ShowMatch 2017 llegó a su fin en la madrugada del martes, mientras en la Cámara de Diputados de la Nación se debatía la reforma previsional. Laurita Fernández-Federico Bal (coach Matías Napp) versus Flor Vigna-Gonzalo Berger (coach Carla Lanzi) puede ser leída, más que como una disputa en un concurso de baile, como metáfora de un país dividido, al que Tinelli pretende unir, en su retórica emotiva: “No hay grieta posible cuando estamos unidos; no seamos funcionales a eso”. Mientras, en la tribuna, las hinchadas se dividían entre la de globos amarillos y la de globos violetas –globos celestes hubiera sido algo demasiado evidente–. Como en el ballottage 2015, aquí también hubo un ajustado voto telefónico de los televidentes. Con 50,09% favorecieron a Vigna-Berger, contra 49,91% para Fernández-Bal. El jurado Angel De Brito, Pampita Ardohain, Marcelo Polino y Moria Casán ya había mostrado paridad en sus votos.
Antes de estos resultados, las parejas interpretaron coreografías dentro de los ritmos denominados dance, tango, merengue y cumbia pop. Las ocho propuestas mantuvieron un mismo esquema, sin sorpresas, sin pretensión de originalidad, ni en pasos, trucos, uso del espacio ni vestuario. En tanto la decisión en el Congreso por un voto positivo o negativo profundizaba no una grieta sino un abismo, ShowMatch mostraba que sí, que todo es muy parecido, muy parejo, y que podemos estar “unidos”.
La danza de ShowMatch en las instancias del final adolece de falta de diversidad –atrás quedaron actuaciones singulares como la de La Tigresa del Oriente o la de Gladys, La Bomba Tucumana– y tiende a borrar las especificidades de cada subgénero de danza. Un esquema muy similar sirve sea para un tango o para un merengue. Especialmente el tango –el lunes fue sobre La cumparsita y sobre La puñalada–, se convierte en una caminada abrazada sin emoción; hay mímicas de lo que sería un ocho, casi sin atención a la rigurosidad y
elegancia en la combinación de pasos entre el hombre y la mujer. En cambio, abundan complicados y grandilocuentes saltos y giros en el aire, en los que la bailarina se arriesga y el bailarín sostiene con solvencia. La efectividad se completa con gestualidades sensuales y simpáticas –rubro en el que se destaca la dupla Fernández-Bal–: la actitud y la expresividad en el rostro pesan más que la limpieza de los pies o las piernas, incluso en profesionales como Fernández y Berger.
Esta final tuvo un rating promedio de 20,6 puntos según Kantar Ibope. Fue la más baja en la historia de las finales del ciclo: en 2016 había medido 26,5; un año antes, 26,8; en el 2014 había tenido la, hasta este año, final más baja: 26. Muy lejos quedan las performances de las finales de 2010 y 2011: 39,2 y 38,9 puntos, respectivamente. Quizás esta cifra baja refleje las dificultades del año para Ideas del Sur.
Pero todo esto quedó en el pasado. Para el futuro, Marcelo Hugo, que reaparecerá con productora propia y con un jurado sin Pampita y con Nacha Guevara, bregó por la paz, suponiendo que pudiera llegar con solo pedirla como deseo: “No soy ajeno a lo que pasó hoy. […]. El país que añoramos es posible. […] No perdamos el derecho a reclamar, pero dentro del ámbito constitucional”. Abrazos, trofeos, papel picado y “chau, chau, chauuuuu”.