Le entrega de los Premios Platino el pasado domingo significó un especial encuentro del cine iberoamericano, inimaginable veinte años atrás. En 1996, por decisión de la entidad que reúne a las autoridades cinematográficas iberoamericanas e impulsado especialmente por España, se creó el fondo de cooperación llamado Ibermedia. Gracias a su existencia y desarrollo durante estas dos décadas, se produjo un fenómeno de integración en el arte y la industria audiovisual de los países que integran ese espacio –más cultural que geográfico– inexistente hasta su creación.
Ibermedia no sólo ayudó a realizar coproducciones que unieron a productores y creativos de distintos países y que en muchos casos recorrieron el mundo gracias al valor de las películas que obtuvieron su ayuda, sino que permitió la vinculación activa de las diferentes personas y agentes que integran el complejo mundo audiovisual.
Fue también impulsor de la creación de legislación nacional e instituciones de fomento en muchos países que carecían de estos instrumentos y se fueron integrando al núcleo originario de este fondo de cooperación regional. En este breve período histórico, varios países dictaron o reformaron su normativa protectora de la producción de imágenes propias. Veintitrés naciones compitieron en la entrega de premios, muchas de ellas con una industria reciente y un mercado acotado a los límites de sus fronteras, que les impiden una mayor expansión.
La creación y la entrega de los premios son iniciativa de dos entidades privadas, Egeda y Fipca, que desean estimular el cine iberoamericano otorgando mayor visibilidad y difusión a las películas rodadas en cada país y despertando el interés de las audiencias en la visión de esas obras.
El acto de entrega fue una verdadera celebración, con perfecta organización y atención de los invitados. Uruguay se lució como país anfitrión y permitió darle un gran brillo a la inauguración del Centro de Convenciones y Exhibiciones de Punta del Este, espacio que suma un atractivo más a esta bellísima y única ciudad balnearia de Sudamérica.
La película ganadora del año fue El abrazo de la serpiente, que no sólo se llevó el premio a Mejor Película y Mejor Director sino también los correspondientes a rubros técnicos, que representa una cinematografía con menor producción y continuidad que otras industrias del espacio.
Al recibir la estatuilla, la productora de la película hizo un llamado a apoyar la exhibición del cine iberoamericano y acertó en poner el acento en el flanco más débil que enfrenta el arte y la industria audiovisual de nuestros países. El problema no es hoy la producción de películas sino que éstas lleguen al público, ya que las ventanas de exhibición son reducidas y las obras terminadas carecen de espacios competitivos para ser proyectadas y enfrentar a la gran industria norteamericana.
La creación de nuevas pantallas para las películas es el gran desafío para Iberoamérica, que tiene un mercado potencial de 700 millones de personas de hispanoparlantes, más la posibilidad de conquistar públicos de otras lenguas.
El encuentro del cine con el público también desafía a los sistemas educativos, pues la creación del hábito y del goce de un cine diferente al que propone el mercado es fundamentalmente una cuestión de formación y una obligación principal de los Estados compartida con la sociedad civil.
La obtención de más ventanas de exhibición de nuestro cine y la formación de espectadores que deseen ver esas películas son la asignatura pendiente para este
gran movimiento de integración cultural a través de las imágenes.