A comienzos de año, cuando Netflix lanzó El mecanismo, serie sobre el escándalo del Lava Jato en Brasil, Dilma Rousseff la tildó de “mentirosa”; el director, José Padilha le contestó que el problema era que ella “no sabe leer”. Asimismo, en otras declaraciones, él subrayó las licencias ficcionales de la serie –en la que los políticos son perfectamente reconocibles, solo que Lula es nombrado Joao Higino; Dilma, Janete Ruscov, y Temer, Samuel Thames– y aclaró que, en Brasil, la corrupción y la ineptitud se verifican en partidos tanto de derecha como de izquierda, por lo que Temer “también es corrupto e incapaz de dar un mejor gobierno que el de Dilma”.
Pero el director de proyectos como Narcos (también para Netflix) y de films como Tropa de élite y la poco festejada versión de Robocop, ahora no quiere centrarse en El mecanismo, sino en Rescate en Entebbe. En esta, su más reciente película, se reconstruye el secuestro del vuelo 139 de Air France, que en 1976 volaba de Tel Aviv a París y que dos alemanes y dos palestinos desviaron a Entebbe, Uganda. Durante una semana de tratativas, el primer ministro Yitzhak Rabin era partidario de negociar con los secuestradores y el ministro de Defensa, Shimon Peres, rechazaba todo diálogo. Mientras tanto, pasajeros y tripulantes temieron por sus vidas, hasta que las fuerzas israelíes realizaron un atrevido rescate. En él, liberaron a todos los civiles y murieron los secuestradores y un miembro de la operación armada, Yonatan Netanyahu, hermano mayor del futuro primer ministro, Benjamin.
—La película realiza una reconstrucción detallista de la época. A la vez, inserta fragmentos de una coreografía de 1990, de Ohad Naharin con la Batsheva Dance Company. ¿Cómo dialogan estas dos partes?
—Intercalo, en momentos claves del film, la interpretación de Echad Mi Yodea [canción basada en la Hagadá, texto de tradición oral hebrea]. Es una metáfora que muestra que Israel es un país con cultura, que no se reduce a los conflictos bélicos en la historia trágica de guerras recurrentes. Los bailarines, vestidos con ropas tradicionales, van despojándose de ellas, como un modo de señalar la necesidad de Israel de considerar las cosas desde fuera de la ortodoxia, único camino posible para llegar a un acuerdo con Palestina. Las ultraderechas de ambos países boicotearon los diferentes intentos de negociaciones entre ambas naciones, y ambas perdieron, como, por ejemplo, cuando el ministro Rabin negoció en Oslo una tregua y fue asesinado por un estudiante ortodoxo de ultraderecha.
—¿Qué intervención sobre la realidad hace la película, para convertirla en un relato?
—Hay muchas versiones sobre lo que aconteció durante esos siete días de 1976. Recurrí al libro de 2015 de Saul David [Operation Thunderbolt] y entrevisté a algunos de los rehenes. Utilicé referencias a las oficinas donde se reunía el gabinete israelí, la curia donde se tomaban las decisiones militares y la terminal aérea. El guionista Gregory Burke optó por contar la historia con una perspectiva, no basada en el punto de vista militar, sino en el político y religioso.
Barenboim y ‘Robocop’
—El enfoque de la temática de Rescate en Entebbe puede hacer pensar en las aspiraciones de Daniel Barenboim. ¿Lo conoce?
—Sí, lo conozco y agradezco su lucha. Es importante lo que hace, pero es muy difícil de lograr, porque lucha contra una tendencia política muy fuerte. Si miramos Estados Unidos, Trump se ha convertido en el protector de su país contra la inmigración y los delincuentes provenientes de otros países. Se define como el protector contra cierta clase de enemigo que serían los inmigrantes; sus votantes compraron esta idea. Y lo mismo se adecua a Israel. Los políticos israelíes como Netanyahu son exactamente iguales. Lo difícil es llegar a un entendimiento; hay que negociar los detalles, como quién deja la región. Es mucho más simple decir “los protejo del enemigo”. La propuesta de Barenboim es más difícil.
—En 2014, usted hizo una remake de Robocop. A partir de las repercusiones de su película, ¿cómo considera los éxitos y fracasos en su carrera?
—No pienso en mi carrera. El cine es una creación, un arte; trato de hacerlo en la forma en que más me gusta y que imagino para contar una historia. Esto no tiene nada que ver con que una película o una serie sea comercialmente exitosa, porque el éxito no depende de uno, sino de las distribuidoras cinematográficas, de otras películas que se estrenan al mismo tiempo. Yo solo hago mi trabajo.