Bobby Flores dirige, desde 2016, Nacional Rock (FM 93.7). También, conduce Mirá lo que te traje (viernes de 22 a 23, por AM 870), donde hace dupla con el ícono del éter, Héctor Larrea. En Maipú 555 tiene su oficina, escueta y sin lujos; desde allí describe lo que sí es un lujo, al menos para él: su nuevo programa, también inserto dentro del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos, bajo las decisiones de Hernán Lombardi. Se trata de Re, un ciclo que va de lunes a viernes de 23.30 a 24 y que sale por la TV Pública. Noticias de la música nacional e internacional –del rock, jazz, folclore–, acompañadas de una selección de videos, son relatadas por Flores, Trini López Rosende, Pipi Piazzolla y Camilo Carabajal: “Es un panorama, un muestrario de lo que está sucediendo en el mundo de la música –define–. En cuarenta años que llevo en el business, nunca se ha consumido tanta música como ahora. Cualquiera anda con un pendrive y lleva 2 mil canciones colgadas”.
—¿Seguís el rating, para ver cómo mide el nuevo programa?
—Acá no medimos nosotros. No me interesa. Las mediciones son para la gilada y los publicistas. Acá no buscamos rating; esto no es comercial; acá no hay negocio, no hay guita de por medio: los sueldos, nada más.
—¿Podés hacer este programa porque estás en un medio público que no se rige por el rating y la publicidad?
—Seguro, seguro. Comercialmente, el programa es un fracaso, igual que el canal. Vamos a contramano de la televisión que se usa, adrede. Acá nadie baila, ni concursa, no hay paneles, vértigo, luces, saltos, cámaras, drones.
—¿Cómo te ubicás a vos mismo como director de Nacional Rock?
—Esto es una gestión; no es un proyecto personal. [Pero] hace años estar en una función pública era un orgullo, y hoy es un desafío diario contra cosas que ni te esperás que existan. Acá adentro tengo personas que estaban ya en la gestión, sindicato, gremios. Y hay gente que por el solo hecho de que estás acá te dice cualquier cosa. En un medio público, estás expuesto a todo. Es un medio público que se hace con dinero de todos y todos tienen derecho a opinar.
—¿Te sentís asociado a la gestión del gobierno nacional?
—Yo no en lo personal, pero mientras estás en la gestión hay gente que asocia.
—¿Te lo han reprochado colegas del rock?
—Los que me conocen, no. Nadie que me conozca.
—¿Los rebeldes y contestatarios de décadas atrás se volvieron conservadores? ¿Pertenecés a una generación que se aplacó?
—Tengo 60 años: si yo me pongo a gritar y a patear las paredes como cuando tenía 27, me rompo una pierna. Eso lo tienen que hacer los pendejos. Yo ya hice mis cambios; instalamos muchas cosas en mi generación: formas de hacer teatro, de socializar, de usar la ropa; abolimos los relojes. La diferencia entre mi generación y los de ahora… es que nosotros teníamos muy claro quién era el enemigo. Hoy no se sabe muy bien de dónde viene, es más difuso, Cuando te acaricia el lomo, a veces no sabés quién es la persona.
Arte, economia y politica
—Desde Re, propiciás el alivio que puede ser conectar con la música, con el arte, frente a las tensiones de la vida cotidiana. ¿Cómo articulás esto con una Argentina convulsionada políticamente como la que vivimos hoy? ¿Cómo llevás esa combinación?
—La llevo como el orto. Pero trato de no aflojar. No voy a ver en la Argentina una muestra de Kandisnsky ni un show de Tom Waits. Ahora ni siquiera puedo juntar plata para ir a verlos afuera, pero sé que están… El arte está por sobre todo. Por encima de los partidos políticos y los partidos de fútbol.
—¿También al director de Nacional Rock le llegan los efectos de la inflación?
—Yo pertenezco a esa clase de funcionarios que llegan a la función pública y salen [de ella] más pobres. No tengo una casa quinta. Menos, una casa afuera. Hace dos años que no me tomo vacaciones. No tengo ni auto. Me lo robaron de la puerta de mi casa y no lo puedo reponer porque faltan unos papeles y el seguro tarda. Hace unos años desvalijaron mi casa [en 2014, en un asalto violento, en su casa en el barrio de Colegiales]. Sumado a esto: los sueldos de la función pública no son demasiado grandes.
—¿Qué expectativas te generan las próximas elecciones?
—Ya sobreviví a la dictadura, a la Triple A, a Onganía, a Perón, a Lanusse, a Menem, a la hiperinflación de Alfonsín, al desastre de De la Rúa… Que venga lo que venga, a ver cómo hago: soy argentino. No pongo esperanzas en la clase política y tampoco me desespera. En mi vida hay cosas mucho más importantes que eso.