Abuelos, padres, hijos y nietos; canillitas, académicos, mucamas y empresarios; de arriba y de abajo, izquierda y derecha; del Norte y el Sur, del centro y adentro: nacida para gustar, para todos y todas está pensada Incorregibles . Dirigida por Rodolfo Ledo, el lunes 5 comenzó la filmación de esta comedia de asaltos, rehenes, persecuciones y efectos especiales, protagonizada por Guillermo Francella y Dady Brieva, una dupla que, en principio, garantizaría comicidad, entretenimiento y muchas entradas vendidas.
Experimentado en el cine –desde El telo y la tele (Hugo Sofovich, 1985) participó en 20 producciones–, Francella lleva la batuta en las respuestas. Atento, rápido de reflejos, muy profesional, sabe de memoria que la pregunta que lo persigue es el bizantino dilema entre lo popular, la taquilla y el prestigio. “ Incorregibles es una comedia de acción con humor. Tiene identidad propia, tiene personalidad, es genuina, sincera y no es pretenciosa”, define. Para Brieva, la cuestión es más relajada, como si jugara de visitante: “ Hace muchos años había hecho una película con Jorge Polaco (Siempre es difícil volver a casa, 1992) y después dirigí la mía en San Luis (Pedile a San Antonio, en postproducción) así que en realidad, es mi primera vez”, confiesa el Midachi.
—¿A qué se refiere con “no pretenciosa”?
FRANCELLA: A que es auténtica, no tiene otro objetivo que gustarle al público, la siento masiva, muy popular, un género del que a veces se habla peyorativamente, y para mí es un motivo de orgullo que esté destinada al pueblo en general, no a un target determinado sino que puede enganchar a todos, sin límite de edad, sexo o nivel social.
—Los dos son muy populares y seguramente ese aspecto fue tenido en cuenta por los productores. ¿Es una presión más que se cumpla esa expectativa de taquilla?
BRIEVA.: Yo me presiono hasta jugando a los penales con mi hijo de 14 años, así que de ahí en más, todo lo que hago lo vivo con presión. Es lógico que vengo para superar una cifra que ellos tienen, que me gustaría superarlo, no para decir “ah, vieron, es porque yo estoy”, sino porque vengo por más. Me hago cargo.
G.F.: El 100 por ciento de las películas que se hacen tienen como objetivo tener una buena taquilla pero no a todas les va bien. No siempre “actor convocante” es sinónimo de taquilla que revienta. Porque si no gustó, se cae a pedazos y es inexorable.
D.B.: Yo hice con Miguel Del Sel, en pleno éxito de Midachi, la película de Polaco, y nos fue como el culo.
G.F.: Tiene que haber un buen guión, una buena idea. Y agrego que hasta los productores de las películas festivaleras tienen el anhelo de que les vaya bien, de que “ojalá podamos salvar la copia”.
—Habría que mejorar el tema de las salas y las oportunidades de exhibición de esas películas.
G.F.: Y que el producto sea un poco mejor para la gente, que no sea un cine para cuatro que dicen “guau”. En los últimos 10 años, fueron muy pocas las películas que pasaron los 300 mil espectadores. Grandes películas con las que no pasó nada.
—Si un director “festivalero” los convoca para una producción de poco presupuesto o les propone trabajar en forma cooperativa, ¿aceptarían?
D.B.: Te aclaro que ya no trabajo por la plata, no tengo que pagar el alquiler, estoy bien. Si fui a dirigir una película con 1.200.000 pesos y no estaba Ricardo Darín ni había helicópteros –y medio la estoy bancando yo, porque San Luis todavía me está debiendo una plata–, significa que no porque no sea mega no voy. Si es un buen proyecto, me sumo, aunque a esta altura preferiría hacer un proyecto mío, porque ¿por qué voy a ir en la de otro? Si ya tengo idea, libro, para irla de artesano, prefiero morir con lo mío.
G.F.: Tendría que ver qué hizo antes, qué corto o qué larguito, y si es una ópera prima, me tiene que gustar el guión. Si es bueno y algo me transmite su personalidad y me cuenta lo que quiere hacer, no me interesaría la plata y me mandaría.
—¿Sirven para algo los festivales?
G.F.: Sin duda que sí. Es ese masaje al ánimo (se masajea el pecho) que hace bien en algún lugar. Todo premio es un mimo y a todos nos gusta que nos mimen.
—¿Tuvo premios en cine?
G.F.: No, en cine, nunca. Supongo que por todas estas razones que estamos hablando.
—¿El cómico sigue teniendo menos prestigio que el actor dramático?
D.B.: El goyete de un cómico o de un artista popular trasciende la elite únicamente una vez que ya tiene lo popular. Para un tipo de un público más reducido, va de la elite a lo popular ¿se entiende? En todos lados es así, pensá que Hollywood entregó pocos premios a cómicos. Jerry Lewis hizo 53 películas y nunca tuvo premios. Supongo que es parte del medio. Si escribís para Página/12 tenés más reconocimiento que si lo hacés en revista Pronto. Y eso no significa que no seas una periodista de la concha de la lora.
G.F.: Hoy, grandes directores argentinos como Juan José Campanella, Damián Szifrón y Juan Taratuto tocan la cuerda de la comedia. Siempre hablamos de lo mismo, si es un escalón más arriba o más abajo... Todos coinciden en el mundo entero que es el género más difícil pero también dicen que está por debajo de lo que tiene más profundidad dramática.
—En este momento, no están en televisión. Guillermo, ¿quería que la gente descanse de su imagen?
G.F.: No, ya estaba programado así. Después de Casados con hijos, me tomé vacaciones y empecé con la filmación, que dura 7 semanas. Después veré. Pero no es nada estratégico ni ajedrecístico. No tengo nada en mano pero la idea es estar en el segundo semestre en Telefe pero no sé con qué producto.
—¿Cómo le caería la repetición de “Casados con hijos”?
G.F.: Y después de repetirlo 39 veces, ya estoy anestesiado. Es resignación, se toma o se deja. Cuando firmamos el contrato, ya sabemos que ellos pueden hacer lo que quieran con la lata. A los actores no nos gusta que nos repitan, por sobre todas las cosas porque no nos pagan.
D.B.: En mi caso, no voy a hacer televisión este año. Ni teatro. Estoy con esto y la radio (el 5 de marzo debuta en Mitre, de 9 a 13) donde nunca había conducido porque lo que hice antes con Juan Alberto Mateyko fue humor y tres veces por semana, 15 minutos por programa.
—¿Por qué cree que lo llamaron?
D.B.: Supongo que para darle una pincelada distinta a la que tenía Mitre hasta el momento y para darle a la segunda mañana más entretenimiento, aunque también tenga información.
—Es actor y humorista, pero lo convocan mucho como conductor, tanto en radio como televisión. ¿Por qué supone que le ponen tantas fichas?
D.B.: Debo ser creíble, debo traspasar la pantalla, debo convencer gente, debo ser un tipo... creíble, fundamentalmente.
—Si los dos fueran los finalistas de “Gran hermano”, ¿quién ganaría?
G.F.: (se ríe) No sé... Yo sólo vi el primero.
D.B.: Yo lo negociaría con él. Y si no, iría al muere. Ya me pasó en Bailando por un sueño de quedar con alguien y quedar afuera. Era más o menos lo mismo, ver quién era más popular por los llamados telefónicos.