ESPECTACULOS
Enrique Pinti

"Hoy la salud debe estar más allá de la política".

Enrique Pinti, junto a Marcelo Polino, presentará sus célebres monólogos y varios estrenos. Su mirada inteligente, pícara y sutil sobre nuestra realidad nacional será el menú de este convite.

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Online. El nuevo show de Enrique Pinti lo tiene otra vez dejando en evidencia las desgracias de nuestra cultura. | gza. prensa kuarzo / cedoc

Aunque no domine la tecnología, Enrique Pinti es uno de nuestros grandes monologuistas de la escena porteña y se anima a presentarse vía streaming. Será hoy, sábado, a las 21 horas desde la plataforma Plateanet ($450). La propuesta es Pinti y Polino al hueso. “Marcelo Polino hará la historia de la farándula – anticipa Pinti- y yo hablaré de la farándula de la historia. Será una conversación absolutamente informal, sentados en el living de mi casa, cada uno en un sillón. No tenemos pretensiones de gran espectáculo. Vamos a hablar de lo que nos pasa. Él desde su lugar de chimentero o farandulero y yo con la historia, contando los últimos ochenta años de la Argentina. La charla la vamos a estructurar y terminaré con un monólogo, que hace tiempo que no hago y que es muy fuerte. Tiene humor, la gente lo necesita mucho”. 

— No se te asocia con la tecnología…

— No tengo celular, ni computadora. Soy una persona que vive en la época de los Reyes Católicos. Evidentemente estoy fuera de esta realidad en ese aspecto. No quise salir: desde el 9 de marzo que no lo hago. No tengo conflicto con el encierro. La mayoría de la gente sí lo padece y lo respeto. Creí que podía caer en depresión, pero nada que ver. A mí me decís quédate en casa y cumplo, si no creo que sea un disparate. Veo que es una pandemia, que están muriendo miles de personas en el mundo. Tengo diabetes, soy obeso y 80 años….mejor me quedo en casa. 

— ¿Cómo lo sobrellevás?

— Tengo mucho con qué entretenerme, proyecto nuevos espectáculos. Aparte tengo un video casetera - como buen dinosaurio- y un lector de DVD. Poseo setecientos videos que funcionan muy bien y más de cien 

DVD. Hago mis propios ciclos, además tengo Netflix y Flow. Si no tuviera todo ésto a lo mejor me hubiera tirado por la ventana…aunque como vivo en un primer piso, me rompo todo y no muero…No soy la Madre Teresa de Calcuta, pero sé que hay mucha gente que está muchísimo peor que yo. Son millones los argentinos que viven en condiciones infrahumanas, que no saben si vivirán, más allá de la pandemia. Cuando me puede agarrar cierta angustia por estar encerrado pienso en los otros y no es que me consuelo, pero afirmo: soy un afortunado. 

— ¿Tus textos en esta presentación serán estreno? 

— Algunos sí. Sumaré algo de mis espectáculos Al fondo a la derecha y Otra vez sopa, porque son los temas que trato de toda la vida. Nuestro país y también el mundo no adelantan. Si ves un programa de Jorge Guinzburg o de Tato Bores es como si los hubieran escrito ahora. Tienen actualidad. No es que uno se repita, es la realidad la que no cambia, de manera terrible y negativa. Cuando escuchás aquel monólogo de Tato sobre los dólares, aunque es en blanco y negro, no perdió vigencia. Si vamos aún más atrás tenemos el tango Cambalache de Enrique Santos Discépolo (1935). 

— Recién ahora se habla de la gripe española de 1918…

— Nadie en mi casa habló de esa peste, ni mis padres, ni mis abuelos. Recién a mis treinta años descubrí que fue mortal…los pueblos tienden a olvidar y borrar. Y esto no sólo pasa en Argentina, sino también en el mundo. Aquí todo se politiza y mal. Si estás a favor de este gobierno, ves bien quedarte en tu casa, no lo convencés al otro del peligro de salir. Respeto la opinión de todos… ¡pero hacer banderazos en estos momentos! Lo sentí peligroso. Fue echar nafta al incendio. ¡Se trata de la vida de la gente!

— ¿La corrupción es un tema vigente?

 — Siempre, pero no es sólo Argentina, si mirás la historia de Grecia o Roma que parecen sociedades eternas…A Julio César lo mataron en plena república…lo acuchillaron entre senadores. Los Borgia eran de terror, te envenenaban o te mandaban a la hoguera. ¿Por qué llegó la Revolución Francesa? La sociedad estaba cansada de las aberraciones y corrupción de esa corte, mientras el pueblo estaba hambreado.  

—¿Sentís que tenés algún heredero en este estilo de monologuista?

—Creo que se van cambiando los estilos, pero Roberto Moldavsky me hace reír muchísimo. Tiene otro humor, más cotidiano, menos político, pero me seduce. Lo puedo escuchar una hora y media y me divierte. No es lo mismo hacer monólogos que contar chistes. No hay tantos, porque es difícil. 

—¿Este virus evidencia la fragilidad del ser humano?

—No sólo mueren viejos, también niños y jóvenes, son los que hacen las fiestas y hay una parte de la sociedad que los impulsa. Porque niegan la realidad. Si creen que el problema es populismo versus liberalismo están equivocados. Hoy la salud debe estar más allá de la política.

 

El sentido tragico

Hay un  Centro Cultural en Villa Luzuriaga y una compañía teatral con su nombre. “Fui a las inauguraciones – dice Pinti-  Me hicieron muy feliz. Fue muy importante que lo hicieran en vida, ya que desde el cajón no se ve nada”. Cuando se le pregunta por la ausencia del humor político, analiza: “Una gran parte de la gente está decepcionada. Se clavó muchas veces, siempre pensando que se venía la salvación…y no vino...En estos últimos quince o veinte años imperó la creencia que la política no servía para nada, lo cual es un error gravísimo. Las nuevas generaciones están en otra, son hijos de los frustrados”. Y sigue: “En la década del treinta, con el Golpe –repasa- no se podía hablar de política. Después con Perón la sociedad se dividió y se dejó de hacer. Recién cuando cayó el peronismo hubo un humor burlándose, con espectáculos ofensivos. Durante los procesos militares no se podía hablar nada de política. Al volver la democracia retornó un poco.”

Agrega: “Viajé desde 1977 hasta el 2017, me iba en noviembre hasta diciembre. Tenés que ser capaz de soportar doce horas de vuelos. Hoy no tengo ni la salud, ni la plata. Me resigno a no viajar más. No puedo ni bajar de un avión. A veces no te ponen manga, tenés que bajar por esas escaleras, cruzar toda la pista y encontrar un ómnibus con unos escalones enormes. Mi último viaje fue una odisea. La azafata me ofreció una silla de ruedas. Cuando me vieron empezaron: ¿qué le pasó?… ¡El sentido trágico del pueblo argentino es de no creer!”.