Muy pocos actores en Latinoamérica llevan adelante una carrera con una proyección internacional como la de Benjamín Vicuña. El actor chileno teje su vocación y su profesión artística sin límites ni fronteras. “Pienso que debemos trabajar más en común en la región. Sin diferencias –sostiene–. Es vergonzoso que por culpa de dictaduras se haya logrado generar odio entre países hermanos. La cooperación y la historia en común hacen que Latinoamérica sea una sola cosa. En este sentido, los proyectos artísticos que busquen traspasar y unificar lo hacen súper romántico y bolivariano”.
Vicuña jura que selecciona las propuestas laborales que le llegan por mera intuición: “Tengo el olfato de buenos proyectos, comprometidos, que me generen un nivel, que me eleven la vara, que me hagan sentir útil como actor, que tengan un grado de trascendencia, de eco, de resonancia, y en eso no me equivoco”. Y es cierto. Con apenas 36 años, Benjamín Vicuña hoy es éxito en su país con la película El bosque de Karadima, de Matías Lira, que reunió a 160 mil espectadores –todo un récord para el cine trasandino–, protagoniza la superproducción de época Sitiados en FOX, y el próximo miércoles (a las 23) debuta con Entre caníbales, la nueva ficción de Telefe, en la que tendrá besos y guerras con Natalia Oreiro e internas políticas con Joaquín Furriel, y se deja dirigir por Juan José Campanella, mientras que el sonido serán obras de Gustavo Cerati. “¿Ves? Este proyecto está pensado para multiplataformas y no sólo para Argentina, sino que es panregional. Es una historia de amor no convencional con Ariana (Oreiro), con tono político, y en eso hay un atractivo, una originalidad, porque ella es una mujer violada y mutilada sexualmente en busca de venganza”, anticipa Vicuña. Y sube la apuesta: “Es el trabajo más ambicioso que hice en televisión abierta”.
—¿Te presiona la inversión millonaria?
—No, al contrario, me da seguridad saber que uno está en un portaaviones con personas contenedoras, equipos de excelencia, y saber que la trama estará bien contada.
—¿Qué expectativas tenés de rating al competir contra Tinelli?
—Hay que ser súper aterrizados. Son diferentes, no pueden competir por más que vayan en el mismo horario, esto es querer acercarse a productos premium, acercarse a un nuevo público, un nuevo lenguaje, y la búsqueda de capturar la atención de un público que se desencantó con la televisión abierta, que es real que se está yendo, y decirles: “Miren, se está haciendo tele de calidad”. Yo me siento cómodo en proyectos que no dependen del rating, que no dependen de una forma o medida, y eso me da mucha libertad artística.
—¿Con qué Natalia Oreiro te encontraste?
—Con una actriz versátil, minuciosa, y muy buena compañera. Me siento muy a gusto con Natalia, compartimos la obsesión por la profesión. También nos reímos, el humor es fundamental. Natalia va a terminar dirigiendo, es súper directora.
—¿Cómo es trabajar con Campanella, ganador de un Oscar?
—Es un ser sensible que sabe contar historias, un director que pone un énfasis particular en el guión, un respeto que muchas veces se pasa por encima. Juan le da un aporte real a la televisión; es un producto premium para la tele abierta que tendrá otras ventanas, multiplataformas. Me gusta el riesgo que él ha tomado en su carrera para hacer cine, teatro, animación, el no prejuicio al no registro.
—¿En dónde se ubica la política en la tira?
—Está el elemento local, referencias de la vida real, pero la serie aspira a que la realidad supere a la ficción. La política es universal, el poder, la ambición, la corrupción son parte de la condición humana. Esta ficción recoge esa sensación de poder comerse entre sí, hacer todo lo que sea necesario por conseguir un puesto, que es lo que sucede realmente también. Mi personaje cree que el poder es para servir, y que se puede cambiar la vida de las personas.
—¿Esos tipos llegan a gobernar?
—Sí, pocos. Son animales en extinción.
—¿Leíste de política argentina?
—Sí. Sobre todo contingencia política; veo, leo, personalmente me gusta estar informado de política. En la ficción se rescatan los elementos más clásicos de la política: la ambición, el poder, el ego, la traición, el liderazgo, el pueblo, la democracia, cuestiones universales, pero sí, recogí ciertas cosas de identidad local.
