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Televisión

Huge in France: Una celebridad gala sufre abstinencia de fama

La serie de Netflix no es mala, pero tampoco logra explotar sus virtudes.

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Comediante francés se pone a prueba con maestros del stand up. | Netflix

Calificación: Buena

 

El comediante exitoso, ocurrente y con chistes viejos y nuevos, es ya una tradición en  Estados Unidos. El género ha dado series como la de Larry David en HBO Curb Your Enthusiasm,  después de haber realizado Seinfeld y la más próxima y premiada The Marvelous Mrs.Maisel . Lo bueno de esta propuesta es su brevedad ocho episodios de media hora, el choque del humor francés con el americano, y lo que provoca la abstinencia de la fama. El cuento se da cuando el comediante francés famoso Gad Elmaleh (ex pareja de Charlo-tte Casiraghi y padre de su heredero mayor Raphael) decide dejar todo e ir en busca del amor de su hijo, quien vive obsesionado con convertirse en modelo. Vive en Los Angeles. 
La ciudad del cine se le muestra hostil, no entienden sus chistes, se la pasa mostrando videos de su éxito en Francia, pero poco les importa porque allí no lo conoce nadie. Decidido a reconquistar el amor de su único hijo, recurre a todo: convoca por videollamada  a Seinfeld, uno de los pocos momentos graciosos, para que lo reconozcan en un club de comediantes, ya que a él lo llamaban “el Seinfeld de Francia”, en donde aparece Chris D’Elia, y lo rechaza.
Son  bastante inverosímiles las situaciones con su mujer, la pareja de ella, un actor frustrado que va a todos los castings, la crítica al estilo de vida de Los Angeles rápida y sin matices. Obvia. El fracaso de su estadía se ve venir desde los primeros minutos, pero la insistencia en que su hijo lo quiera, tras abandonarlo durante casi 20 años, hace que no desista.
Todo le resulta ajeno, comparte con Luke (Jordan Ver Hoeve) el gimnasio, lo acompaña con sus amigos a jugar bolos, le paga al modelo Tyson Beckford para pasar un rato, pero el encuentro es un fracaso. En una pincelada rápida va mostrando los usos y costumbres de esa cultura que le resulta incomprensible. 
Como era de imaginar, la diferencia de su vida cotidiana en París con la de Los Angeles, va minando su voluntad y haciéndolo cambiar de planes. Así, recurre a la idea de llevar a su ex y a su hijo ya operado de pectorales, a la Ciudad Luz, y conseguirle una entrevista con el “uno de la moda” Jean Paul Gaultier. Nada resulta. 
No sacará más de una sonrisa en una maratón, consumida en una tarde sin otra cosa que hacer y con pocas novedades en el streaming. Bien la realización y los cambios de escenario. Las actuaciones no están para premio, y la supuesta ironía del choque de culturas queda ahí.

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