ESPECTACULOS
Teatro

Entonces, la noche

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Reglas. El autor asegura que aunque su obra se estrenó en un teatro comercial como el Paseo La Plaza, la escribió de acuerdo a sus convicciones, sin intentar agradarle al espectador. | gza. la plaza
La noche es el lado oscuro del mundo, supongo, desde su forma más concreta. Es la sombra del planeta. Siempre escuchamos que tu sombra, tu lado oscuro, es el único que no te abandona. Un cuerpo nunca está solo. “Si tiene sombra, existe.” Quizá por eso la noche, se asocia al misterio, a lo oculto o lo peligroso… “La noche es el lado oscuro del mundo”.
Cuando se definió que Entonces, la noche iba a ser montada en el Paseo La Plaza, yo ya sabía que el lenguaje de la obra no iba a tener mucho que ver con los espectáculos que habitualmente el público encuentra en el circuito comercial. Era claro que el texto y la idea de montaje iban a estar en disonancia con el resto de las propuestas de la Avenida Corrientes. Ser fieles a ese planteo, a ese deseo de hacer la obra que queríamos dentro de un circuito que busca agradar a la mayor cantidad de público posible sin contradicciones, significaba un alto riesgo. Era claro, lo hablamos con los actores, se lo comenté a los músicos (Fernando Tur y Juli Rodríguez Rona, dos de mis grandes amigos)… Todos devolvían palabras de aliento.
En lo que duró el proceso de escritura no pensé en agradar a nadie. Ni a mí mismo. Uno no se propone “voy a escribir algo que me guste”: sucede o no sucede. A poco de empezar, el texto ya había cobrado vida propia. Su identidad, su lógica se constituyeron por sí mismas y yo solo me ocupé de la nutrición, de alimentar esa criatura sin hacerme demasiados cuestionamientos. Ese proceso me atrapó, perdí distancia. No había lugar para pensar en el “gran público”. Intuía, claro, cuando releía de madrugada lo escrito durante cada jornada que había algunas zonas más amables, otras más ásperas… Pero no me detenía a equilibrarlas.
La obra era lo que era, lo que es. No salí a respirar a ver qué se veía desde la superficie. Me quedé adentro, permanecí sumergido, sin tubo de oxígeno. No tenía mucha alternativa tampoco: había un grupo de actores esperando que ese texto quedara listo: Cecilia Roth, Dolores Fonzi, Ezequiel Díaz y Guillermo Arengo. En ellos sí pensaba, claro. Yo sabía que la propuesta iba a ser arriesgada. Necesitaba que ellos estuvieran convencidos de la dirección que íbamos a tomar. Y creo que ése es un punto alto del montaje y fundamental: la convicción con la que los actores encaran una propuesta de características tan radicales. ¿Por qué lo hacen? ¿Por qué lo hacemos? Es claro que no es por el dinero.
Ya a cuatro semanas del estreno, aunque con críticas muy favorables, la afluencia de público es despareja: una función a sala casi llena y al día siguiente, una función a sala medio vacía. ¿Por qué estamos haciendo este bicho raro en el circuito comercial? A la salida se escuchan comentarios de todo tipo: adeptos fascinados, sorprendidos… Otros, los detractores fastidiosos, contrariados… Y también están los más cautos que prefieren procesar lo que apreciaron sin emitir un juicio de valor inmediato. ¿Por qué decidimos hacer esta obra que sabíamos de antemano que iba a dividir opiniones y no otra? ¿Por qué no hicimos una comedia francesa de puertas, por qué no hicimos una obra sobre una reunión familiar o una reunión de consorcio o una reunión de padres o una reunión de vecinos o una reunión de grupo de terapia? ¿Por qué estamos tan contentos domando este toro de otro rodeo? Me hago estas preguntas a veces, genuinamente. Y la respuesta tranquilizante es quizás porque Entonces, la noche nos representa aún dentro de un circuito que nos es ajeno. Somos una oveja negra que se resiste a los claritos.
Ahí estamos. Ahí está nuestra forma de ver el mundo. ¿Qué podíamos hacer? Es lo que nos interesa, lo que nos mueve. No podríamos haberlo hecho de otra manera. Esta es la forma que a mí, al menos, me arrastró hasta acá. La mayoría del equipo artístico de este proyecto provenimos del teatro independiente, que hace algunos años empezó a llamarse teatro alternativo. Alternativo supongo a lo tradicional o a lo habitual o mainstream. El teatro como un claroscuro. La alternativa como luz o sombra, según desde dónde se la ilumine. La obra conecta historias de soledad, de abandono y de violencia con música country en vivo por momentos… Con humor negro, en otros… Tiene una estética particular, creo, llena de señas de identidad propia. Venimos de las sombras. Nos reímos de eso. Las sombras pueden ocultarte cosas, pero al mismo tiempo, te ayudan a comprender el mundo. A mí, al menos, me permiten echar luz sobre muchos aspectos personales y de la humanidad. Digo las sombras aunque debería decir la noche, que es la sombra del mundo.

*Director y autor teatral.