Una sola vez llamó "mamita" a su interlocutora. Tampoco hizo chistes ni se rió demasiado. Quizás uno espera que alguien que vivió del humor durante tres décadas desborde de alegría a cada paso. Sin embargo, Guillermo Francella es un señor divertido, pero más bien formal. Agradable, muy correcto, nada creído, tiene la virtud de parecer un hombre común a pesar de su enorme popularidad.
Un señor formal que usa ropa elegante, zapatos italianos y maneja un auto alemán. Que juega al golf, tiene casa en un country y prefiere los buenos restaurantes italianos. Un “tano visceral” que ama sus raíces, la familia que construyó con María Inés Breña y con sus hijos, Nicolás (21) y Johana (18), su trabajo de actor y su entrañable Racing Club.
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