ESPECTACULOS

La década en que las series dominaron

La cultura de plataformas ha definido los últimos años, y eso implicó cambios radicales en el mundo del entretenimiento. Más allá del éxito de Marvel y Disney comprando franquicias sin cesar, los contenidos serializados dominaron la charla social. Sus alteraciones de los relatos tradicionales o hasta su forma de pelear frente a Hollywood, pasando por sus guerras internas, han sido claves en el ADN popular. La celebración del autor es tan solo una de las caras de su revolución.

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Series. El entretenimiento refundado por la TV. | JORGE MAYORA

La última década ha implicado cambios nunca vistos en el mundo de la cultura audiovisual. La revolución fundamental en ese sentido la inició Netflix: la última década, mal que les pese a San Cine y a Disney, estuvo marcada por la cultura de plataformas que el gigante de Ted Sarandos ha llevado, literalmente, a nuestros controles remotos y nuestros ahora inteligentes televisores. Sí, el rating se pasea por ahí, agazapado y penitente. Pero nos define ese mundo donde Netflix, Amazon Prime, Flow, ahora Disney+, AppleTV+ y, expandiendo, Spotify o Kindle han modificado las formas de ver (y producir) cine, series, en fin, relatos, o de escuchar música y disfrutar de libros, revistas o podcasts. La cultura de plataformas ha modificado hasta la forma de jugar videogames y lo que estos representan en la torta global del entretenimiento como mercado.

Las series fueron y son el consumo cultural, medio que dominó la charla social de la última década, que supo por casualidad o causalidad ser el punto de convergencia de tendencias varias. Muchas de estas primaron en el cine, otras en los consumos de plataformas de video, y otras hasta como patrón de construcción de la búsqueda de un dominio corporativo por encima de otras compañías a la hora de los relatos comerciales que pueden devenir imperios de marketing.

Entre esos nexos, esos núcleos que las series supieron comprimir, agigantar, sobrevivir e incluso generar se encuentran, por ejemplo, el dominio de la franquicia (se trate de Marvel o de Game of Thrones). Se suman también la canonización de la nostalgia y la arqueología cultural, un terreno donde las series lograron ser esquizofrénicas. Por un lado, el mundo Stranger Things o The Mandalorian, y ni hablar de Game of Thrones: series que se prenden a esa primera tendencia. Por otro, sobre todo en la primera mitad de la década, relatos nuevos que finalizaban como Breaking Bad, Mad Men o hasta Dexter, que marcaron a fuego las posibilidades lúdicas del medio (que hoy permiten que shows diversos como Watchmen, Killing Eve o El cuento de la criada sean posibles) y les dieron la espalda a simplezas narrativas varias. Quizás es ahí donde comienza la batalla que definió a esta década y que hoy ha perdido relevancia: la guerra Hollywood vs. series (donde “series” termina siendo el agente que permite que se produzca y filme una película como El irlandés).

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Las series han sabido ser inteligentes, permitiendo a voces nuevas generar aquello que Hollywood con su obsesión con el tamaño no se permitió: el feminismo como perfecta brújula para nuevos relatos (de Fleabag a la adorada 30 Rock: ya no se trata de excepciones) y la proliferación de los relatos distintos, de personajes y creadores de diferentes etnia y sexo. Las series canonizaron al autor, sea Shonda Rhymes, Dan Harmon, Ryan Murphy, David Lynch o Tina Fey. Encontraron en la firma personal de la creación su mejor arma, algo que el cine perdió gracias a sus modelos inmensos de ganancias basadas en franquicias. Las series dominaron la década que se termina, y aquí hay diez claves para entender el porqué.

 

1.- La television de autor como bien corporativo

Las series fueron muchas cosas: culto, pasión popular, paradigma cultural. Pero la última década las confirmó como el reducto donde crear, ser distinto, es a priori un valor neto que compañías como Netflix o Disney necesitan. Las visiones que Hollywood negó, las series las posibilitaron y financiaron. Aquellas escritas por un autor, sea Shonda Rhimes, Ryan Murphy o Dan Harmon, son un capital del entretenimiento.

