Es el disco más importante de mi vida”, dice Palo Pandolfo cuando promedia la charla con PERFIL, después de repasar él mismo, con detalle y generosidad, cada paso de su discografía con Don Cornelio y la Zona, Los Visitantes y como solista. Como él mismo lo sabe de sobra, eso se sabrá en el futuro, pero lo que está suficientemente claro es que la energía de este artista talentoso, díscolo y consecuente está muy apuntada al presente. Y el presente es Transformación, un disco en el que recupera con más decisión su faceta rockera y que, asegura él, es el resultado de la consolidación de una banda, La Hermandad, que completan Mariano Mieres (guitarra eléctrica), Carlos Fernández (Batería), Alito Spina (bajo) y Gerardo Farez (teclados, sintetizadores).
Palo se presenta con La Hermandad hoy a las 20 en la Sociedad Italiana de Morón (San Martín 451). “El sonido de la banda está consolidado –dice Palo–. Es la formación ideal para la necesidad de rocanrol que me apareció en los últimos tiempos, sobre todo porque en vivo nos estábamos prendiendo fuego con los temas de Don Cornelio. Pero el otro trabajo importante es el de construir La Hermandad como colectivo. Con sus movimientos, obviamente. Pero consolidar algo, aunque sea una idea de banda. Puede haber un cambio de integrantes, pero no de idea. Busqué gente que viviera en el Oeste, como yo, para que todo fuera más fluido, más facil. Armé una banda con sentimiento territorial, lo más parecido a lo que yo siento que es el rock de verdad. El arte es un fenómeno de los dioses, y el tiempo decide qué es arte y qué no.
”Van Gogh, el artista número uno de todos los tiempos, fue reconocido tardíamente. Pero si lo que hacemos no es arte, al menos que sea una experiencia antropológica. Que deje un buen registro de este intercambio de energía entre especímenes de sexo masculino que se vinculan a través de artilugios sonoros. El desarrollo de una canción depende de si el grupo la vibra, la siente, está convencido de lo que hace. Lo único importante es ese vínculo, lo demas no importa”.
—¿Cómo sentís que fue cambiando tu relación con el rock en todos estos años?
—El rock post 90 es diferente al pre 90. La relación que tiene el público masivo con los artistas a los que sigue es diferente que la que tenía mi generación con Seru Giran, por ejemplo. De todos modos, hace mucho que trato de no tener un discurso reaccionario, no me gusta eso de que el rock no existe más, que no hay más rock o que no hay rock en Argentina. Se instaló esa idea en el post Cromañón. La imagen del rock argentino pasó a ser Callejeros, entonces los que no escuchaban a Callejeros decían “no hay nada”. Hablo de la gente que escuchó a Pescado Rabioso o a Sumo y que no estaba interesada en lo que pasaba en el rock argentino en ese momento. Me pareció siempre muy conservador eso. En el segundo cordón del Conurbano es todo cumbia, reggaeton, algo de Céline Dion, La Renga y Callejeros. Pasó ese desastre que pasó, se aniquiló esa imagen del rock argentino y acá estamos, cercados por viejos reaccionarios. A mí puede interesarme o no la música de Callejeros y de todo el rock chabón. Y sí estoy seguro de que llevo adentro a Litto Nebbia y a Spinetta. Pero no voy a convertirme en un reaccionario por eso.
Rol de productor
“A muchas bandas les falta entender que hay que tener buenos productores artísticos”. Palo no tiene empacho en decirlo, aunque muy rápido admite con una sonrisa que la frase puede sonar como autopromoción: “Yo estoy haciendo ese trabajo, pero de verdad lo encaré porque veo que hace falta, no sólo para obtener una renta. Un productor que realmente meta mano, que no sea tan soft como son muchos hoy... Claro que eso no tiene que ver con la potencia, sino con lo que vibra. Joao Gilberto solo con la guitarra te vuela la cabeza. Y también es importante el hecho humano. Yo soy sagitariano, una persona entrópica por naturaleza, así que fomento el juego, el riesgo, la conexión”. El productor ideal para Palo es uno que ya trabajó un par de veces con él, en el primer disco de Don Cornelio y en Espiritango, de Los Visitantes: “Yo quiero a Andrés Calamaro, añoro trabajar con él –remarca–. Es más, soñé con un tema que cantaba él y que había escrito yo (risas). Yo produzco con todo lo que aprendí con él y también con lo que aprendí con Afo Verde en la grabación de Maderita, de Los Visitantes. Andrés es un compositor excelente y un productor excelente. Un artista muy groso, con un concepto muy elevado de la cultura, del arte y de la política. Una mente muy lúcida”.