Dos hermanas discuten en el estrado. Una le pide a la otra que su novio deje de ir al departamento de ambas porque “terminó siendo un depravado sexual que lo único que hace es tener erecciones las 24 horas”. La solución que la mujer le propone a la abogada Ana María Polo, presentadora y “jueza” de Caso cerrado, es que se lo desaloje o le devuelvan los 3 mil dólares que puso para rentar el departamento y así ella puede buscarse otro lugar donde vivir. “Es una hinchazón”, explica el acusado y agrega que su problema se debe a un implante que debió ponerse, a raíz de una disfunción causada por la diabetes que padece. Un médico le da la razón, entonces la magistrada resuelve señalando a la demandante y la atención que le pone al problema que denuncia: “La única enferma sexual eres tú. Cómprate una vendita para los ojos o mira al cielo”, dice y rechaza el pedido. El programa lleva unos 15 años saliendo por la cadena Telemundo, como en todos los de su género la veracidad de las disputas que muestran está bajo sospecha, se transmite en veinte países y va por su cuarto mes por las tardes de Telefe, que agregó una edición “Sin censura” a las 23.30. “La razón por la que nos hemos mantenido tan bien en diferentes países es primordialmente porque es un contenido neutral, que representa al ser humano en su máxima expresión con sus virtudes y defectos, algo que lo hace llegar en un idioma universal”, argumenta la doctora Polo desde Miami.
Además de la exposición de “virtudes y defectos”, lo que probablemente juegue más a favor de este talk show legal es la idea de presenciar algo de justicia (eternamente sospechada por lenta y corrupta) rápidamente y a la vista de todos. “Siempre queremos que las cosas se den de manera inmediata y, lamentablemente, en el campo legal los procesos toman su tiempo. En Caso cerrado logramos darle una conclusión en corto tiempo a cada conflicto que llega. Entonces sí, claro que es beneficioso y sí juega a favor de nosotros como programa, pero también juega a favor de la audiencia porque puede aprender sobre conflictos legales de manera inmediata”, explica la conductora nacida en Cuba y graduada en leyes en los Estados Unidos. Si a la apuesta de Telefe le sumamos el retorno de Mauricio D’Alessandro a la pantalla de América con Imputados y Abogados, y el proyecto de Ideas del Sur que pondría a debatir a Ana Rosenfeld, Fernando Burlando y Gabriel Iezzi, la conclusión de que la tevé puso definitivamente su ojo en la Justicia no parece errada, aunque para Ricardo Gil Lavedra, que fue uno de los encargados de juzgar a las juntas militares de la última dictadura, estas producciones “no tienen nada que ver con el sistema judicial”.
Según el ex senador y ministro de Justicia, “son una especie de mediación pública de cuestiones domésticas. Lo que predomina es el entretenimiento, hacerlo atrayente con un funcionamiento medianamente adversarial, donde haya un tercero (puede ser abogado o actor) que dirima la contienda. No creo que la finalidad sea tratar de difundir un modelo de justicia dentro de la población. Los programas policiales, que también tienen su matiz de entretenimiento, tienen más conexión con el mundo real de la Justicia”. Polo aclara que “a pesar de que hay algunos casos que tal vez dentro de un sistema jurídico no podrían ser considerados como temas legales, yo diría que la mayoría, quizás el cien por ciento, representan el proceso y el manejo en una corte”.
“Hay un trabajo importante en elegir conflictos que generen gran identificación en los televidentes, ya que muchas personas pasaron por esas situaciones o conocen a alguien que le sucedió un problema similar. Además, el rol de Ana María Polo es clave, que lleva 15 años siendo un éxito en cada canal de Latinoamérica”, asegura Darío Turovelzky, gerente de programación de Telefe. Es que, aunque estén de moda, el interés no es nada nuevo. Hace casi veinte años Luis Moreno Ocampo ya promediaba 10 puntos de rating con Forum, programa que el fiscal de la Corte Penal Internacional de La Haya tenía en El Trece. En 1997, la producción del envío juraba recibir unos 1.500 llamados mensuales y que los participantes tenían que firmar un documento donde aseguraban que el conflicto era real o, en caso contrario, pagarían una multa de 2 mil pesos/dólares. Además, debían aceptar lo que se decidiera y suscribir un acuerdo comprometiéndose a cumplir el fallo. Al retirarse de la pantalla, Moreno Ocampo graficó su paso por la televisión: “Para mí Forum fue pasar del quirófano de alta complejidad a la sala de guardia de un hospital de La Matanza”.
Lo que se modifica en la actualidad es que los protagonistas de estos ciclos son figuras mediáticas, tan (o más) conocidas por sus opiniones ante las cámaras como por su éxito en un tribunal y, tal vez, una cosa ayude a la otra. “La Justicia no es permeable a los abogados mediáticos. Es permeable al poder, no a alguien que aparece en la tele. ¿Tiene ventaja un abogado de poderosos que además es mediático? Eso podría ser…”, analiza Gil Lavedra. Otra idea que se presenta cuando aparece este fenómeno es si la imagen de la Justicia termina frivolizada con abogados que cantan o bailan, ex jueces que se postulan a comediantes musicales o conflictos absurdos que se resuelven a cara de perro. Mauricio D’Alessandro sostiene que un talk show como el suyo “ayuda a la imagen de la Justicia, aun en los casos más bizarros. ¿Boudou anotando su auto en un médano o Cristina transfiriendo su dinero a su hija de 22 años para ir al juzgado de Bonadio a decir que no tiene bienes es más o menos impresionante que lo que se ve en tevé? ¿Hay algo más bizarro que Julio López tirando 9 millones de dólares a un convento? Si en mi programa juzgara a las monjitas, estaría mostrando la realidad y seguramente ese tribunal sería más expeditivo y llegaría al mismo resultado…”.
Sumarse a la programación
“En determinado momento del año se nos debilitaron algunos horarios de la tarde, y decidimos programarlo estratégicamente en esa franja. Hicimos una gran campaña de comunicación, incluyendo a Ana María Polo hablándole al público argentino, para generar mayor empatía e identificación. En sus primeras emisiones el rating no estaba mal, pero tampoco cumplía con nuestras expectativas. Con el tiempo la gente empezó a identificarse con las historias, y el rating también llegó”, explica Darío Turovelzky. Para el gerente de programación de Telefe fue cuestión de tiempo que se aceptara el contenido, aunque no tuviera las características de lo que el canal suele programar.
—¿Se puede emparentar Caso cerrado con su histórico estilo de programación?
—Sinceramente, a la hora de estrenarlo pensamos que podía correrse un poco del estilo de nuestra programación. Sin embargo, cuando vimos varios programas antes de tomar la decisión de llevarlo al aire, nuestras reacciones fueron iguales. Caso cerrado nos hizo reír, emocionar, pero por sobre todas las cosas, nos entretuvo. Y nuestro foco siempre está ligado a entretener a las familias.
—¿Tienen pensado producir casos locales?
—Por ahora no. Tal vez en algún momento lo hagamos con la propia Ana María Polo, ya que ella es fundamental para el programa. De cualquier manera, los casos que emitimos tienen muy buena recepción por parte del público y, a pesar de tener cierto sabor centroamericano, las historias son universales.
—¿Caso cerrado es parte de un acuerdo mayor con Telemundo?
—Es una adquisición puntual. Con Telemundo tenemos una fantástica relación y además de Caso cerrado, compramos otros contenidos también de manera independiente. Ellos están muy contentos con la performance del programa en Telefe, pero no solamente por sus ratings, sino por cómo cuidamos su producto.