A pesar de que la cita es en la discográfica, Luciano Pereyra nos recibe como si estuviera en su propia casa. Sirve las bebidas, ofrece masitas y abre las ventanas para que corra aire. Con 25 años y cuatro discos en su carrera, el cantante de Luján volvió a tener su propio cartel sobre la avenida Cabildo. El pelo largo y la cara bronceada muestran un cambioo. Por lo pronto, Dispuesto a amarte—el nuevo disco que estuvo promocionando durante enero y febrero en la gira que incluyó Mendoza, Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe, la costa Atlántica y Luján—alcanzó el disco de oro. El último trabajo de Pereyra fue grabado en Miami con el respaldo del reconocido productor Rudy Pérez, quien trabajó con Christian Castro, Luis Miguel y Cristina Aguilera. Además de componer cinco de los catorce temas, Pereyra se presenta ahora como co-productor de Dispuesto a amarte.
—¿Cómo fue grabar fuera de Buenos Aires?
—Fue raro. La rutina de la producción del disco, cuando lo hice en Argentina, era que cada vez que terminaba de grabar se lo mostraba a alguien, o llegaba a casa para relajarme y lo escuchaba para ver cómo había quedado. En Miami llegaba a un hotel...se hablaba otro idioma y se vivía otra cultura. Estando a diez mil kilómetros de mi casa y de mi gente, los días en que tenía tiempo libre, me agarraba un dejo de nostalgia.
—¿Se ve viviendo afuera un año?
—No. No... Hay momentos en que ni siquiera me veo viviendo en capital, siendo de Luján. Por suerte, con el tiempo me acostumbré, pero hay cosas que se extrañan. Una tarde de lluvia de siesta en Luján Y el olor a lluvia y el olor a tierra mojada. Mi pasto, mi árbol, mis amigos. Ojo, tampoco reniego de lo que vivo hoy. Sé que es parte del trabajo, pero igual me cuesta mucho el desarraigo.
—¿En qué momento de su vida creó el nuevo disco?
— Fue una etapa de encontrarme conmigo mismo y de bancarme la soledad. De estar bien abocado a la música. La convivencia con uno no es tan fácil, pero lo disfruté. Me encontré en un momento de mi vida muy tranquilo, donde aprendí a sacar el pie del acelerador. A veces las cosas no se pueden disfrutar.
—¿Por qué?
—Es tan rápido esto. Pero hay momentos en que uno logra ese instante de placer. Cantar en el escenario, ponerse una mano en el pecho y sentir que todo el cuerpo vibra. Hacer música es algo tan natural como respirar.
—¿Atrás quedó el folclore?
—Creo que nunca voy a dejar de hacerlo. No se puede dejar lo que uno ama...sí se puede variar, se puede cambiar. Creo que jamás dejaría el folclore porque es la música de mi país, son mis raíces y en el mundo me identifican así. La música es muy grande, hay que disfrutar de eso. Por eso cuesta cuando la gente me encasilla. Y yo no soy de encasillarme en ningún género. Siempre digo que me gusta la letra de Fito Páez en la voz de Mercedes Sosa.
— ¿Qué opinión tiene de María José Palma, la joven que le reclama la paternidad de su hijo en los juzgados de San Luis?
—La verdad es que no toco ese tema, porque es muy delicado porque hay un chico en el medio. No tiene nada que ver con lo profesional de mi carrera. Yo siempre hice una división entre mi vida personal y mi carrera. Eso me parece.
EL GUITARRISTA EN EL ROPERO
—Cantó para el Papa, Maradona y Kirchner... Si tuviera que revivir uno de esos encuentros, ¿cuál sería?
—( lo piensa un rato). Yo creo que los tres juntos. Me gustaría estar en el escenario cantando con Maradona, el Papa detrás y Kirchner en la primera fila. Más allá del cuestionamiento político que uno puede llegar a tener, soy argentino y él es el representante que tenemos en este momento. Y la verdad es que él me dio la oportunidad de cantar en mi casa que es la casa de gobierno, que es la casa de todos los argentinos.
Cuando canté para el Papa Juan Pablo II, fui en representación de todos los jóvenes de Latinoamérica. Eso fue fuerte. Pero cantar el himno de mi país en el partido homenaje de despedida a Diego, levantar la cabeza y verlo a Diego en la bombonera con la mano en el corazón...Sin palabras. Después de eso, puedo dejar la guitarra en un ropero.