Podría decirse en un primer lugar que La que no existe es una obra sobre el abuso infantil. Y es cierto. Pero también es una obra sobre el silencio. Lo que no es dicho y lo que no es escuchado. La historia se centra en una mujer adulta que regresa a su casa donde vivió hasta su temprana juventud. Conocemos su historia desde el punto de vista de la niña que alguna vez fue, de la adolescente, y de la mujer que ahora es. A medida que recorre esa casa, los recuerdos van saliendo a la luz. Esos recuerdos desterrados del registro consciente, de alguna manera encuentran la forma de volver. En pos de reducir su sufrimiento, y de sobrevivir, ella encontró la manera de encapsular sus vivencias más oscuras, y así evitar la integración de aquellas experiencias dolorosas a su memoria.
Pero al volver a esa casa, de alguna manera esa casa regresa a ella también. Cada rincón tiene una historia, y cada historia se hace presente. A medida que va recordando, vamos conociendo diferentes personajes relevantes en la vida de la protagonista: amores pasados, amistades y a su madre. La madre como representación de ese gran silencio. La madre que mira para otro lado. La obra indaga también en el papel que cumplen aquellos que son testigos de situaciones de abuso, y hacen silencio.
El abandono emocional, que es una forma de maltrato también, tiene gran relevancia en la historia y en las decisiones que la mujer irá tomando a lo largo de su vida. Al trabajar en un texto con una temática tan delicada como lo es el abuso sexual infantil, es inevitable hacerse infinidad de preguntas. ¿Es posible establecer vínculos afectivos “sanos” después de haber padecido el abuso? ¿Cómo contar el sufrimiento del personaje? ¿Cómo no juzgar a los adultos de esta historia? ¿Qué recursos encuentra esa niña para sobrevivir? La niña, frente a la imposibilidad de encontrar un adulto que la proteja, se lo inventa. Inventa a La que no existe, quien será la encargada de asegurar su supervivencia. Pero ante la irrupción de sus recuerdos, su protectora imaginaria ya no es suficiente. “Quiero que me inventes recuerdos, que me cuentes de la niña feliz que no fui” suplica la mujer adulta. Ya consciente de la insoportable realidad, y ante la evidencia irrefutable de la existencia del abuso, ella, atravesada por el dolor, aún clama por sostener sus recuerdos inventados. Se implora a ella misma a resguardarse en la mentira.
Como autora de esta obra, me interesaba indagar principalmente en ese momento en que el enfrentamiento con la verdad es inevitable. Pero mientras escribía el texto, apareció el interrogante ¿Por qué enfrentar la verdad? Si una mentira nos protege, y una verdad nos condena, ¿hacia donde ir entonces? La verdad nos hará libres, pero ¿a qué costo? Este es el conflicto principal que llevará a la protagonista a luchar contra sus versiones pasadas, y a cuestionarse cada una de sus decisiones. La obra invita a sumergirse en sus recuerdos, y junto a ella, ir descubriendo las verdades ocultas. Los recuerdos aparecen como escenas fragmentadas, desordenadas, y será un desafío para el espectador ir armando ese rompecabezas para comprender (o no) las acciones de cada uno de los personajes de esta historia. Para finalizar, me gustaría citar al escritor estadounidense Philip K. Dick (1928-1982): “La realidad es aquello que no desaparece aunque dejes de creer en ella”. Sobre esta idea se fue construyendo el personaje que es de alguna manera la fuerza oponente a la protagonista, que es una invención de ella misma, pero es presentada como una otra, una otra que viene para recordarle que no importa cuanto quiera esconderse, su historia no desaparecerá.
*Psicóloga MN 47414, dramaturga, directora y actriz. Responsable de la obra teatral La que no existe. Para conocer próximas fechas de presentación, ingresar al Ig de la compañia:
@lareinalocateatro