—En “Sitiados” montás a caballo de manera ágil, ¿tenías experiencia?
—Sí, toda la vida anduve a caballo. Hice equitación, jugué al polo, me gusta mucho; hasta el día de hoy es algo que me fascina. A mis hijos les encanta también.
—Es inevitable comparar “Sitiados” con “Game of Thrones”. ¿La ves?
—Sí, la vi pero no estoy al día. Game of Thrones es netamente una serie fantástica, aunque hay un color parecido, la cosa épica, histórica, medieval, donde la naturaleza tiene un rol importante. Es un piropo que te asocien a un referente tan importante.
Durante la presentación de Sitiados en San Telmo, Carolina “Pampita” Ardohain apareció por detrás de todos, en silencio, sonriendo, luciendo su figura con un vestido ajustado azul marino y el pelo recogido. En la otra punta de la sala estaba hablando su marido. Ella lo miraba fijo, con ojos de enamorada. “Carolina siempre está acompañándome –dice el actor–; hace dos semanas fue al estreno de la película en Chile. Es importante apoyarnos, el compañerismo y la amistad son clave más allá de los roles. Juntos vamos construyendo algo y vibramos por las mismas cosas. En ese sentido le debo mucho a ella, me da las libertades y me banca para dedicarme a esta profesión que es nómade, de mucho movimiento. Yo también la acompaño y disfruto de sus éxitos. Vibramos en familia”. Dueño de cinco salas en el Centro Cultural Mori, ubicado en el barrio Bella Vista de Santiago, Vicuña afirma que es un empresario generoso: “Trabajan 36 personas, y somos justos (es socio con Gonzalo Valenzuela), con buenas condiciones de trabajo, y ése es nuestro granito de arena para cambiar las cosas. Yo no soy de los que piensan que el mundo está al horno; se puede cambiar con poco, poniéndole una sonrisa al chico del peaje y energía positiva a la vida. Intentar dejarles a nuestros hijos, a las próximas generaciones, una sociedad mejor”.
“En mi casa hay de todo”
Benjamín Vicuña se autodefine amante del buen fútbol. Es hincha fanático del club Colo Colo de Chile, y desde que cruzó la Cordillera de los Andes siente empatía por Boca Juniors. “La Bombonera es especial, tiene ese no sé qué, y es bien impresionante lo que pasa en la cancha. Mis tres hijos (Bautista, Beltrán y Benicio) están muy divididos: uno simpatiza por el Barcelona, muy fan de Messi, el otro por Boca, y el otro por River, porque vivimos cerca del Monumental. En mi casa hay de todo. Bien democrático y de locos”, finaliza con una sonrisa.
—¿Te sorprendió la respuesta del público por El bosque de Karadima?
—No tenía ninguna duda del contenido, de la importancia y la necesidad de una película así. También sé lo incómoda que es y lo que puede generar; sin embargo, habla muy bien del público chileno que esté dispuesto a escuchar la verdad, a no dejar que haya zonas tabú que no se puedan hablar o mencionar. Estoy contento porque se consiguió el tan anhelado debate social, contento por el director, y todos los que hicimos posible hacerla. Chile cambió y la reacción a esta película y todo lo que está sucediendo en la coyuntura política, la contingencia social, y el hoy ser social que exige, sale a la calle, que critica, que demanda... hay un estado de indignación por hechos de corrupción, de profunda injusticia, entonces ese ciudadano es parte de esta película, y no tiene miedo. En otros tiempos, diez o 15 años atrás, en un país conservador como Chile, hubieran dicho “no podés hacerla por tal motivo”, “va a generar esto porque hay grupos poderosos y fácticos asociados a la Iglesia”. Y se hizo y es un verdadero fenómeno.
—Hiciste la obra La celebración en calle Corrientes, de un texto sueco que también habla del abuso; ¿te interesan estos temas? ¿Te tocan de cerca?
—Por supuesto. El director de la película me convocó luego de verme en el Lola Membrives. En el teatro viví situaciones muy fuertes, personas se acercaban al camarín para hablar conmigo y me contaban los dramas que habían vivido, violaciones, o que la obra les había gatillado la cabeza y que después de 25 años necesitaban denunciar un abuso. Y denunciar libera.