Alguna vez, en un Hollywood no tan, tan lejano, Keira Knightley era una extra del barroco-mentecato intento de George Lucas de revivir su franquicia, La guerra de las galaxias, y hoy, después de un retiro de casi dos años, es en la recientemente estrenada Anna Karenina, precisamente, Anna Karenina. “Me pasó en un instante”, asegura la alguna vez nominada al Oscar “que me di cuenta de que había empezado a los 17 años, que después de Piratas del Caribe estuve años sin hacer otra cosa que trabajar, y sentí que mi vida estaba dibujada en una especie de mapa. Y la sensación me pareció abominable. Fui muy exitosa de muy pequeña, lo cual te pone en un lugar muy extraño. Entonces, el éxito se te hace aterrador y es algo que sentís que no merecés, porque se corresponde con otro momento de tu vida”. No es la primera vez que se calza un personaje icónico de la literatura (ahí está la Elizabeth Bennet de Orgullo y prejuicio), pero Anna Karenina es uno más difícil: “Lo más terrorífico que me pasó enfrentándome al personaje, siendo ella, es que me di cuenta de que tranquilamente, si no te interesa ser humano, podés acusarla. Pero su lado oscuro, agresivo, el daño que hace a su marido y su hijo por abandonarlos, puede leerse, seguro, como manipulación. Pero se hace muy difícil juzgarla. Porque eso es lo que, queramos o no, hacemos todos. Me fue muy difícil juzgar a Anna Karenina porque incluso en sus peores momentos no podía pensar si yo reaccionaría de una forma distinta”.
Pero ¿ha ella alguna vez sido Anna Karenina en sus actitudes? “Cuando en 2007 estuve a punto de abandonar la actuación, no pensé en mucha gente que quizás dependía de mí. Pero no ahora, ya no. Amo mi trabajo, pero no voy a sacrificar tiempo con mis amigos, o mi novio, o mi familia. En ese momento, cuando sentí que iba a dejarlo, la idea que reinaba era: tengo sólo una vida, y tengo que vivirla lo más que pueda. Y descubrí que quería seguir siendo actriz, pero cuidando mi mundo”.
¿Y en el amor? “El amor es una forma de locura, y me sigue siendo inexplicable. Si uno lo sintió, sabe es así. Cualquier forma de amor, por más sentido que tenga, se me hace extrañísima. Es verdad que ahora tengo 27 años; por ende, el amor ha perdido determinadas nociones románticas que uno tiene de joven. Antes que la sensación de todo-el-amor-del-mundo-contra-todos, me fascina más porque no podemos olvidar el amor, porque vive tanto entre nosotros, porque volvemos a él incluso cuando sabemos que puede, y quizás hasta debe, salir mal. Lo que no queremos es estar solos, y a veces, otras no, el amor es lo que acompaña esa necesidad”.
Parte de aquel retiro tuvo que ver con que Knightley había sido acusada de tener anorexia, y a pesar de que ganó el juicio contra el medio que hizo circular la mentira, “es la parte que tuve que aprender a manejar, saber dónde poner la mano para que no invadan mi mundo. Cuando me tomé mi año sabático, quise ir a Coachella, al festival de música, y una vez ahí me rodearon, sin que me lo esperara, cientos de paparazzi y tuvieron que meterme en un trailer. No va a pasarme nunca, pero nunca más.”
Un cine teatral
Anna Karenina de Joe Wright tiene algo que ninguna de las adaptaciones previas tenía: Wright ha dotado la película de una particularidad única, que es el escenario teatral –cuyo costo es de 35 millones de euros–, donde casi toda la película se desarrolla. Knightley habla ese particular juego teatral-cinematográfico de Wright: “Nunca me dijo que iba a hacerlo de esa forma. Claro que me dijo que iba a ser teatral, y la idea final apareció cerca del final. El tema es que en una primera instancia íbamos a ir a hacer la típica película de época a Rusia, pero apareció el presupuesto final, y ahí empezaron los problemas. Hubo que repensar la película. Es un problema conseguir dinero para filmar un film adulto en estos días. No hay lugar para la épica adulta. Por ende, Wright tuvo que recurrir al recurso de la puesta en escena teatral”. Claro que el truco de Wright va más allá de la mera puesta en escena teatral: es un impactante juego de formas, creador de escenas muy impactantes. “Es cierto. Cuando vi el resultado final, se me hizo demasiado bello. Obvio que tenía una idea, pero quien realmente sabía lo que estaba haciendo era Joe. Si no hubiera trabajado con él antes, habría estado aterrada, o habría salido corriendo.” Muchas veces, frente a la pregunta de si sus roles femeninos fuertes tienen que ver con el feminismo, ella, casi enojada, responde: “No quiero negar mi ser femenino, obvio, pero me enoja que elegir mujeres fuertes tenga que ser visto sólo bajo esa lupa. Tampoco es que soy una sometida mental. Hay un punto medio que sigue siendo igual de lúcido”.