La adaptación de libro Néstor, el presidente militante cargaba desde el inicio para mí no solo el hecho de la conversión, el cambio de lenguaje que amerita trasponer disciplinas, sino que junto a esto la disyuntiva de clasificar cuales de todas las instancias de un texto que porta datos biográficos pudiera sostener un espectáculo para que, desde mi manera de pensar y a la vez disfrutar el teatro, no se convirtiera en una “obra Wikipedia”, esa que te cuenta todo y no permite al espectador nada para poner de sí.
Desde el comienzo en la tarea de versionar hacia lo teatral supe que la síntesis de tantos hechos históricos a lograr y que se mencionan en el libro original se podía convertir en un espacio para las diferencias, para acuerdos y desacuerdos. Dados, claro, por un lado a causa de la figura del protagonista como así también preferencias y puntos de vista personales, recuerdos y subjetividades de los posibles espectadores. En esa selección intenté una combinación de datos, fechas y acontecimientos sobresalientes que a la vez permitieran un desarrollo facilitador en escenas y poder así dotar a la trama de emociones, intrigas y una cuota de humor.
Al respecto de esto último y desde una de la miradas posibles del personaje encontré que ciertos comportamientos que parten del aspecto del protagonista portaban característica propias del universo del clown: desde la máscara natural hasta un modo físico, propio de la tipología del clown “augusto”, que junto al rol de importancia de su función de mando, modalidad propia de la tipología “cara blanca”, es decir, el serio, el culto, el responsable y el que tiene el poder producía esa mixtura que suele ser de mi preferencia.
En cuanto al porqué de la elección, como sucede en mi trabajo autoral y de puesta en escena, no hay solo un punto de partida, una única motivación sino que a medida que avanza el intento se suman nuevos disparadores..
Entre los que motivaron este proyecto hubo uno vinculado a la toma de decisiones, desde lo genérico hasta lo particular, y otro que se desprende de las complejidades propias también de las personas y las circunstancias. Así hacer lugar a considerar que los posicionamientos, que tan convincentemente sostenemos, pueden ser factibles de variaciones, a sabiendas que afecta no más que lo propio hasta el entorno, me permitió el acertijo de cómo “deberá” ser cuando esas decisiones y sus efectos alcanzan a millones de personas
En el original, y en dichos propios del protagonista se señala: “…a veces para seguir un camino elegido se debe tomar por senderos distintos…”
El suceso teatral se nutre de los conflictos. En voz del personaje otra vez, y también en uno de sus tantos pareceres, dice: “…la política es conflicto, distribuir es conflicto y la negación del conflicto es statu quo”. Esta proximidad de lo conflictivo tanto en un ámbito como en otro aportó al desarrollo de la dramaturgia.
En pleno desarrollo de la escritura toma fuerza una visión novedosa y es lo de “lo torcido”. Este nuevo enfoque encuadró aún más lo que estaba desarrollando y ese mirar torcido, hablar torcido y de nariz torcida del personaje me condujo a lo que luego plasmó León Gieco cuando escribió la canción del espectáculo, sintetizando que Néstor “torció lo que estaba establecido”
Ya próximos al estreno las expectativas son idénticas a las que tuve con cada uno de los trabajos anteriores que decidí llevar adelante y son en primer lugar la de disfrutar al máximo con el equipo ese tiempo de compartir el aporte de sus talentos al proceso. También que el público espectador transite por diversas emociones, todas válidas, junto a una oportunidad más de reflexionar, de disfrutar de la intriga, la actuación y el resto de los componentes que hacen al espectáculo en su totalidad.
*Dramaturgo y director de Néstor, el presidente militante.