Por sus venas corre sangre rusa, belga y española. Dirá: “Somos todos descendientes de inmigrantes”. De esta mezcla nace Leonora Balcarce quien inició su recorrido en la televisión, más precisamente con Montaña rusa en 1996 y encontró en la pantalla chica numerosos personajes. También el cine y el teatro la contaron entre sus elencos. Aquí hace un repaso de sus actuaciones y habla no sólo su vuelta al teatro sino también al cine. Está desde principios de agosto los viernes y sábados a las 19 horas, en la sala Julio Cortázar de La Plaza con No te vayas con amor o sin él de Norman Briski, junto a Lucila Mangone y dirección de Romina Richi, su amiga.
—¿Cuándo descubriste tu vocación por actuar?
—De chica hablaba mucho sola y me gustaba inventar. Me encantaba imitar a los personajes del programa de Gasalla. Mi madre me llevó a una agencia de modelos, tal vez pensó que sería una estrella internacional. Me llamaron para hacer una prueba y quedé para interpretar a la mala en Montaña rusa (Martina). En ese momento me mandaron a estudiar actuación, porque era de madera y ahí fui al estudio de Julio Chávez. Me gustaba actuar hasta que filmé con Aristarain y ahí sentí que era eso lo que quería hacer.
—¿Qué te llevó a aceptar este proyecto?
—Lo primero que me entusiasmó fue trabajar con Romina (Richi). Somos amigas y además me resulta muy interesante como directora. Igual me pasa con Mangone, somos las tres amigas. Antes de leerla ya sabía que actuar junto a Lucila y ser dirigida por Romina me decidió. Después con el texto de Briski me cerró todo, aunque es una obra muy difícil.
—Richi te había dirigido en Las chinas: ¿qué características tiene?
—No es frecuente encontrarse con alguien que dirija actores. En todos estos años no fueron tantos los que noté que lo hacen y es lo mejor que te puede pasar. Por lo general te dejan hacer y se focalicen en la puesta en escena, lo que para una es bastante terrible. En esos casos te sentís desamparada y empezás a pedirle la mirada a los compañeros. Además admiro mucho a Romina y coincido en sus puntos de vista. También me pasó con mi última directora de cine, Sabrina Campos, con quien filmé la película Ven a mi casa esta Navidad junto a Mara Bestelli, Claudia Cantero, entre otros.
—Actuaste tanto en teatros comerciales (La Plaza, Maipo, Astros) como en salas independientes (Payró, Anfitrión). ¿Trabajás indistintamente?
—No tengo prejuicio en ese sentido, a veces hago espectáculos comerciales y en otros momentos no. No le doy importancia a ese aspecto.
—¿Qué recuerdo te dejó la cercanía con los espectadores en Microteatro?
—Acepté aunque estaba haciendo Mientras tanto de Miguel Ángel Cárcano y María Inés González en el Maipo Kabaret. Recuerdo que salía corriendo para hacer Vidente natural de Azul Lombardía. Es una experiencia interesante. Son pocos minutos que repetís varias veces en la misma noche: es eso un Microteatro. Es muy positivo si lo hacés con gente amiga. No hay nada de solemnidad. Es sólo eso un momentito de teatro. La cercanía con el público la incorporábamos en la ficción.
—¿Cómo espectadora que elegís?
—Volví a ver Historia de un matrimonio con Scarlett Johansson y Adam Driver en Netflix. Ya la había visto pero me enganché de nuevo. Elijo más un cine de actuaciones y quizás dramático. Sin olvidar las películas infantiles, ya que me gusta compartir con mis hijos (N. d. R. Vinicius de 7 años y Río de 5).
—Te dirigieron en el cine desde Aristarain, Lucrecia Martel y Santiago Mitre: ¿con quién quisieras trabajar?
—Cualquier de ellos me podrían volver a dirigir y podría ser buenísimo. Hoy me encantaría volver a trabajar también con Sabrina Campos. Debe haber muchos directores de cine que no conozco y que me encantaría que me llamaran, para no caer en la obviedad de que sueño con que me dirija Pedro Almodóvar.
—¿Hay cada vez más mujeres directoras de cine?
