Según parece, un conflicto de Guillermo Del Toro (creador de las dos primeras películas del gigante rojo) llevó a que el mexicano no se hiciera cargo de este tercer reinicio de la saga, sobre el cómic creado en el 93, por Mike Mignola.
Lo cierto es que la actual, en manos del director inglés Neil Marshall –que viene del cine de terror, junto a dos capítulos de Game of Thrones–, crece en intenciones. Su estilo es mucho más freak e imprevisible. En su preocupación por no parecerse al mediático Del Toro, el realizador le impuso su propio sello al relato, otorgándole un ritmo más trepidante a algunas escenas y una mitología entre urbana y folclórica, sumado a un humor irónico y negro, que parece destilar por sus poros este agente que colabora con los federales en casos paranormales.
Si Del Toro no se hacía cargo de la dirección, su anterior protagonista Ron Perlman había anunciado que se bajaba del proyecto. Lo cierto es que el hombre de Stranger Things, David Harbour le aporta otra personalidad a este temible caballero de cabeza grande y con cuernos, que tiene algunos temas que resolver respecto de su identidad. Lo suyo tiene algo de un centauro bípedo, de firmes desplazamientos y reacciones inesperadas que parecen arrasar con todo a su paso.
Si bien acá el conflicto es entre Hellboy y la bruja, a cargo de la bella Milla Jovovich (El quinto elemento), por viejos resentimientos pendientes, lo cierto es que el enfrentamiento nada fácil de resolver, le posibilita a Marshall ahondar en un universo en el que la violencia no se detiene ni en cortar cabezas, ni tampoco en plasmar mediante convincentes imágenes, la ferocidad y el terror que provocan las extrañas criaturas que pueblan esta historia, más cercana a las influencias de un Lovecraft, que de Edgar Allan Poe.
Este nuevo reinicio de la saga, prácticamente una mezcla sui generis de los dos films previos de Del Toro, si bien puede contener algunos puntos débiles en su guión, o en la definición de personajes, no desentona en su prolijidad de dejar filtrar parte de los orígenes nazis del monstruo en cuestión, ni tampoco sus raíces provenientes del extraño experimento llevados a cabo por el temible Rasputín, del que según se dice proviene este gigantón no tan malo, pero con reacciones imprevistas que pueden hacer palidecer al más incauto.