ESPECTACULOS
kleber mendonça filho

La aventura del cine social

El codirector de Bacurau, film brasileño premiado en Cannes, celebra el símbolo de resistencia y la carta de amor al cine que representa hoy su película.

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Juntos. El realizador (izquierda) junto a su codirector, Juliano Dornelles, en pleno rodaje del film. | gza. zurutuza

Queríamos que sean héroes del cine en el sentido más clásico de la palabra. La película ha sido abrazada como un símbolo de resistencia.” Dice a la distancia el director Kleber Mendonça Filho. Habla sobre Bacurau, su film recientemente estrenado en Argentina y ganador del Premio de Jurado en Cannes (galardón compartido). Codirigiendo junto a Juliano Dornelles y otra vez justificando la existencia del noveno arte como medio para filmar a Sonia Braga, el realizador de Aquarius reflexiona sobre su particular visita a la historia del cine, de Brasil y el estado actual del mundo.

—¿Cuán difícil es hoy generar una propuesta diferente en el cine y poder llevarla a cabo?

—Es una pregunta extraña, ya que cada película que uno hace es la película que uno quería realizar. Siempre hay dificultad, eso ya se da por descontado. Nunca es algo que aparece en mi cabeza para limitarme. Bacurau es un western y una película de aventuras. Solo que nace de un lugar donde los films del género, de esos géneros, no suelen nacer. Eso fue un gran punto de partido, para mí y para Juliano. Quería que la película se alimentara de la vida social de Brasil, y la historia del cine.

—Se nota mucho esa presencia de muchas influencias destiladas…

—Mucho de Bacurau viene del amor al cine, al americano, al italiano de los 60, al brasilero. Es por ello que quisimos filmarla. Nunca sabemos si va a funcionar bien, si los festivales la van a odiar o la van a amar. Teniendo en cuenta todo lo que está pasando en el cine, en lo que el cine se ha convertido, y lo que ha sucedido en Brasil en los últimos cuatro años hemos tenido mucha suerte de poder hacer las películas que hicimos. Filmo con gente que amo y en quien confío, por eso digo que “hicimos”. Bacurau se ha convertido en una experiencia bastante impresionante a la hora de pensar el cine que siempre quise hacer.

—La película juega mucho con el concepto de “resistencia”, desde el cine de los 80 a la vanguardia de Glauber Rocha. ¿Cómo se generó eso?

—La resistencia es una palabra que apareció muchas veces en torno a la película desde que se estrenó en Cannes. El film tiene un estructura clásica, casi como una película de resistencia norteamericana, como Halloween, como La niebla, como Escape de Nueva York. Espacios restringidos donde hay que resistir un ataque o aguantar determinada situación. Eso es Bacurau, y ese es un motivo bastante presente en la historia del cine. Es pertinente para países como Argentina o Brasil, o incluso el planeta podría decirse ahora. Queríamos ir en contra de lo típico con la idea del héroe individual. Queríamos que saliera de una aldea que suele usarse como material descartable en otras películas.

—Hay una creencia ferviente en el cooperativismo. ¿Por qué esa decisión?

—Creo que un grupo de gente puede vivir, trabajar y respetarse, pero tiene que ser un grupo reducido de gente. Después de determinado número de personas todo se sale de control y terminamos viviendo como ahora. Obvio que no tengo ese número exacto. Mis cortos y películas fueron experimentos felices a la hora de trabajar juntos. Siento que la idea de cooperatisimo y comunidad en Bacurau es realista, aunque algo idealista.

—¿Cómo es el vínculo laboral con Sonia Braga y todo lo que ella representa en el cine de América Latina?

—Me enorgullece mucho haber trabajado con Sonia Braga ya en dos películas. La cámara la ama y es la estrella más grande de Brasil. Amo que no haya protagonistas, sino muchos personajes. Amo la forma en que aparece en el cine.

 

Anticipar la violencia polItica

—¿Cómo se relaciona esta película, ahora, meses después de su estreno con lo que sucede en la realidad política de Brasil?

—Hay una conexión rara entre la película y el clima político. Eso no es un accidente. Creo que teníamos nuestras antenas listas, atrapando una atmósfera que se estaba cultivando, que estaba teniendo lugar. La historia suele tener lugar de una forma muy parecida al clima: a veces estás afuera y simplemente sentís que va a llover. Y eso nos sucedió con la película. Sentíamos que había algo extraño en el aire. Cambios que se venían.

—¿Cómo lo vivieron ustedes?

—De repente se sintió que había un grupo de gente que estaban extremadamente apasionados con la idea de arruinar todo lo que había sucedido antes. Y lo lograron. Es una lucha de poder. ¿Cuán libres podemos ser cuando pensamos en nuestra realidad como una ciencia ficción? Y eso pasó, entramos a estados que se parecen a una distopía: Donald Trump siendo presidente, esa vibra fascista que apareció en Europa y Brasil y empezamos a escuchar cosas en Brasil que creíamos que ya no se podían decir (homofobia, racismo, misoginia). Esa fue la atmósfera bajo la cual escribimos Bacurau. Pensamos que todo había mejorado para nunca volver a estas instancias. Estamos de vuelta en una etapa muy básica.