ESPECTACULOS
María Valenzuela y Sabrina Carballo

‘Eva y Victoria’, un país dividido

Las dos actrices y el director Manuel González Gil decidieron volver a subir sobre un escenario el encuentro imaginario entre Eva Perón y Victoria Ocampo. Una grieta vigente.

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CLÁSICO. La famosa obra que han interpretado nombres como China Zorrilla vuelve a ser parte de un presente donde el duelo entre Eva Perón y Ocampo vuelve a tener vigencia. | gza. prensa flotta

Se presenta Eva y Victoria de Mónica Ottino, en el Teatro Multiescena (Av. Corrientes 1764). Ahora está protagonizada por María Valenzuela, Sabrina Carballo y Belén Romano, con la dirección de Manuel González Gil. (Ver recuadro). Harán funciones de viernes a domingos a las 20, con dos los sábados a las 20 y 22. La obra fue estrenada en 1992 con China Zorrilla y Luisina Brando, pero desde esa fecha hubo varias actrices y distintas puestas en escena. Incluso la que ahora tiene lugar tuvo algunas funciones previas y aquí lo cuentan sus protagonistas. 

—Hicieron gira con este mismo espectáculo: ¿cómo fue?

VALENZUELA: La hicimos antes del confinamiento, pero igual me puso nerviosa el volver al escenario porteño. Estuvimos en Morón, Banfield y otras ciudades. Tengo muchas giras en mi carrera, pero ahora estoy “mayor” y me cansa un poco. Estar en la avenida Corrientes, que además me queda a cuatro cuadras de mi casa. Es realmente maravilloso.

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CARBALLO: El espectáculo estuvo pensado para gira y luego llegar a la avenida Corrientes. Cuando cerraron los teatros la suspendimos. Durante estos dos últimos años vamos aceptando los cambios, estamos en un día a día. Nos presentamos también en Quilmes, Lomas de Zamora y Mar del Plata. La gente se emocionaba. Para mí esta obra es muy especial porque ambas protagonistas existieron. 

—¿Cómo encararon a Eva Perón y a Victoria Ocampo? 

C: No quise caer en la imitación. Lo construí con imágenes. No hay registros de Eva hablando con gente de manera cotidiana, solo están sus discursos. Cuando quise investigar muchas personas cercanas a mí ya no estaban, como mis abuelos. Lo que pude saber es que su trato cotidiano no tenía mucho que ver con la Eva de los discursos. El director me ayudó muchísimo y me guió. Es el personaje que más miedo me da en cada una de las funciones. 

V: Es un desafío para estar en sintonía. Para encarnar a Victoria me faltan varios kilos, ella era más rellenita. Son dos mujeres apasionantes y apasionadas. Eva es un ícono y las dos lucharon por el voto femenino. Ninguna fue madre. Victoria fue la primera mujer que sacó licencia de conducir. Abandonó a su marido y elegía a sus amantes. Era de armas tomar y Evita no se quedaba atrás. Arriba del escenario se da un encuentro de esgrima batiéndose a duelo entre ironías y diciéndose cosas muy directas y duras. A los que vivieron esa época les va a traer recuerdos, pero para los adolescentes será una muy buena clase de historia. Sabrán qué pasó en el año 1947, en nuestro país. 

—¿Las ayudó el vestuario para encarar a estos personajes?

V: Con la peluca y el vestuario me siento Victoria Ocampo y salgo con esa actitud. Nuestro vestuarista es Pepe Uría, quien maneja de maravillas todo lo que es época. Él diseñó los trajes y todas las pelucas.

C: La ropa y la peluca me ayudaron. Me impresiona verme transformada en ella. Como mi personaje, tiene cambios desde el rodete hasta sus últimos días, y por protocolo no podemos tener en el camarín ni peluquero ni maquillador, de ahí el uso de pelucas. 

—Hubo muchas puestas anteriores, con actrices como China Zorrilla, Soledad Silveyra, Luisina Brando, Norma Pons, Leonor Benedetto, Graciela Dufau, Andrea del Boca, Mónica Ayos, Emilia Mazer… ¿Vieron alguna de esas? 

V: Me hubiera gustado, pero no estoy contaminada. Armé mi Victoria junto a Manuel (González Gil), quien además de director lo siento mi amigo y mi hermano. Siempre me dio una mano y trabajo. Me hace muy feliz estar trabajando con él. 

C: La única versión que pude ver fue la de Emilia Mazer, donde Norma Pons hacía de Victoria. Pero no tiene nada que ver con esta puesta. Todas las otras actrices que la interpretaron doblaban la edad que tenía Eva. Me siento más cercana.

—Se estrenó en 1992: ¿creen que hoy la grieta es más todavía grande?

