Hasta el próximo martes continúan las funciones de la ópera Fidelio, de Ludwig van Beethoven, con la batuta del chileno Francisco Rettig y una múltiple labor –dirección de escena, escenografía y vestuario– de Eugenio Zanetti, argentino mundialmente reconocido en el cine y el teatro. Sus creaciones han sido muy apreciadas en Hollywood: ganó el Oscar en 1995 por la escenografía de Restauración. Vivió en Estados Unidos, y hace un par de años inició su retorno a la Argentina, particularmente a su Córdoba natal, donde tiene un pequeño hotel en San Javier, Traslasierra.
—¿Qué destacaría de esta ópera?
—Es la única que escribió Beethoven y es un antecedente casi directo de la Novena sinfonía. A Beethoven le costó bastante, porque escribía para instrumentos, no para voces. Entonces, es muy compleja musicalmente. Desde el punto de vista de la historia, es muy moderna porque Leonore, una mujer que se hace pasar por hombre con el nombre de Fidelio para rescatar a su marido, encerrado prisión, es en realidad la primera mujer feminista en un mundo dominado por los hombres.
—¿Cómo es su relación con Estados Unidos? ¿Qué comparaciones surgen con respecto a la Argentina?
—Mi residencia es en Buenos Aires en este momento. Conservo mis lazos con Estados Unidos porque estuve veintipico de años. Me fui, como les pasa a artistas y científicos, por un conflicto para expresar la potencialidad artística, en la búsqueda de medios para expresarla. Trabajando en cine en Hollywood encontré un gran nivel de profesionalismo. Los sajones hacen las cosas de manera muy profesional y eficiente; a otros niveles necesitan una gran inyección de imaginación latina. Ese fue mi enganche: llevarles algo que necesitaban. Acá encuentro tolerancia, afecto, gente que hace enormes esfuerzos para ayudarme. La voluntad y el deseo no se encuentran tanto en otros lugares del mundo.
—¿Qué virtudes y defectos señalaría en el Teatro Colón?
—El Colón es uno de los pocos teatros del mundo que pueden hacer ópera; en los talleres del Colón hay una increíble labor que va más allá de lo necesario. [Pero] es muy difícil tener aggiornado un teatro de ópera, porque las opiniones sobre lo que es el aggiornamento varían continuamente con las modas.
—La labor de un escenógrafo, en cine y en ópera, ¿es reconocida?
—En Estados Unidos se llama dirección de arte. El escenógrafo crea el universo visual de una película: desde cómo entra la luz por la ventana, cómo es la ventana, hasta a qué se parece ese universo. Es un trabajo muy vasto, completamente ignorado.
—¿Y cómo describiría Hollywood?
—El cine es una industria y se rige por las leyes del mercado. Dentro de esa industria hay grandes creadores; a veces pueden hacer lo suyo, a veces no. Es una lucha para engañar, mentir, para ver si alguna de esas imágenes interiores que uno tiene ahí guardaditas pueden aparecer después en la pantalla. Pero ahora el cine americano no me divierte. Yo me crié con el cine europeo: Visconti, Antonioni, Fellini, a quien conocí, porque mi primer trabajo en cine fue en el equipo de Medea de Pasolini.
La política de acá y de allá
Eugenio Zanetti alterna entre la cautela y el acaloramiento a la hora de referirse a la actualidad política de la Argentina y de Estados Unidos: “Hay una enorme falta de comunicación. Se dice el texto pero no el subtexto. Todo el mundo me pide continuamente que yo defina si estoy con Pepito o con José. No estoy con ninguno, porque no me interesa lo que dicen. El subtexto no lo conozco ni de Macri ni del otro lado. Conozco discursos. Me crié en una familia de izquierda, así que nadie me puede vender estas pseudoizquierdas que han emergido con el kirchnerismo”. Ahora, sobre el ascenso de Donald Trump, Zanetti se inflama: “¡Ah! Un desastre universal. La absoluta locura de Estados Unidos está reflejada en Trump. Este señor es como si fuera un ayatolá de Irán. Esperemos que no acceda al poder”.