ESPECTACULOS
DAMIÁN SZIFRÓN

“Hace mucho que una película no me modifica el alma”

El director, productor y autor estrena Misántropo, su regreso al cine después del suceso de Relatos Salvajes. Habla sobre su experiencia en Hollywood, su relación con los relatos actuales y lo que hacen las plataformas en la industria.

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Mirada. El autor vuelve al cine que adora y que quiere contar. | GUSTAVO MACHADO

Cuando se piensa en Misántropo, el retorno de Damián Szifrón, el director de cine que ha logrado éxito y popularidad, de esa que no se borra, con series como Los Simuladores y films como la nominada al Oscar Relatos salvajes. Szifrón viene de Hollywood, viene de films que no sucedieron y viene, siempre, hablando de cine. Ahora, esta película lo encuentra en su mejor forma: feroz, clásico, enamorado de la autoría que es invisible pero no inolvidable. Un policial actual, moderno, de tiroteos reales en plena vida cotidiana en Baltimore, protagonizado por Shailene Woodley (también productora, junto a Szifrón y Ben Mendelsohn), que parece feroz, que muerde al tuétano de las incoherencias de la sociedad americana y saluda al cine de Michael Mann. Misántropo es una película tremendamente enamorada de cierto policial clásico, moderna y clásica, que muestra en todos sus rincones una mundo con reales problemas (más allá del caso y modos del policial). Dirá el mismo Szifrón: “Coincido, pero necesito comenzar diciendo algo que me parece muy importante. Hoy lo clásico me parece moderno. Lo clásico tiene esa virtud y es que no pasa de moda. Y hay determinadas formas, determinados tonos, determinados sistemas de pensamiento, de acción y reflexión que nunca van a pasar de moda. Lo muchas veces llamado “moderno” pasa de moda. Muy rápido. La vanguardia sólo puede ser vanguardia cuando no está tratando de serlo es algo vacío. En esta película hay una apuesta a un tipo de cine que yo siento que no se hace más. Estaba pensando en películas como El veredicto de Sidney Lumet, me gusta cuando cuando el director está presente y no se nota, me gusta invisibilidad no se nota. No me gusta cuando el director toma el centro de la foto. Creo que lo moderno en el caso de esta película está ocurriendo en lo temático”. 

—¿Por qué lo decís? ¿Qué sentís que sucede en lo temático?

—Siento que es una película subversiva, porque muestra no simpatía pero sí empatía por el homicida, por el villano. Hay un deseo de comprensión, de acercamiento. Y muestra antipatía por quienes en realidad deberían velar por los intereses comunes. Que es todo lo que vemos que sucede en la institución. 

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—Mostrar operaciones de prensa, mesa chica política a la hora de decidir y hasta sacrificar ¿por qué quería mostrar desde ese lugar la institución, en este caso, policial?

—Me encantaría que eso se note, que este sutíl, que lo note el espectador pero que no llame la atención. De alguna forma, lo que se vive dentro de la institución, en este caso el FBI y la polícia, es lo que veo en corporaciones, en estudios de Hollywood, en, básicamente, gente que se maneja de esa forma. Hay dos grandes formas de manejarse en la vida: por deseo o por miedo. En la primera haces lo que queres, haces lo que te gusta, lo que crees que hay que hacer, o, en la segunda, haces algo para evitar que te echen, estas precavido. La forma en la que yo veo que las cosas suceden es que nadie quiere ser responsable de un error. Están todos los sistemas pensando para buscar un responsable del error. Por momentos importa más mostrar que se está buscando al responsable que encontrarlo. En la metáfora del cine, por ejemplo, escribir un guión, llevarlo a buen puerto, importa más mostrar, que se lea que se está haciendo, que decir estamos haciendo, que poder decir no hay nada para entregar,que mostrar que se “está haciendo” es más importante que entregar. 

—¿Cómo lo conectas con estos años en Hollywood?

—Lo que vi en distintos estudios de Hollywood y en procesos en los que estuve involucrado directamente, concretamente El hombre nuclear pero también otros, lo que percibí es que hay niveles de ansiedad enormes. Yo me acuerdo que usaba la metáfora de un embarazo. De pronto viene un ejecutivo y dice: “Para, saquemos esté bebé de está panza y pongamoslo en otra, y veamos que pasa”. Para, para, tiene cuatro meses, son nueve. “No tiene las manos”. Pero no tiene porque tenerlas todavía. Genera desesperación, todos tienen que reportar a su superior, y así se hacen las películas que se hacen. Hace mucho que no veo una película que no solo no tienen grandeza, que no tienen coherencia. ¿Cómo llegó a hacerse eso? Parecen hechas por una Inteligencia Artificial, que no tiene corazón, y que son, esto es lo importante, cosas difíciles de atesorar. Como te pasaba, no sé, con Testigo en Peligro… ¿de qué película recordas tomas? No sé, Duro de matar cuando el tipo se ata con la manguera y salta. O ¿de qué película podés silbar la melodía? No podés recordar imágenes, no quedan. Son una sumatoria de cosas que pasan, es una industria grande y por eso está película habla del cine. 