—Sí, es cierto. Tuve la suerte de trabajar con varias, Lucrecia Martel, Lucía Cedrón, Inés Braun, Ana Halabe, Verónica Chen, más cercano Sabrina Campos y Romina Richi. Pero no sólo es más frecuente encontrarse directoras sino también hay más mujeres en los equipos técnicos. Y eso es espectacular. Existe en la actualidad un set completamente femenino, como antes había masculinos. Hay otra mirada, diferente, igualmente ya hay cosas que no se dicen más. Recuerdo mi experiencia cuando filmé Martín (Hache) con Adolfo Aristarain (1997) y me fui del set diciendo: “quiero hacer esto todo lo que pueda”. Me sentí tan bien tratada a diferencia de lo que me pasaba en la televisión... Hoy cambió, pero en aquellos años los códigos eran otros.
—¿Cuándo cambió? ¿Tuvo que ver con el caso Juan Darthés?
—Puede ser…todo tuvo que ver. A partir de ese momento aparecieron muchos casos y no sólo en televisión, también en las radios. Hubo muchos abusos y malos tratos, ahora se están acomodando. Recuerdo épocas donde se decían frases muy molestas hacia nosotras, todos nos merecemos respeto. Me parece horrible cuando todavía hay gente dice que es pesado el cuidado que hay que tener.
—¿Y el feminismo?
—Me parece insólito que haya mujeres que no sean feministas. Me molesta cuando se refieren al abrir o no la puerta de un auto, mencionar esos gestos es de ignorante. Hay muchas que no saben lo que es feminismo.
—¿Qué pasó con la diseñadora de las remeras?
— (Se ríe) Fue sólo un año (2013), con un amigo, Gonzalo Gil, que es diseñador gráfico. Lo que ganamos con la primera colección invertimos para la segunda y nos quedamos ahí. Es muy difícil el tema de la ropa, el algodón que usábamos era importado y no pudimos seguir. Llegué a estudiar programas de computación, con la base de fotos ya que hacíamos intervenciones tipo collage.
—Varias veces te referiste al trabajar con amigas: ¿por qué?
— A esta altura de la vida el mejor plan es trabajar con gente amiga. Son todas muy talentosas, van para adelante. Hay mucha comprensión y contención. Pero creo que se puede dar en cualquier ámbito.
—¿La gente te reconoce?
—No soy popular, me miran y me ven cara conocida. Dicen: “¿sos actriz?”, pero no se acuerdan ni del programa donde me vieron. Tengo un halo de que me tienen en algún lado…pero no saben en qué.
—¿Alguna vez te arrepentiste de haber elegido ser actriz?
—No sé hacer otra cosa, obviamente podría aprender. Hay días que me cuestiono. Es muy inestable y te genera angustias, pero es lo que me gusta hacer. Estoy pasando un muy buen momento. Tal vez con los años una se va a acostumbrando a estos vaivenes. Es probable que piense en dirigir, producir, sumando otras actividades. Todos los actores un poco nos dirigimos a nosotros mismos, muchas veces proponemos algo.
“Una va aprendiendo de los compañeros”
Con una voz pausada y tiempos que le permiten reflexionar sobre sus respuestas, Leonora Balcarce hace un balance sobre sus maestros en la actuación. Dice: “Estudié varios años en el taller con Julio Chávez, pero también siento que con muchos de los actores con los que trabajé me dejaron enseñanzas, así Graciela Borges en La ciénaga o Mercedes Morán, una va aprendiendo de los compañeros. Hoy considero que Romina (Richi) es mi maestra”.
En el año 2019 protagonizó la que hasta ahora es la última película estrenada: La casa acecha de los hermanos Eric y Mariano Dawidson, junto a Mike Amigorena. Analiza; “Hay un gran público para las películas de terror. Ya había filmado Aparecidos del director español Paco Cabezas hace varios años (2007). Creo que existe en estos momentos un gran auge de ficciones sobre este género, también por la existencia de las plataformas ya que tiene muchos seguidores. Recuerdo de La casa acecha cómo me tentaba con Mike (Amigorena) y que por ese motivo debíamos repetir escenas, ya que en momentos dramáticos me empezaba a reír”.
Desde su debut en 1996 hasta el 2018 siempre tuvo papeles en la televisión argentina, en novelas, unitarios, programas especiales, desde protagonista hasta participaciones especiales. Por eso hoy evalúa: “Hay muy poca ficción. Casi todo se hace para las plataformas. Estoy haciendo audiciones, pero por contrato no te dejan decir nada. Si miramos diez años para atrás era muy distinta la realidad que teníamos en nuestra televisión. Recuerdo cuando hicimos Montaña rusa y llegamos a Montevideo fue una locura: nos sentíamos los Rolling Stones”.