ESPECTACULOS
ENTREVISTA A MARIO PASIK

Intérprete todo terreno

Mientras los rusos lo siguen en una telenovela diaria, los argentinos le dicen por la calle que su personaje del funcionario, en Son de fierro, es “un sátrapa”. Aún espera un gran papel en el cine, pero volvió al teatro y no se resigna a ser parte de la televisión fisgona.

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SIN TREGUA. Infatigable, fue padre abusador, abogado justiciero y hasta extraterrestre en la televisin. | Cedoc

El año pasado encarnó al doctor Horacio Díaz Herrera (padre de Pablo Echarri) en Montecristo , y mientras allí se buscaba vengar su asesinato, él, Mario Pasik estaba filmando para Rusia, la tira Tango del último amor. No se parece en nada a esos personajes siniestros que hizoMujeres asesinas. Tampoco al actual funcionario, José María, que compone para Son de Fierro. Terminó de grabar en Moscú, pasó por Italia, conoció a Claudia Cardinale interpretando El zoo de cristal y, a los 15 días, estaba grabando la tira diaria para Pol-Ka, en canal 13. Casi inmediatamente empezaron los ensayos de Segovia o de la poesía de Jorge Accame, en el teatro Sarmiento. Actor todo terreno, cálido y puntual.

—¿Cómo fue grabar una tira diaria para Rusia?

—Fue maravilloso, mi personaje se tuvo que trasladar a Iguazú, otros filmaron en Bariloche y Jujuy. Por suerte no tuve que hablar ruso, pero sí viajar a Moscú y San Petersburgo. Viví casi un mes en ambas ciudades y dejé el texto teatral de Contracciones de Marta Betoldi (mi mujer) para ver si podemos hacerlo allí. La novela Tango del último amor se emite por un canal internacional y por la web.

—¿Qué sería lo bueno y lo malo de la televisión argentina actual?
Es positivo que existan productoras independientes y buenas intenciones. Esta televisión no es la que a mí me interesa como espectador. Pero los números dan una lamentable razón: se necesitan esos programas. Los telespectadores tienen interés en ver por el agujerito de la cerradura. Esto me entristece. Hace dos años hicimos una comedia: Una familia especial. Fue en 2005, no quería hacer comedia, pero me ofrecieron interpretar a un extraterrestre. Me pegó en mi lado lúdico y acepté. Íbamos solitos a las 21 horas por canal 13, de pronto MarceloTinelli empieza en el 9 y en vez de las 22 lo ponen a competir con nosotros. Al mismo tiempo, por la otra pantalla, la de Telefe la obligan a Susana Giménez –con látigo en la mano —a pasar de las 20 a las 21. De pronto estábamos en medio de La Guerra de las galaxias. Teníamos 10 puntos, no era poco…y yo decía: “nos sigue un público selectivo”.

—Y ahora con Son de Fierro…
—Lo peor de Gran hermano es que se están perdiendo Son de Fierro…Chistes aparte, es un fenómeno, para mí deformante. Pero estoy gratamente sorprendido por el éxito de Montecristo el año pasado, gracias a esa tira aparecieron tres nietos más. La tira de Telefe puso el tema de los desaparecidos en un lugar de discusión diaria, que no tenía. Sólo desearía que no sea una isla perdida. Me duele que el público masivamente necesite ver cómo duerme alguien, mientras en otros canales están periodistas, productores y actores trabajando. Parecería que el público prefiere la nada.

—¿Se inspiró en algún político para componer a este José María?
—La gente me dice que es un sátrapa…pero no lo siento así. Carmona, de Son amores, si podía meter la mano en la lata lo hacía, pero no José María. Este tipo es más recto, más cerrado, enamorado de un viejo amor. No es un personaje trampa, aunque la gente me recrimina que no tenga en cuenta la ceguera del protagonista.

—¿Qué lo hizo aceptar una nueva tira diaria?

—No hay demasiadas opciones. Sólo tenía muy en claro que no quería ir “después de”…prefería estar “antes de…” Era muy tarde verme a las doce de la noche. Pero no descarto volver a algún capítulo de Mujeres asesinas, aunque la desventaja es que siempre te matan. Pasé por Vientos de agua, pero estoy esperando que me convoquen para el cine. En medio de un gran cansancio físico el año pasado me llamaron del Teatro General San Martín para protagonizar Segovia o de la poesía, de Jorge Accame, junto a Antonio Grimau, en el Teatro Sarmiento y decidí aceptar. Hoy estoy contento de haber aceptado este desafío.

—¿Hacía bastante que no estaba en una sala oficial?

—Desde el 2000, con Ifigenia en Aulide de Eurípides, que dirigió Rubén Szuchmacher . En esta oportunidad fue una propuesta que me “agarró de la solapa”.