En una antigua caballeriza restaurada y convertida en un rústico y moderno restaurante, en Martínez, espera Joaquín Furriel, protagonista de Don Juan y su bella dama. Mientras posa para las fotos, bromea: “Ya no hay caballos sino galanes”. Y, señalando cada compartimento, comienza a enumerar a los principales héroes de telenovela desde Arnaldo André hasta él.
Desde hace un año, es el galán de la novela de la tarde de Telefe que intenta conquistar definitivamente el corazón de Romina Gaetani. La tira, cuyas grabaciones finalizan en febrero, tiene el mayor rating en su franja horaria. “Cuando a principios del año pasado empezamos con este proyecto no sólo no pensaba en si sería un éxito, sino que tampoco me imaginaba su continuidad”, confiesa el actor.
—¿Y cuáles eran tus expectativas sobre el programa?
—Cuando empiezo un trabajo me mueve más el deseo de que me vaya bien que cualquier otra cosa. Había analizado el proyecto y me generaba demasiada incertidumbre. Confiaba en que el programa, por la estructura clásica que tenía y por el horario en que se iba a emitir, podía funcionar. Pero no sabía si yo iba a funcionar en esa estructura porque era mi primera experiencia como galán clásico.
—¿Fue un desafío?
—Sí, estar enamorado tanto tiempo... es un desafío (risas).
—¿Cómo te sentiste como galán?
—El primer mes me costó acostumbrarme a la dinámica del programa y al personaje. Hoy, me siento bien y seguro.
—¿En “Montecristo” hiciste un personaje malvado, y en “Don Juan...” de víctima, ¿cuál es el atractivo de cada papel?
—Hay malos y malos, buenos y buenos. Marcos Lombardo, mi personaje de Montecristo, estaba en permanente estado de contradicción y mucha soledad. Expresaba con sus actitudes y mirada, era más racional, introvertido y eso requiere una manera de trabajar. Mientras que este bueno que es Juan, es héroe, noble, honesto, moralmente casi perfecto, más sentimental.
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