ESPECTACULOS
Mads Mikkelsen

“Hannibal adora el buen vivir”

El actor danés, protagonista de la serie de culto cuya tercera temporada estrenó AXN, confiesa que lo atemorizaba el trabajo previo de Anthony Hopkins con el mismo personaje, y cuenta cómo lo impactó haber visto la actuación de Robert De Niro en la hoy mítica Taxi Driver.

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E s extraño. Mientras AXN pasa los lunes Hannibal, NBC, su canal en Estados Unidos, canceló el show. Lo extraño radica en que el show donde el danés Mads Mikkelsen interpreta al famoso comehombres Hannibal se había convertido en una de esas series “chef”: de alta cocina televisiva y celebrada, cada vez más, por los críticos. El mismo actor, que a sus 50 años finalmente se está convirtiendo en un rostro mainstream (está a segundos de ser el villano de Doctor Strange, nuevo film de Marvel Comics con Benedict Cumberbatch), fue parte de las protestas. Pero lo cierto es que su Hannibal, para placer del bon vivant que alguna vez interpretó Anthony Hopkins, ha sido un deleite y no sólo para los “fanibales”, los fans del personaje, sino para cualquiera que sea parte, de esa bendición que son las series hoy, tal como refleja en la entrevista genérica cedida por AXN.
—¿Es difícil una personalidad como la de Hannibal para un actor?
—Es difícil porque te abruma. Siempre estoy buscando mi personalidad ahí, intentar darle vida a este personaje clásico. A veces es difícil.
—En la temporada tres, Hannibal va a Florencia, el sueño de su vida, pero también va a la cárcel. ¿Cómo es interpretar ambos extremos del personaje? 
—Es fascinante. Hannibal no tiene problemas en ir a la cárcel, porque posee un palacio hecho con sus memorias. Es decir, es tan vasto su cerebro, su experiencia, su saber, que puede vivir allí. Puede cerrar sus ojos y estará en otro lado. Aunque claro que la cárcel es un desafío interesante. Siempre la curiosidad le gana, siempre quiere saber qué hay del otro lado de la esquina. Para nada es el final del camino para él. Claro que ama su libertad, su París, su Florencia. Pero algo hará, de eso no hay dudas.
—Ese “palacio de la memoria” es una de las tantas habilidades que tiene Hannibal. ¿Cómo definirías esa vida interna que es tan fascinante para quien la ve y tan repelente también?
—Es un personaje difícil de investigar. De atravesar. Claro que están los libros originales, y están las películas. Pero nosotros estamos haciendo algo diferente y necesitamos ese material sólo como inspiración, pero no como camino a seguir. Los libros fueron los que más me sirvieron para entenderlo: vive en el momento. No tiene tiempo para un mal vino o para gente aburrida. El presente es lo que le importa. El hace lo que cualquiera de nosotros debería haber hecho toda la vida. Claro, sin la parte que implica matar. Pero adora la vida, el buen vivir. Cada segundo es una oportunidad para la belleza y eso es algo que cualquiera debería buscar.
—Hannibal ha devenido una serie de culto. ¿Cómo se vive algo así?
—Es extraño, pero no lo sentíamos todo el tiempo. Salvo que te metas en internet, y veas la reacción y la fascinación de los seguidores de la serie. No queda duda que es una serie de culto. Pero no es algo que vivíamos constantemente. Y eso estaba bien. Pero sí, los fanáticos son impactantes. Y eso ha quedado muy en claro. 
—Aun así, tenés en tus manos un personaje que sociológicamente es casi un experimento: un asesino serial con un carisma que genera encanto. ¿Cómo lidiás con eso? 
—Es algo que siempre tengo presente. Es algo que no sólo me fascina del show sino del cine también. Recuerdo que tuve una experiencia muy intensa cuando vi por primera vez Taxi Driver. Esa película siempre fue una enorme inspiración en mi trabajo, en el sentido de que me fui del cine sintiendo, muy intensamente, que no me gustaba este tipo, pero que no era tan así. Era una sensación compleja y frustrante, estaba acostumbrado a “el bueno y el malo”. Le daban el Oscar al bueno y todo. No nos damos cuenta, pero tenemos una tendencia a buscar esa división de manera radical, y cuando eso se mezcla, uno se confunde. Y ahí uno puede verse reflejado ya que uno quiere ser bueno, idealmente, pero no siempre hace lo que corresponde.