Sí, Jorge Rial tiene razón. Jorge Lanata la pifió. En realidad, Lanata fue víctima de su sobreactuación televisiva. El show periodístico de Lanata tiene la llegada que tiene porque es, precisamente, un show. Y las reglas de ese show a veces no son exactamente las mismas que las del periodismo tal como lo conocimos en otras épocas.
Lanata tenía pruebas (muchas y buenas) que demostraban que Luis D’Elía, lejos de ser un dirigente social, un morocho de La Matanza, es un empresario que maneja mucha guita. En realidad, es todo eso porque se puede ser todo eso: un dirigente social, un morocho de La Matanza y un empresario que maneja mucha guita. Pero en su afán de montar su show, Lanata priorizó el testimonio de un supuesto “arrepentido” a un montón de documentos que ni D’Elía ni nadie desmintió.
D’Elía maneja muy bien los tiempos mediáticos. Es otro showman. Y con su contratestimonio aniquiló el principal argumento de Lanata. El principal, por mediático: D’Elía no desmintió los otros argumentos que mostró Periodismo para todos, los más sólidos, los periodísticos, los que quedaron en segundo plano, pero sí aniquiló el que más importaba para el show.
Lanata la pifió también en su defensa: en lugar de decir “OK, el testimonio ése no sirve, es falso, pero acá están todos estos documentos que sí son verdaderos”, se dedicó a cuestionar a Jorge Rial, a Rolando Graña, a Daniel Vila y al canal América. Lo que hizo Lanata es una defensa muy kirchnerista. En su metodología, al menos. Sí, muy de los medios kirchneristas.
La forma de argumentar de Lanata es propia de 678, por ejemplo. O sea, no mostrar argumentos que demuestren que una determinada noticia es (o no) verdadera (o falsa), sino mostrar argumentos que descalifiquen al emisor del mensaje. Esta es una lógica muy de época y muy de un periodismo de periodistas que logró volverse masivo en los últimos años.
El kirchnerismo instaló masivamente la discusión sobre los medios. Una discusión que celebro: todo poder debe discutirse, cuestionarse y no ser aceptado con naturalidad. Y los medios son herramientas fundamentales para presentar como naturales determinados preconceptos que no son naturales, sino que son producto de construcciones y relaciones de poder. Entonces, bienvenida sea la discusión sobre los medios.
El problema es qué discutimos. Y desde dónde. Porque una cosa es una consigna dicha desde la periferia, desde los márgenes, desde la trinchera, y otra muy distinta es esa misma consigna dicha desde el poder. No era lo mismo que nos burláramos de Clarín en el año 2003 o 2004, desde la revista Barcelona, a que aparezca hoy Amado Boudou con una remera que dice “Clarín miente”. Más allá del personaje, las consignas son muy distintas cuando se emiten desde uno u otro lugar.
El “Clarín miente” desde la trinchera significaba un llamado de atención a un periodismo berreta que nos quería vender como serio un absurdo informativo, semántico y lingüístico. El “Clarín miente” desde el poder significa tratar de desacreditar completamente a un enemigo. Y entonces, si Clarín publica las cifras disparatadas del Indec, por ejemplo, vamos a pensar que esas cifras son mentira. Y no, no son mentira.
Obvio que hay allí una intencionalidad política de parte de Clarín: lo que se busca es criticar al Gobierno. Pero las cifras son las cifras, y son reales. En la marcha del 24 de marzo de 2012 me tocó presenciar un episodio muy doloroso: un militante del Movimiento Evita (al menos alguien que salió de esa columna) amenazó con un arma de fuego a militantes de Barrios de Pie. Sí, un 24 de marzo.
La foto salió en Clarín, que le dio gran difusión al hecho. Puede pensarse, con razón, que hubo intencionalidad política por parte de Clarín. Puede pensarse, también, que como mi mujer es diputada por Libres del Sur (organización a la que pertenece Barrios de Pie) y hasta le escribí un jingle para la campaña, tengo intención política al decir eso. Sí, puede que todo eso sea cierto. Pero lo importante es que el hecho existió y la foto es real.
El año pasado, en Duro de domar (cuando yo era columnista en el programa), pasaron un informe sobre la visita de Roger Federer a la Argentina. Poco antes de que Federer jugara contra Del Potro en Tigre, se cayó una tribuna. Y en la tele se veía cómo Jorge Rial (presentador del partido exhibición) decía que no pasaba nada, que estaba todo bien, cuando se había venido abajo una tribuna y la gente había pagado entradas de mil pesos.
Obviamente, en Duro de domar había una intención política de criticar a Sergio Massa. Como la había en Clarín contra el Gobierno. Pero lo cierto es que la tribuna se cayó y que Rial dijo que no pasaba nada. Lo mismo pasa con Lanata: es probable que América juegue para el Gobierno. O Graña, o Rial. No lo sé, pero puede ser. Pero así no se defienden los argumentos: así se cae en el “Clarín miente”. Por eso digo que la respuesta de Lanata fue muy kirchnerista.
La discusión sobre los medios que instaló el kirchnerismo fue buena y muy sana. De hecho, fue lo mejor que dejó la Ley de Medios, antes de que llegara Cristóbal López y se comprara todo. El problema es que mucha gente cree que discutir sobre medios es discutir sobre periodismo. Y no, el periodismo es otra cosa. Tiene razón Rial, también, cuando habla de tener una correa más o menos larga, pero que eso siempre va de acuerdo a la voluntad del patrón. Pero tiene razón hasta ahí.
En el periodismo hay medios, pero también hay gente que no necesariamente hace lo que les conviene a los dueños de esos medios. En esta guerra de Jorges, no creo ni que Lanata sea Magnetto ni que Rial sea Vila-Manzano. Así como creo también que Marcelo Zlotogwiazda no es Electroingeniería, que Ernesto Tenembaum no es Monetta, que Eduardo Anguita no es Sergio Szpolski y, ya que estamos, lo confieso: yo no soy Jorge Fontevecchia.
Discutamos todo lo que quieran sobre medios. Está buenísimo. Pero no nos olvidemos también discutir sobre periodismo. Que parece lo mismo. Pero es otra cosa.
*Periodista. Ex director de Barcelona.