Si algo confirma que el país no es el que solía ser son los consumos mediáticos. Claro que es preferible condenar a los medios haciendo
como que el sensacionalismo es su imposición y no una elección de lasaudiencias. Aunque los estudios demuestren que los ciudadanos eligen los medios (como los políticos) que se les parecen.
Las audiencias usan los medios principalmente como conversación, y por eso terminan acomodándose en programas que pueden compartir. Así, el público resuelve el récord mundial de más de media docena de señales noticiosas que ostenta Argentina volcándose mayoritariamente a un par. Lo mismo pasa en la radio, donde la oferta de múltiples frecuencias no llega a fragmentar la demanda de los oyentes, cuya elección mayoritaria oscila año a año, como el humor social. Lo que algunos acusan como manipulación suele ser demagogia de mercado.
La opinión publicada suele desconcertarse con la elección popular en cuestiones de medios. Ocurre que la gente ilustrada, informada, dista del usuario de medios común y corriente, que delata en su consumo mediático el estándar educativo del país tanto o más que las pruebas internacionales. La preferencia por imágenes y comentarios livianos más que por información dura revela, antes que la decadencia del periodismo, el nivel conceptual que admite la sociedad.
Cuando se critica el sensacionalismo como estilo periodístico, se olvida que hay una sociedad que mayoritariamente elige una narrativa distendida, con temas de alto impacto contados desde la cercanía. El tono grave y la agenda del poder no son condición de periodismo serio, así como la calidad periodística no es incompatible con las narrativas del entretenimiento. Sobre todo si es el único excipiente con que una inmensa cantidad de ciudadanos puede digerir algo de información.
*Doctora en Comunicación. Analista de medios.