Los plagiaron en todos lados. Incluso, en la Argentina. Pero siguen reivindicando su verdad: ser la primera, la original compañía de Teatro Negro de Praga, la que, en rigor se llama “Teatro de Luz Negra” (Black Light Theatre). Mantienen su propia tradición, pero este año es especial: el fundador Jirí Srnec le pasó la dirección a su hijo Jirí Aster Srnec. Por primera vez desde la fundación del grupo, en 1958, se avecinan cambios.
Como otros años, en 2013 el Teatro Negro de Praga realiza una extensa gira por la Argentina. Con el espectáculo Antología, estuvo en varias ciudades, entre ellas, Buenos Aires.
—¿Cómo nació el concepto de “teatro de luz negra”?
—Para evitar hacer el servicio militar obligatorio, mi papá logró entrar a una universidad: la academia teatral para titiriteros. En su último año de estudios, dirigió una performance con su clase. De casualidad, algunos actores tenían remeras y pantalones negros. Mientras ellos movían los títeres sobre un fondo negro, daba la impresión de que les faltaban partes del cuerpo. Ese fue el comienzo del teatro negro. Mi padre estaba sorprendido del efecto: experimentó con diferentes materiales, luces, colores… Fue un largo camino hasta que los actores se volvieron totalmente invisibles, y la utilería, muy brillante. El primer sketch puramente de teatro negro fue creado en 1958: se llamó La lavandería y lo seguimos haciendo.
—¿Cómo está tu padre actualmente? ¿En qué se parecen y diferencian?
—En agosto mi padre festejó sus 82 años. Está aún muy activo. Acaba de correr una maratón de 10 km y prepara el guión gráfico de varios proyectos. Pero no quiere viajar más; las giras lo agotan. Me llamo igual que mi padre, Jirí Srnec. Por eso en 2005 le pedí permiso a mi abuelo materno para usar su apellido. Mi padre es como una persona del Renacimiento, que hace de todo. En cambio, yo prefiero trabajar con más gente. Soy más productor y guía de diferentes géneros. Me gustaría hacer del apellido Srnec una marca de producciones de entretenimientos de calidad, sea en ballet o teatro negro.
—¿Qué les ha sucedido con los plagios a su trabajo?
—Hay que distinguir nuestro teatro de otros llamados Teatro de Luz Negra que pretenden ser nosotros, y destruyen nuestro trabajo y nuestro nombre. En nuestros comienzos, éramos el único teatro negro del mundo. Con la apertura económica de la República Checa, mi padre perdió su oportunidad y nunca creó una marca. Los turistas que venían a Checoslovaquia por millones pedían ver “el teatro negro de Praga”. En 2005 llegó a haber diez compañías diferentes diciendo que eran las originales. Incluso en la Argentina, un hombre de negocios aplicó para conseguir el nombre de marca Teatro Negro de Praga ¡y lo consiguió! Hasta ahora no encontramos un buen abogado en la Argentina que nos regrese el nombre por una suma razonable. Para algunas personas pareciera que el arte es sólo un negocio. Yo entiendo que el arte debe permitir ganar dinero, pero no puede ser sólo un negocio.