—¿Cómo vivís hoy, después de tu experiencia, tu amor al cine?

— Me acuerdo que escribí una frase que decía: “Hace mucho que una película no me modifica el alma, no sé si hay un problema con la película o con mi alma”. A determinada edad, quizás, deje de estar sensible a ciertas cosas, o que se hacen menos películas que son importantes para quienes las hacen. Las plataformas generaron eso. Técnicamente hablando, pagan un montón de plata para que directores buenos vayan a hacer sus película ahí, rápido y sin dolor, y los tipos las hacen pero ¿son importantes para ellos? Hace mucho que no digo “esta me queda”. 

—¿Qué sentís que es la valentía en cine?

—Es cuando elegís caminos que te pueden poner en riesgo tu carrera. Cuando decidís contar cosas que nadie más está contando. En este caso hay y va a haber muchísimo rechazo por la película. Yo lo sabía. La película se financió con la venta a muchos territorios, para su exhibición, pero entre esos no estaba Estados Unidos. Hasta el final no se compró en Estados Unidos. Eso duele. Es una operación compleja. Por un lado te desilusiona. Por otro lado ¿por qué la gente a la que esta película está criticando va a querer ser parte de está película? Es como el punk quiere ser admitido en un café recheto. No te podes quejar. Hay algo de eso. Siempre sentí que no iba a ser bien recibida, pero tuve la ilusión que iban a criticar. No siento que sea una película mala leche. Aquella es una sociedad orgullosa de sí misma, y no hablo solo de la derecha votante de Trump. 

—La película sin estar filmada en Estados Unidos transmite mucho de Estados Unidos…

—  En el cine, se ve que la sociedad tiene determinadas características. Por ejemplo, los carteles que vemos, de publicidad, se suelen sacar (por mil razones). Acá uno de los logros más grandes, que me da orgullo, es una secuencia de violencia, cruda, con un cartel de Swarovski de fondo. Eso fue una tensión permanente. Se pueden enojar, me decía. Pero soy un cineasta, estoy filmando la realidad. ¿Cómo puede ser? ¿Voy a contar un mundo sin publicidades en un país que lo que único que hay es posibilidad? Quería marcas en la escena del basural. Era esencial que se contará eso.

 

Volver a las bases

—La película apela a esa fisicidad del cine menos digital, aunque claro tiene de eso.

—Es todo físico. De calle. Trate de hacerla todo así, hay cada tanto digital. Quería sentir lo que está pasando, que las cosas tengan textura, que tengan peso. Que no se vea artificioso. Aposté a meter al espectador adentro de esa oficina. El corazón de la película es la relación entre Ben Mendelsohn y Shailene Wooley, es un protagonismo compartido. Una forma de verla es que ella es la aprendiz y hasta el final no toma el protagonismo. Y es cierto. Pero por ejemplo la referencia que yo tenía era La sociedad de los poetas muertos, que es una película que vos recordas como protagonista a Robin Williams, pero el protagonista es Ethan Hawke, es la relación, es ese vínculo entre ellos dos y ese el corazón de la película. Acá también está eso. Él es un tipo amenazado por sus jefes, por sus competidores. Hay gente que lo quiere ver fallar. Que lucha con la estupidez institucional, con las presiones de turno, ya lo echaron. Pero este caso es de él, se lo están queriendo sacar. En ese contexto, cuando estas tan mal acompañado, por ejemplo, filmar allá, necesitas estar mal acompañado. A Bergman una vez le preguntaron sobre su experiencia de filmar en Estados Unidos, y dijo “¿para qué voy a dejar de filmar una película con 20 amigos para filmarlas con 200 enemigos?”. Es un poco así. No son enemigos porque son malos: es el presupuesto, es entregar en fecha, entonces no importa lo que se está contando, importa entregar el producto. En ese contexto, que me pasó, cuando te aparece un asistente que te sigue y apoya, lo queres a tu lado, y yo creo que es la razón por la que el policía de esta película convoca al personaje de Shailene Woodley.