Mujeres misteriosas, sexuales, fumadoras, con la ambición a flor de piel, disconformes y tantas cosas más. Muertes dudosas o de alevosía evidente. Crímenes por dinero, amor, mezquindad, celos o venganza. Ese es el mundo que eligió el Walsh adolescente para iniciarse en las letras. Así fue que empezó a escribir. Un esquema clásico, el homicidio que se perpetúa en otros homicidios, personajes que mienten para aventar sospechas, u otros, a los que el pánico vuelve sospechosos por el solo hecho de tartamudear sus respuestas en los interrogatorios. Dos policías antitéticos, uno excesivo y pasional –Jiménez– y otro agudo y cerebral –Laurenzi–, van y vienen al mejor estilo de los policiales clásicos, pero aquí con tintes rioplatenses. Jazz, tangos y billares, y a veces, una tristeza infinita. Entre ellos ha previsto la irrupción de un álter ego, Daniel Hernández. Nacido en las oficinas de corrección de la Editorial Corsario, este pibe noble y obsesivo nació con un don, el don de la mirada. Daniel sabe mirar, y por eso, cuanto investigador cruza su camino lo adopta como colaborador. Daniel es tímido, callado y pudoroso. Y ese estar en escena imperceptible, como si casi no estuviera presente, es clave en su magnetismo con las mujeres, pero también la posibilidad de observar todo sin hacerse visible.
Daniel Hernández tiene el poder de develar la trama invisible un momento antes de que prime la lectura equívoca; trae la visión certera, el dato clave que desentraña la verdad escondida. Dice en un momento: “No quiero ser policía, yo soy un amateur de la verdad”. ¿Por qué Walsh decidió incluirse como personaje en su propia narración? Tal vez para mirar sus historias desde adentro, para estar allí junto a los que buscan y enfrentar a los que mienten, esclarecer a los que fallan la lectura. Y también para hablarnos de esa verdad siempre en fuga, que se escapa por los bordes y se resiste a darse a conocer. Pienso en ese escritor que inicia su camino escribiendo en nuestras tierras los relatos que leía en inglés. Con la dupla de investigadores, el maestro y el discípulo, lo que se presenta como verosímil, y la construcción de lo real. Pareciera que para ese Walsh la realidad debe desocultarse, porque a lo originario le gusta enmascararse.
Este es el cuarto año que me encierro meses en el mítico Estudio 2 de la Televisión Pública a tejer historias. Antes, tres años, las de un psicoanalista en crisis que se enredaba desentrañando los conflictos de sus pacientes. Y ahora, recorriendo pasillos oscuros, plagados de cadáveres durante los años 50, buscando saber quién cometió el crimen. Es fascinante encerrarse con Nicolás Cabré, Darío Grandinetti, Pipo Luque, Luisana Lopilato, Soledad Villamil, Gonzalo Heredia, Sofía Castiglione, Mercedes Escápola y tantos otros a inventar una época y reconstruir la escena del crimen, que es nuestra escena inventada. Conversaciones eternas sobre ese escritor que merecía reconocimiento, una serie que estaba pendiente y unos cuentos que Piglia compiló un par de años atrás salvándolos del olvido. Porque muchos de los cuentos policiales de Walsh eran meras colaboraciones en Vea y Lea o Leoplán. Son cuentos de formación y de inicio que tienen un hiato con la literatura que produjo años después.
En los inicios, cuando nos vimos en el cometido de conseguir para los cuentos una dramaturgia, con Esther Feldman nos agarrábamos la cabeza buscando el modo de ser todo lo fieles y todo lo infieles que la obra requería para hacer que la escena del crimen se convirtiera en una luminosa ficción. Muchos cuentos se resistían, otros tironeaban, otros querían volver el tiempo atrás y recorrer calles de Buenos Aires que no existen más.
El trabajo extraordinario de revivir a Walsh dándole cuerpo a su obra. La tarea es vertiginosa, pero produce una satisfacción reivindicatoria y la grata ilusión de conversar con Walsh en el momento mismo en que escribió estas pequeñas historias. Y en el momento mismo en que inventó a Daniel Hernández para perdurar, si no en la vida, en sus relatos. Hoy Cabré es ese chico que se escapa de su trabajo en la Editorial Corsario para recorrer la ciudad con sus amigos elucidando homicidios, buscando a los culpables que se esconden, tal vez sin saber que un día ese afán lo pondrá a él mismo en la mira y pagará con su vida su afán de aventurero imparable, buscando la verdad en las calles de una ciudad que cambió para siempre y ya nunca será la misma.
*Director, adaptador de Variaciones Walsh, que debuta en el prime time de la TV Pública el jueves 8. Ganador del Martín Fierro por En terapia.