Carola Reyna y Boy Olmi tienen, cada uno, su sello, su identidad y sus trayectorias. Pero también son, en la memoria de los espectadores, reconocidos como pareja. Juntos desde 1994, y juntos también durante esta cuarentena, En Casa Miento los aprovecha y los reúne en una obra. El proyecto de Nacho De Santis y Sebastián Suñé ofrece una función de teatro semanal (a $ 350), vía streaming, que se transmite los sábados a las 21 desde la casa de los actores, que la comparten. Sin romper la cuarentena, hay equipos integrados por Diego Gentile y Javier Marra; Tamara Garzón, Gustavo Pardi y Gustavo Garzón; Berenice Gandullo y Esteban Masturini. En cada mes, un capítulo teatral, de unos 30 minutos, presenta a algunos familiares de una pareja que se acaba de casar, quienes comentan el casamiento y ventilan conflictos familiares. El capítulo 1, “La ex, el colado y el ramo de la novia”, es llevado por Fernanda Metilli y Agustín Aristarán (Rada). El capítulo 2, “La madre, el tío y el vestido”, durante agosto, es el turno de Reyna y Olmi, quienes aquí, además de contar el proceso de trabajo, reflexionan sobre la actualidad y el amor.
—¿Cómo ha sido este proyecto y qué pueden adelantar de sus personajes?
OLMI: Esto va a ocurrir en la cocina de casa, que es un ámbito que nosotros queremos mucho y que visualmente ofrece muchas posibilidades. Allí se pondrán tres cámaras. Es algo experimental que iremos viendo a medida que suceda. Más que una obra de teatro es un experimento que tiene que ver con esa búsqueda en la que estamos todos, tratando de no añorar lo que había y utilizando las herramientas que tenemos para ver cómo llenar esa tecnología del alma, que es algo tan presente en el mundo del arte y los actores.
REYNA: En este momento, no vale la pena ponerse purista: si es teatro, si no es teatro. Basta. Frente a este piso enjabonado, agarrate de tu salvavidas. Nos mantiene vivos el deseo de probar, de interpretar. Por otro lado, más que nunca está a la vista el poder y la necesidad del hecho artístico: qué sería de nosotros en estos momentos si no tuviéramos las pantallas, las películas, las series, los libros, la música. Con respecto a nuestros personajes, nosotros somos Clara y Ernesto, somos hermanos y estamos volviendo a mi casa, después de un casamiento. Yo soy la madre de la novia, estoy separada, y él [Olmi] es mi hermano, que acaba de llegar al país después de veinte años que no estaba acá.
O: Es el reencuentro de estos dos hermanos después de un largo período sin verse.
—¿Cómo ha sido crear juntos esta pieza?
O: Tiene que ver con estar bajo un mismo techo casi sin salir a la vereda durante cuatro meses. Nosotros trabajamos juntos muy contadas veces. Con la pareja de uno, hay historias y conocimiento, pero después hay que despegarse un poco cuando vas a trabajar. Estamos revisando cómo poner a favor todo lo que tenemos, sin que se nos venga en contra.
R: [Entre risas] Ya pasar la cuarentena es un montón. Si pasamos bien esto, no sé. El fin del matrimonio y el éxito de la obra… no sé. Es como el futuro: todo es un poco incierto.
—A partir de esta obra, una comedia en el inicio de un matrimonio y la vida en pareja, ¿qué mirada tienen ustedes sobre este tema?
O: Más allá de cualquier formalidad vinculada con lo institucional, yo creo en el matrimonio en la medida en que es una expresión de deseo, de perdurabilidad de algo que ocurre cuando una pareja desea construir un espacio común, una familia, y encontrarse. El matrimonio es ese deseo de que eso se proyecte en el tiempo. Ahora, si es para toda la vida, si es por un rato, si es indisoluble, si hay que mantenerlo contra todo, no, no. Tanto Carola como yo hemos tenido más de un matrimonio, somos hijos de padres separados y divorciados y que han vuelto a formar familias. Cuando uno está con alguien, enamorado, con el deseo de compartir un techo y un proyecto, eso es tan lindo, que tiene ganas de que dure para siempre, que dure lo más posible.
R: Yo creo que el matrimonio te sucede… No estoy casada con la intencionalidad de la firma. Tengo una pata adentro y una pata afuera. Pero creo que estar más de 25 años con una persona te sucede y, si no es contra tu voluntad, ya es un hecho raro, infrecuente, moderno; para mí, moderno es punk. Es como pegar la vuelta, es como re cool. Tener una pareja hoy día, un compañero de vida, me parece sumamente valioso. Tanto amor líquido y tanta pantalla, teatro por internet… ¡¿Sabés el valor que va a tener ver a una persona de verdad parada frente a vos?! Conservar un amor a lo largo del tiempo va adquiriendo una especie de fuerza muy potente.
Los caminos de la profesión
—¿Cómo van combinando sus trabajos, algunos más volcados al entretenimiento, otros a una profundidad dramática?
R: Para mí, intentando estar cada vez más libre de todo. Básicamente, de tu propio crítico, de lo que tenés que demostrar. En las elecciones de trabajo, todo convive. El entretenimiento es fundamental, es muy válido. Hay que dejar de ver el mundo con la polaridad bueno-malo, día-noche, serio-poco serio, frívolo-profundo.
O: Por nuestra formación, por nuestra historia de vida, no discriminamos. Trato de ampliar el horizonte también en mi trabajo y mis actividades, con coherencia hacia mi propio ritmo interno. No veo mucha disociación entre cosas tan extremas como hacer un documental sobre la defensa del medio ambiente [Jane & Payne, de 2015, sobre los ecologistas Jane Goodall y Roger Payne] o bailar en lo de Tinelli [Olmi participó de “Bailando por un sueño” en 2006], como ejemplos aparentemente antitéticos. La televisión es un medio supercomercial, a veces de menor vuelo artístico que el teatro. Sin embargo, es una gran fuente de trabajo de mucha regularidad. Si no está reñido con nuestros principios y valores profundos, no hay contradicción para hacerlo.
—¿Qué expectativas tienen con la producción de ficciones en Argentina?
O: Lo que está en crisis es la economía del mundo; por lo tanto, toda industria cultural también pasa por una crisis. Estamos pasando por un momento muy bravo como profesionales, no solo los actores, sino gente de todas las artes.
R: Es un momento para tomar conciencia de la necesidad de apoyar a los artistas. Parece que los artistas somos todos unos locos que vivimos del aire, pero lo que hacemos es un alimento fundamental del alma, del espíritu, de la cabeza.