Una joven bandoneonista, un reconocido compositor, la idea de formar una orquesta típica y la curiosidad por rescatar los orígenes del tango para entender su actualidad son los ingredientes del último film, en tono de docuficción, del director Alejandro Saderman que se estrena mañana.
En "El Último bandoneón", Marina Gayotto es una muchacha que se gana la vida tocando su deteriorado bandoneón en colectivos y subtes hasta que decide presentarse en una audición convocada por el compositor Rodolfo Mederos para formar su nueva orquesta.
La historia comienza relatada con una voz en off en primera persona y de poco va corriendo el eje de la búsqueda del nuevo bandoneón –necesario para integrar la orquesta- a una búsqueda más profunda, la del tango como expresión musical en sí misma.
Marina emprende la impetuosa misión de encontrar un mítico Doble A, el Stradivarius de los bandoneones, y se enfrenta con distintos obstáculos, como la casi inexistencia de ejemplares de este tipo por la cantidad que son exportados a Japón, donde el tango es un suceso.
Su cometido se convierte en una travesía a través de antiguas lutherías, de los bailes de la ciudad, de los “maestros” de tango y, sobre todo, de las viejas glorias del bandoneón.
Pero mientras Marina integra los ensayos junto a la orquesta, Mederos avanza en su propia búsqueda y en su recorrido por las raíces de esta música.
La historia se convierte en una especie de “Buena vista” del tango, que tiene como excusa el transitar de Marina, y muestra algunos hallazgos como “el club de bandoneonistas de los sábados” que termina participando de un concierto junto a la Mederos y su orquesta.
“El último bandoneón” es el tercer film de Saderman, tras una vasta carrera como documentalista. En 1993 realiza para su compañía ASP su primer film de largometraje, “Golpes a mi puerta”, en 1998 produce y dirige “100 años de perdón”. En la actualidad prepara su próximo trabajo “Lejanías”.