2.- Los nuevos relatos

Series como Girls, Fleabag, Crazy Ex-Girlfriend, Unbreakable Kimmy Schmidt, Tuca & Bertie, Broad City, Russian Doll y muchas más dejan en claro que esta década logró como nunca antes que se dé cuenta de diferentes visiones femeninas, delante y detrás de la pantalla. Se trata de la destrucción del modelo narrativo dominado por relatos masculinos y la posibilidad, siempre vital, de nuevos y distintos modos de contar.

3.- Binge watching, adiós tradición

Si hay una práctica de consumo, ya sean niños que se plantan frente a YouTube o adultos que quieren ver completa Mad Men, es el “ver de corrido”, el binge watching. La práctica cultural que implica pasar horas y horas consumiendo varios episodios de un relato audiovisual y que nació con House of Cards, mostrando cómo alteró Netflix al planeta, ya es parte de nuestro sistema nervioso cultural.  

4.- El triunfo del youtuber

YouTube hoy tiene series, estrellas como los youtubers y miles de opciones que convierten al ex mero canal de videos en una plataforma que, como siempre, está lista para conquistar el mundo. La nueva década permitió que sus celebridades facturen como nunca y que la plataforma sea el referente lúdico de una generación que quiere ver videos, hasta en su smart TV, de Fortnite, eventos y bromas de youtubers.

5.- Televisión tamaño cine

Game of Thrones comprimió la fascinación que las series generaron en la sociedad. Fue el evento del año. Sus episodios en la temporada final llegaron a costar 15 millones de dólares. Un valor impensado en el medio (un costo similar tiene cada episodio de The Mandalorian), que evidencia la pelea mano a mano entre el imaginario que puede crear un episodio versus aquel que puede crear el cine y su evidente grandilocuencia.

6.- Adiós al antihéroe

Por un lado, el avance de relatos nuevos como Pose, Killing Eve o hasta 30 Rock, seguro. Pero por otro, la muerte del antihéroe blanco, esa clase de personaje que definía todo aquello que podía lograr una pantalla. Walter White murió, Don Draper se iluminó, Dexter sobrevivió: las series clave decidieron alterar el modelo y así dar lugar a Barry u Ozark, relatos nuevos e imposibles sin aquellos finales.

7.- La animación que todo lo puede

La ansiedad, la tristeza y la soledad de una década definen a BoJack Horseman, la serie más importante de Netflix. La animación cortó profundo y generó sus mejores exponentes y modos de contar alternativas. Rick & Morty, Archer, Bob’s Burgers y Big Mouth son modelos culturales que empujan los límites del medio. Adventure Time, Steven Universe o Gumball son muestras de una creatividad única.

8.- El reality positivo

Basta de realities humillantes y denigrantes. OK,sí los hay y siguen vivos. Pero la década que se va permitió una nueva forma de reality show: el positivo. Desde el reciclaje de Queer Eye al megafamoso The Great British Baking Show, pasando por Marie Kondo o RuPaul, el reality pasó a buscar una audiencia más inclinada a la integración que a ver celebridades o desconocidos agredirse (o incluso peor).

9.- La guerra del streaming

Justo al final se dio por iniciada la ex Guerra Fría de las plataformas de streaming gracias al ingreso de Disney, con Disney+ como opción, y AppleTV+ y sus nuevas series. De ahora en más, con contenidos originales (como The Mandalorian) y en subastas públicas por franquicias exitosas, las plataformas, sean Netflix o Hulu, comienzan una batalla que alterará otra vez nuestros consumos. ¿Quién sobrevivirá?

10.- Algoritmo, tú mandas

Netflix cambió todo: hasta nuestros controles remotos dan cuenta de su dominio en el streaming. Cambió el entretenimiento para siempre: Netflix sacralizó el algoritmo, a tal punto que su primera serie, House of Cards, nace de un análisis del consumo de sus usuarios. Desde ahí, la TV de diseño y el consumo prefabricado definen la vida y la muerte de los relatos modernos.