“Algunos sujetos permanecen anclados en el
paraíso infantil del amor ideal, donde la mirada es dirigida hacia una
mujer elevada, impoluta y etérea a la que se completa, concediéndole pureza y
admiración”, explica la licenciada en psicología
Bárbara Orbuch.
Para ella, “es en este cuadro de situación donde se posibilita el
despliegue del romanticismo y el amor cortés” del que tanto hacen gala los
conflictuados cantantes latinos de baladas.
Por supuesto que en la construcción de ese amor ideal la presencia –o ausencia- de la
madre es fundamental. Orbuch explica que “en este paraíso perdido, fundado en la imagen
sacralizada de lo femenino, es donde queda fijada la mirada, proporcionada por la
madre-santa, de los primeros cuidados y donde esta
unión perfecta e incondicional entre dos es determiante”.
Si bien por cuestiones totalmente diferentes, tanto la madre de Christian Castro como la de
Luis Miguel tienen una importancia vital, aún en sus vidas de adultos, pero por
cuestiones casi opuestas. En el primer caso, porque se trata nada menos que de la
diva más importante de México,
Verónica Castro. En el segundo, porque
Marcela Basteri, la madre del rey de los boleros modernos,
desapareció sin dejar rastros cuando el cantante era aún un niño.
Orbuch explica que ese amor primario, “
ese refugio de aquello perdido, ideal y fundante es aquello que se intenta
revivenciar”. Pero claro, no todos los amores son igual de incondicionales ni todas
las personas están dispuestas a vivir sólo en función del otro,
aunque ese otro sea el rey de la canción. Y es ahí cuando comienzan los problemas.
”Es este anclaje un ideal, basado en la reminiscencia y la fantasía lo que establecerá
un contrapunto con la configuración de los vínculos amorosos a posteriori, donde se instala otro
que tiene condiciones para amar y ser amado y que, además,
interpela, dialoga y desea; escenario del todo diferente donde se debe
actuar”, señala la licenciada.