilizados por la situación universal, más el embarazo de mi mujer y empecé a escribir temas nuevos. Así surgió la última canción que le dio título al trabajo”.  

—Te iniciaste en el folklore: ¿por qué cambiaste? 

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—Fue un recorrido bastante natural. El momento bisagra fue cuando empecé a escribir mis propias canciones. Mis primeros tres discos fueron sólo como intérprete, donde uno respeta al autor y a la versión original. Cuando empecé a componer, ya no tenía límites y empezaron a evidenciarse las influencias, tanto del rock como del pop. No fue una decisión consciente. A mis dieciocho años me encontré escribiendo mis primeros temas. 

—Una canción tuya, “Cien años”, fue la cortina musical de la novela “Argentina, Tierra de amor y venganza”. ¿Cómo surgió?

—Me llamó Adrián Suar para que me sumara a este proyecto. Me subrayó que era uno de los más ambiciosos de su carrera, porque iba a ser una súper producción. Lo noté muy ilusionado y quise acompañarlo, me contagió. Pero en ese momento estaba por viajar para grabar en Los Ángeles. Le dije que no podía escribir algo especialmente, pero le propuse enviarle algunos de los temas que iba a hacer allí, a ver si le gustaba. Le mandé cuatro y Suar eligió Cien años. Me subrayó que parecía escrita para esa novela. 

—Tus videos en los últimos años fueron dirigidos por Agustina Tafet. Algunos muestran lugares devastados: ¿por qué usaron esa estética?

—Ella me dirigió en tres videos desde el 2019: El Hechizo, Piedra Libre y este último. Cuido o estoy atento a que haya coherencia entre lo que canto y lo que se ve. No busco ser moderno, ni curioso, lo que más me interesa es que se corresponda con el mensaje de la canción. Antes había trabajado con Pablo Faro a quien admiro y quiero mucho. Fue con él con quien filmé Cien años en Epecuén. Buscamos un ámbito que fuera despojado e impactante y esa era una ciudad en ruinas.

—¿Cómo fue volver a brindar recitales en el mes de febrero? 

—Fue muy emocionante y conmovedor. El sentimiento colectivo era de una enorme emoción. El público no sólo volvía a un concierto de un artista, sino que había decidido salir de su casa. Tal vez se encontraba con alguien y retornaba a la música en vivo, muy distinta a cualquier tipo de reproductor. Además del recital percibía que éramos muchos los que revivíamos esta experiencia grupal. Reconfirmé la suerte y el privilegio que tengo por el público que me acompaña. Siempre fue solidario y respetuoso no solo hacia mí, sino también hacia el evento y los otros. Por eso mi disco grabado en vivo en River se llama La familia. Todo el protocolo fue respetado, desde el momento de comprar la entrada hasta para entrar y salir. Fue cuidarse y cuidar la posibilidad de seguir haciéndolo.

—En tus comienzos te ayudó Raúl Lavié ¿seguirás ese ejemplo de apoyo?

—Estoy empezando a construir un espacio para producir a distintos artistas, que quiero y admiro mucho. Algunos de ellos tienen un largo recorrido, como Fabricio Rodríguez, de Villa María, Córdoba, quien tiene más de veinte años con la música. O Sebastián Garay de Mendoza y personas como Joaquín de Bahía a quien conozco desde sus doce años. Ahora juntos empezamos a armar sus primeros pasos. 

—Ninguno es porteño. ¿Crees que Buenos Aires sigue siendo el eje?

—No creo que hoy sea así. Los tiempos y las comunicaciones cambiaron mucho, se descentralizó. Internet es global y consiguió que se haya abierto más el juego. Hoy para un artista de una provincia no es tan difícil como en otros años hacerse notar. Ahora con una canción que suba a Internet se pone al mismo nivel que los ídolos que tenga. En poco tiempo cambió mucho.

—¿Te enfrentó esta pandemia con algunas preguntas? 

