Uno de las primeras obras estrenada en Buenos Aires del actor, director y dramaturgo chileno Luis Barrales fue Niñas arañas en el teatro Sarmiento (2012). Un año después, pero en una sala independiente trajo Shakespeare falsificado, excelente y original versión de Macbeth. Es minucioso para marcar actores y como autor siempre parece desplegar imaginación y contenido político, no partidario. La sangre de los árboles, su última presentación aquí continuará por Montevideo luego de haberse conocido en Santiago de Chile. Enfrentó algunos problemas, ya que el amplio escenario no es el indicado, ni para el tema, ni para los climas que busca crear. Es por eso que una de las intérpretes grita y podría tener inconvenientes en sus cuerdas vocales.
Con una introducción jugada con verbos en infinitos y plagada de “tú” aleja al espectador como si lo distanciara. Luego presenta a dos supuestas hermanas que están pendientes de su pasado, para confirmar o no su filiación. El tema finalmente aparece y es el de secuestro de niños, algo que igualó desgraciadamente a muchos territorios. Hay un gran cuidado en la puesta, no sólo en las luces, también en el minimalismo de la escenografía y en el vestuario. La tercera mujer que comparte escena es la música Angela Acuña, quien subraya y acompaña con su cello.
La intérprete uruguaya Victoria Césperes tiene muchos antecedentes de estudios teatrales, ya que egresó del histórico Conservatorio Uruguayo, (Margarita Xirgu), y también tomó cursos con maestros argentinos: Ricardo Bartís y Alejandro Catalán. Tiene un intenso tránsito sobre las tablas y eso se evidencia. Mientras que para Juana Viale ésta es su segunda presentación escénica (La celebración, 2011). La dirección de Luis Barrales consiguió disimular esta despareja experiencia y salvo en la emisión de voz de Viale, corporalmente ambas demuestran seguridad. Buscó fragmentar la estructura con recursos de lenguajes y técnicos pero no pudo evitar la debilidad que tiene esta propuesta. La sangre de los árboles es una historia de desencuentros familiares, donde laten los conflictos de cualquier país latinoamericano.