V: La grieta siempre existió, pero siento que ahora es más sangrienta y violenta, tal vez por las redes sociales, que hacen que se sientan mucho más. 

C: Son dos formas de pensar la vida y éste es un país que sigue dividido. Deseo que esto cambie. La obra no es ni para un lado, ni para el otro. Ellas eran incompatibles y antagónicas en sus pensamientos, pero coincidieron en el apoyo al voto femenino. Tal vez unidas lo hubieran conseguido antes. Argentina es bastante cíclica. 

—¿Son feministas y/o pañuelos verdes?

C: No. Estoy de acuerdo con el lugar que estamos logrando las mujeres. Ahora se visibilizan más las luchas sociales. Tal vez por la tecnología se pueden ver más. Es un momento bisagra, pero los extremos no son buenos. Sé que son muchos años de lucha y maltrato, apoyo el que salga a la luz. No soy del Colectivo de Actrices Argentinas. 

V: Estoy apoyando a estas mujeres empoderadas que ganaron mucho y a las que les falta mucho. Cada vez estamos más cerca del hombre. No estamos en contra de ellos: queremos igualdad. Las oportunidades de trabajo se dan más para ellos y debe estar repartido. Hasta no hace poco éste era un mundo totalmente machista. Soy pañuelo verde. 

—¿La amistad entre ustedes ayuda?

C: Adoro tanto a María como a su hija Malena. Las quiero mucho. Pero nunca tuve inconvenientes con compañeros de trabajo. Tengo mucho carácter. Me gusta respetar y que me respeten. Amo lo que hago, pero aprendí que la actuación es parte de mi vida, no lo es todo.

V: Habíamos ya trabajado en la televisión, en Pan caliente, durante dos años seguidos. La quiero como a una hija, y además es amiga de Malena (su hija). Incluso un verano que hacía temporada en Mar del Plata se alojó con nosotras. Nos conectamos muy bien arriba del escenario. Está espléndida como Evita.  

—¿Cómo las tocó la pandemia?

V: Con altos y bajos. La pasé en mi casa tranquila, pero económicamente difícil, me comí los ahorros. Aún sigue habiendo incertidumbre acerca del virus. Al principio no le tenía miedo, pensé “será lo que tenga que pasar”. Tengo varias enfermedades preexistentes, que si me agarra no podré zafar. Ahora le tengo respeto. No hay registros de contagios en un teatro. Por eso le temo más a un estudio de grabación cerrado o a la calle. Ya tengo una primera dosis. 

C: Nuestro trabajo, como otros, fue uno de los últimos en poder volver. Fue difícil para todos. Por suerte tengo a mi mamá que es una laburante y me pudo ayudar. Tuve techo, comida y la gente que quiero está. Nunca visualicé un futuro tan incierto como el de estos momentos. Nos modificó a todos, algunos para bien y otros para peor. Esto es mundial y aún no estamos liberados. Creo que hay que convivir con este virus y tenerle respeto, no miedo, porque éste paraliza. Los teatros son lugares seguros. Es una hora y media donde olvidás los problemas.

 

Una pieza invencible 

La dirección de esta nueva puesta en escena de Eva y Victoria es de Manuel González Gil, quien recuerda la gestación: “Estaba un día en Argentores registrando una adaptación. Se me acercó un productor y me propuso dirigirla. Su planteo inicial fue llevarla a todo el país”. 

Aclara: “Respeté todo el texto de Mónica (Ottino). Lo que hice fue unificar en una sola escena. Es una idea de puesta, pero la obra es la misma de 1992. Es un clásico del teatro argentino a partir de China Zorrilla. Está muy bien escrita y no hace falta nada más que contar esos años 1947 y 1952. Es un encuentro imaginario, pero se hubiera podido producir, ya que ambas vivieron en el mismo tiempo y en la misma ciudad. Cuando aparece Eva en la primera escena tenía 27 años, fue cuando viajó a España. Busqué a una actriz que diera esa juventud. Trabajar con María (Valenzuela) para mí es un clásico. Es un placer trabajar con ella.” Subraya: “Toda la concepción de vestuario y pelucas pertenece a Pepe Uría. Él conforma mi equipo de trabajo, como también Daniel Feijoó, quien hizo la escenografía. La palabra grieta hasta me cuesta verbalizarla, duele. Hay dos Argentinas opuestas, en veredas enfrentadas y parece imposible dialogar. La obra se escribió hace casi treinta años y sentimos su vigencia, porque nos sigue pasando en este momento”. “Es la realidad la que nos trae la vigencia. Es imposible leer este texto sin palpar su actualidad”, concluye Manuel González Gil.