—No me tocó de cerca. Nadie de mi familia murió de coronavirus, pero siento que la muerte se nos puso frente a los ojos a todos. Hoy estamos experimentando distintos temores y aprendiendo a convivir con ellos.

—¿El amor es el gran remedio a todos esto?

—El amor es la raíz de todo lo inherente al ser humano. Con este álbum, cuando me encontré en mi casa en la cuarentena más estricta con mi familia hice un ejercicio de retrospección. Vi que todos los días de mi vida el amor se representa en distintas personas. Al advertirlo lo moví al primer plano y me sentí un agradecido con Dios. 

—¿Lo antagónico al amor sería el odio?

—No creo que haya un polo negativo. El amor es una corriente que nos da vida. El odio es la imposibilidad de amor y de verse reflejado en el otro. No me parece que está a la altura del amor.

—¿Sos un hombre de fe?

—Fui bautizado en la religión católica, apostólica y romana. Llevo tatuado el Sagrado Corazón de Jesús porque creo en su palabra y en lo que nos legó. No soy ortodoxo. 

—¿Te psicoanalizaste?

—Si en distintas etapas y ahora mismo estoy psicoanalizándome.

—¿Es cierto que estudiarás psicología?

—Este año retomé los estudios secundarios, es parte de un cierre de ciclo personal. La primera materia que me tocó dar en el colegio a distancia fue psicología. Empecé a descubrir que me interesa mucho y decidí que una vez que termine voy a seguir a nivel universitario.

—¿Te imaginás frente a un paciente?

—Si. Me parece muy interesante el lugar de ayuda y soporte al ser humano. Por medio del psicoanálisis conocí un tipo de contención muy admirable. 

—¿Cómo hiciste para no marearte en estos 25 años con tanta popularidad?

—No puedo asegurar que nunca me haya sentido mareado o confundido. (Se ríe) De hecho si alguien alcanza altos niveles de popularidad o exposición y no se confunde debe ser un ser de otro planeta. Nuestra estructura psicoanalítica no está preparada para esto. La gente ve una parte o una versión de uno, mientras que nosotros convivimos con todas. Reconozco que la contención emocional que recibí, siempre me ayudó a mantenerme bastante estable emocionalmente frente a semejante movilización.

 

Su lugar en el mundo

Desde la capital del Chaco, Abel Pintos confiesa: “Decidí vivir en Resistencia. Nuestro hogar está aquí. La familia de mi compañera es de esta ciudad y la mía se encuentra en distintas partes, por eso quisimos que nuestros hijos tengan cerca una familia. La elección del nombre de Agustín fue muy natural. Estábamos conversando con mi mujer, Mora Calabrese, y nos llevó cinco minutos ponernos de acuerdo. Decidimos ponerle sólo un nombre con los dos apellidos: Pintos Calabrese”. 

Continúa: “Me cuesta aún acostumbrarme a los calores singulares de esta región. Mi relación es con el lugar y con su ritmo. Todo resulta una sorpresa. Un día desde la radio un vecino había avisado de la existencia de un aguará guazú herido. Descubrí que hay un equipo de veterinarios y salieron a buscarlo para ayudarlo. Después mostraron cómo lo curaron y lo devolvieron a su lugar”. 

Recuerda con admiración y afecto a Mercedes Sosa. Asegura: “Me basaba mucho en su repertorio, fue mi inspiración. Lamento mucho no haber conocido a Alfredo Zitarrosa”. Con varios premios en su carrera dice: “Me gustaría ganar un Grammy. Algunos ambicionan el gringo, pero yo prefiero el Latino. Habla de la valoración de nuestra música. Tengo esa ilusión”. 

Finaliza: “Para mí las artes más cercanas después de la música eran la literatura y la pintura. Desde que vivo en Resistencia disfruto mucho de sus esculturas, porque las pude incorporar de una manera más natural. A veces uno cree que para disfrutar del arte hay que saber, pero lo importante es ver qué te provoca. Al verlas tan a diario empecé a ver lo que me producen”.