ESPECTACULOS
‘lejano resplandor de la luna’

El recuerdo de otra guerra, todas las guerras

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Retorno. El musical de cámara que cuenta la historia de una miliciana gallega, interpretada por Ana María Cores, y con la dirección de Leonardo Nápoli y la música original de José Luis Castiñeira de Dios vuelve los domingos a las 20 horas desde el 8 de mayo en el teatro El Tinglado (Mario Bravo 948). | LEONARDO NAPOLI

La memoria, esa capacidad de los humanos de guardar historias, vivencias y saberes, consciente o inconsciente, a veces aflora, no siempre tranquila y serena. Puede que atormente, perturbe, traiga paz al espíritu, a través de las remembranzas. El ejercicio de recordar es pasarlo por el corazón, es decir por los sentires. La música, la narración oral, los aromas, los colores son como las vías de un ferrocarril que a toda velocidad nos conducen a un tiempo digno de ser recordado. Tal el caso de aquel niño que fui, asombrado por las historias que contaba Natividad Hernández, gallega de nacimiento y argentina por adopción. Supo contarme desde una abuela sus andanzas en la guerra española (1936-1939) como miliciana republicana que dieron lugar, a que muchos años después, fuera la alborada de la obra teatral musical Lejano resplandor de luna.

Cuando uno expone la historia ante quienes compartirán el camino de la creación, sabe que ya nada será un hecho individual. El arte escénico es una disciplina colectiva que convierte aquel recuerdo en una ficción. Los primeros momentos fueron con Lorena Lores, nacida en nuestro país, artista comprometida con la cultura gallega, a más de haber vivido dos décadas en Galicia, trajo las viejas leyendas, los paisajes y las costumbres. Aportó su conocimiento de la II República y se adentró en las primeras escenas. Después vinieron las palabras y por último las letras que le envié en borradores y que corrigió con el compositor musical. Hablando de composición musical, un párrafo especial para José Luis Castiñeira de Dios; si bien no es el primer trabajo juntos, es siempre un camino novedoso, fundante. Sólo basta decirle que pasa en una escena para que eso lo convierta en música. Descendiente de gallegos llegados al sur patagónico a principios del siglo XX guardó en lo más profundo de su ser creativo las andanzas de aquellos primeros migrantes que si bien no fundaron la patria, la llenaron de música, poemas y sabores. También un reconocimiento a los músicos convocados para la grabación. La coreografía de Mecha Fernández, el diseño de iluminación de Roberto Traferri, la escenografía, vestuario y dibujos de Silvia Bonel y el aporte de Fernando Silva en la realización de las imágenes, la labor de Gabriela Bernasconi en voces, en producción Fernanda Lores y la asistencia de Rocío Valin  completan el equipo que confirma lo antes dicho.

Creo que un director debe saber preservar la ideología del trabajo y persuadir al resto de esa mística con proa puesta al día del estreno. El paso de los años, convertidos en experiencias, otorga ciertas seguridades que trasvasan al gusto personal y da lugar a la creación junto al otro u otra.  Uno aporta una idea, pero la distancia entre esa idea y la acción – como dice el maestro Raúl Serrano- es tan grande como la de la Tierra a la Luna. El reggista debe poder sintetizar la creación del conjunto y con eso hacer un espectáculo. Por lo tanto, uno se convierte, sin desmerecimiento de la propia labor, en un coordinador con uso de la última palabra. 

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Ver y escuchar a los actores y actrices como Ana María Cores, Lorena Lores y Alejandro Vázquez llevar a sus personajes a lugares donde jamás uno los imaginó, es parte de un orgullo muy personal que casi se asemeja a la tarea cumplida. No fue fácil empardar momentos colectivos con experiencias y trayectorias disímiles. Por último, como dice nuestro personaje, “necesitaría parir mil juglares para que sólo uno pueda convertir en metáfora tanto dolor”, debieron pasar casi cuarenta años para que la circunstancia hiciera posible que aquella Natividad, llevada a la escena con el nombre de Isabel, se convierta con el aporte de todos y todas, en el argumento central de Lejano resplandor de luna. Si eso es cierto, desde algún lugar de la eternidad deberá sonreírme, convencida que no fueron en vano aquellas tardes de mate cocido y bizcochitos cuando me dejó asomar, aunque sea someramente, a una parte de su magnífica existencia. 

*Director de escena, dramaturgo y actor.