Tal vez para el director o los productores haya presiones, para el actor no”, dice Dolores Fonzi sobre ser una de las protagonistas de La cordillera, el film no animado más costoso de la historia de nuestro país. Menos tensiones hay si el que está al frente del elenco es Ricardo Darín. Es la cuarta vez que comparte trabajo con él, a quien conoce desde hace 15 años. “Es espectacular como compañero, ocupes el rol que ocupes. Si sos director o foquista, es igual. Todo el mundo lo ama y quiere tenerlo cerca. Ricardo es único. Hay tanto boludo, pedante e inseguro, que él es una lección de vida”, afirma del actor que será su padre y presidente argentino en la película que dirige Santiago Mitre, su novio desde que se conocieron en el film La patota.
La producción es cara no sólo por los apellidos que la componen. Las ocho semanas de rodaje entre Buenos Aires, Bariloche y Chile (Santiago y Valle Nevado), sumadas a un casting en diez países que formó un enorme elenco de toda Latinoamérica, España y Estados Unidos, más la vestuarista española Sonia Grande (que tiene en su currículum a Woody Allen y Pedro Almodóvar, entre otros) y la música del tres veces nominado al Oscar Alberto Iglesias, no podría dar como resultado una historia económica. De todas maneras, para Fonzi el dato no la desvela: “Es la película más grande de la historia del cine argentino. No es un desvarío, sino que cada año todo sale más caro, seguramente en breve habrá otra que supere a ésta”.
—¿Cómo se lleva tu personaje con el poder que tiene?
—Ella hereda poder, no es algo que elige. Es hija de un presidente y goza de la impunidad que eso trae. Tiene los beneficios y las desventajas que conllevan esa situación.
—¿Es impune a qué nivel?
—Cualquier persona hija de poderosos, sean empresarios o políticos, goza del poder que da el dinero. El poderío económico te convierte medio en un intocable, y ella es hija de un presidente. Puede hacer lo que se le antoje. Es de bajo perfil, se quedó en su pueblo natal, se casó con un chico de ahí y tiene dos hijos, pero es la hija de un presidente. No pasa inadvertida. También es una mujer vulnerable emocionalmente y eso afecta todo en la película. No es racional, es alguien que está en carne viva, frágil y peligrosa. Un mono con navaja.
—¿Miraste a hijas de presidentes para componer tu personaje?
—No puntualmente, por ahí algún rasgo del maquillaje o ver cómo se comportan las hijas de presidentes que uno conoce: puede ser Florencia Kirchner o las hijas de Obama. No me inspiré en ninguna en particular. Hice una mezcla que me parecía interesante probar y que Santiago quería.
—¿Qué te devuelve la actualidad del cine local?
—No hay cine nacional o extranjero, hay cine bueno o malo. Este año hice cuatro películas, todas son distintas y estoy muy cansada. Una fue en México, dos con directoras, una fue ópera prima, otra una superproducción (Nieve negra, también junto a Ricardo Darín) y ésta. Si estás contenta con el guión o el proceso creativo, no importa si es grande, chica o si te pone en problemas como actor o no tanto. Los equipos importan, lo que se pone ahí. Eso se traslada a todo. Después, hay películas buenas, directores medio pretenciosos que quieren imponerse a todo, donde el proceso creativo no es compartido…
—Lo opuesto a Santiago. Si alguien lo viera en un set y no le conociera la cara, le costaría señalar al director…
—Santiago es una persona tranquila, que disfruta el momento, que no está enajenado… Antes, la manera de romper era ser un loco transgresor al que se le perdonaba todo; hoy no puede existir todo eso. Ahora hay que ser y estar de una manera amable para todo el mundo, siempre conectado con tus ideas. Santiago escribió este guión que es una obra de arte, después la película también podrá serlo en función de eso.
—Hace rato que estás concentrada en el cine. ¿Le escapás a la TV?
—Hice La leona después de mucho tiempo sin hacer tele y creo que va a pasar mucho tiempo para que vuelva. Es muy demandante. La tele es oficina, es de 9 a 17, todos los días en un lugar. Es más ordenada, pero ocho meses estás al servicio de eso. No es que no me guste, pero una tira seguro que no voy a hacer ahora. Quiero ser dueña de mi tiempo. No es que trabajando en una película lo sea totalmente, pero no es lo mismo.
—¿Qué recuerdo te quedó de “La leona”?
—Fue un grupo humano excelente. En televisión, si eso no anda vas muerto. Tanto Nancy Dupláa como Pablo Echarri o Martín Seefeld son personas divinas que hoy veo y quiero. Me quedo con eso. Yo estaba muy absorbida y enajenada, fue un año que me tomó muy entera y eso no me gusta.
—Ese año hiciste “La patota” y tu Paulina fue muy reconocida. ¿Cuánto te cambió?
—Fue un personaje de una responsabilidad social de los que no suelen aparecer. Me educó muchísimo en cuestiones de género y violencia hacia las mujeres, en mi responsabilidad en la formación de mis hijos. Santiago, la película, el guión, la demanda y el desafío de rodar escenas con nueve páginas de guión y planos secuencia… Siento que fue un antes y un después. Es una frivolidad lo que voy a decir, pero tengo la chimenea llena de premios por La patota. Antes había hecho 15 películas que no tuvieron ese resultado.
—Casi a la par del estreno de “La patota” se produjo la primera marcha de Ni Una Menos. Con el tiempo que pasó, y las distintas movilizaciones, ¿sentís que cambió algo?
—Está candente el tema y está bueno que eso pase, de la manera que sea. Con polémicas, rechazos o fanatismos, todo está bien porque trae el tema a la mesa. Después nos ocuparemos como sociedad de ordenar esa situación. El otro día, en el cumpleaños de mi abuela, estaba con mis primos que son de clase media alta, casados, convencionales y se hablaba de esto. No son progres en mi familia, ¿eh? Yo soy como la oveja negra... Soy moderada, pero soy feminista. En realidad, creo que todos lo somos, no hay manera de que alguien no lo sea. El feminismo es igualdad de derechos entre personas de distinto sexo. ¿Quién puede estar en contra de eso?