Atrevido, sin pedir permiso, el sol del mediodía se filtra por cada uno de los grandes ventanales. Por un lado, el Río de la Plata, por el otro, la aún verde alfombra que conforman los árboles de los bosques de Palermo. Más allá, la avenida Del Libertador plagada de autos que pelean su marcha rumbo al centro de la ciudad de Buenos Aires. Los aviones surcan el cielo despegando y aterrizando muy cerca de allí. Desde el piso 23 todo se domina. En pocos minutos los cuatrocientos metros cuadrados del departamento se llenan de luz y sonidos. Un potente equipo estratégicamente ubicado, impone el ritmo de la música. Karina Olga Jelinek (28) suma sus aniñadas carcajadas. A su lado, salta y ladra con la misma felicidad, Lisa, un maltesa tan simpática como su dueña.
“Hoy soy muy feliz de verdad. Todo lo que estoy viviendo es una gran sorpresa hasta para mí. Porque yo era la primera en decir ¡'No me voy a casar nunca'! Creo en Dios y El me tenía guardada esta sorpresa para mi vida. Creo que cuando Dios ve que uno sufre tanto por amor, te guarda algo para recompensarte. Yo voy a misa siempre, oro mucho, y le pedía que pusiera en mi camino un hombre bueno".