Selena Gómez es, más que definitivamente, una megaestrella. De esas que tienen 14,5 millones de seguidores en Twitter (tweens, que se les dice), de esas que se criaron en el reino orejudo del tío Walt (sus “selenados” la vieron por primera vez a los 15 en Wizard’s of the Waverly Place), de esas cuyo novio es (otra vez) Justin Bieber. El 15 de marzo pasado se estrenó, en TV, en Disney Channel de Estados Unidos, un especial donde la megaestrella hacía por última vez de Alex, la maga que la hizo famosa. Ese mismo día se estrenaba en Estados Unidos Spring Breakers: Viviendo al límite, de Harmony Korine, donde Gómez se deja permear por el extremo y arriesgado libertinaje del director. Un fin de semana extremo, de bikinis flúo (entre otros consumos de los 80 en escena), que se mofa y se enamora del spring break, escapismo juvenil desaforado similar a “ir a Bariloche” (pero multiplicado por veinte).
Lo fascinante es que Selena Gómez, lejos de la princesita empaquetada y diseñada para las masas, fue llevada al polémico papel por su propia madre, fanática del director Korine (que también traería a su girl band a Vanesa Hudgens, otra ex Disney). La misma Gómez lo dice: “Esta película definitivamente no es para mi base de fanáticos. Harmony Korine quería que yo deje atrás mi estilo de vida, mi inocencia, y que hiciera esto, jugar con mi imagen, mostrar que aunque amo aquel mundo no es lo único que soy. Sabía que iba a ser una locura, pero fui igual. Mi mamá fue la que me dijo que debía hacer esta película”. Gómez sabe que su presencia altera la percepción del film que fue éxito en Estados Unidos y crea una distorsión que patea preconceptos hasta mitad de cancha: “Eso es lindo. Nunca hay que olvidar que soy una adolescente de Texas: todo el mundo, aunque haya andado de gira, me sorprende. Todo. Y entiendo que tengo que cuidar a mis fanáticos: nunca es un espaldazo a ellos. Pero lo hago todo por ellos, y esto, sinceramente, fue por mí. Y sé que me quieren tanto que van a intentar ver la película, pero eso, aunque la película no sea apta para menores de 18 años (lo cual anula determinadas críticas a que yo esté ahí), no es algo que yo pueda controlar, aunque no me canso de decir que hay una edad para ver este film”.
Gómez insiste: “Es obvio que no la tiene que ver un menor de 18. Pero si pasa, creo que aunque ande en bikini toda la película, con gente drogándose y tomando alrededor, Korine me cuidó mucho. No muchos directores me hubieran dado la chance de hacer esto. Tuve que hacer casting. Korine fue fundamental en mi crecimiento. Hay que tener en cuenta que no me molesta ir y venir de Disney a esto, le agradezco mucho todo a lo que fui y amo a mis fanáticos. Pero la gente no entiende bien mis decisiones ahora. Y está bien así sea”.
“Demonizan el hedonismo”
“Es raro”, sostiene Gómez sobre algunas críticas conservadoras que recibió Spring Breakers: “Es fácil demonizar el hedonismo, pero creo que la película va más allá. Yo recibí críticas mezcladas. Es inevitable ver la potencia visual de Korine, muy fuerte, y que tiene un sentido del cine excepcional, distinto. O sea, entonces aunque odies o ames lo que hizo, no es difícil ver que mi personaje está ahí perdido, aterrado, y que para eso sirve esa idea de inocencia que crea mi presencia. Pero es una película poderosa, y es una forma de cine que me permitió mucho más movimiento como actriz”. Gómez insiste en que 2012 fue su año de actuar y que ahora se viene su año de cantar: “Todo de lo que fui parte hasta este film fue, definitivamente, más procesado: en ese sentido, este film fue más liberador...”.