ESPECTACULOS
‘LA SALA ROJA’

La sociedad que somos (o que podríamos ser)

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Recorrido. La obra de Victoria Hladilo y su universo desarrollado en torno a una pequeña sala de educación infantil ya tiene su adaptación al cine, y se convirtió en una serie de TV en Brasil. La obra se puede ver Teatro Picadero (Pasaje Santos Discépolo 1857 – CABA). | GZA. PRENSOPOLIS

La comedia tiene mala prensa, pero a mi me encanta. Me considero una obsesiva observadora de la realidad cotidiana. Me generan curiosidad los comportamientos sociales, los funcionamientos individuales y grupales. Mis propias pulsiones emocionales desbordadas ante situaciones que, a priori, podrían ser insignificantes.

Escribiendo la obra de teatro La sala roja aprendí a darle valor a esa observación, que ya era parte de mi vida. Aprendí, sobre todo a jugar con ella. A ponerle una lupa encima y exacerbarla hasta forzar sus límites llevándola a zonas desopilantes, pero también inquietantes en relación a nuestro comportamiento en sociedad.

La sala roja es la primera de esas tres obras de teatro que realicé y que ponen su foco en nuestro funcionamiento como individuos, dentro de un entramado social que nos enmarca entre reglas e instituciones. La escuela es una de ellas y es allí donde esta obra se ubica. 

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Los personajes de La sala roja conforman una paleta de distintos arquetipos rápidamente identificables dentro de nuestros grupos, pero que también tienen una singularidad donde exponen sus deseos, sentires y necesidades absolutamente particulares. Tal vez sea ese uno de los hallazgos de esta obra, que por un lado genera mucha identificación, pero por el otro expone zonas que usualmente tratamos de esconder o de disimular para que no sean vistas.

La sala roja es una pequeña sociedad. Allí se debe acordar, votar, decidir y convivir en medio de las diferencias. Y, como en nuestra sociedad, eso a veces sucede en paz y otras, en caos. 

Esta obra nos muestra la sociedad que somos, o la que podríamos ser. Y lo hace con mucho humor, porque tengo la certeza de que, a través del humor, se puede calar profundo. Se puede interpelar, cuestionar y mostrar caras oscuras. Aunque, aparentemente, estemos simplemente riendo. 

La sala roja comenzó en un teatro independiente en el año 2013. Rápidamente, el boca a boca hizo que la obra creciera, agregara funciones, pasara a una sala más grande, hiciera una gira por España y visitara festivales. 

La sorpresa fue que, desde varios países comenzaron a pedirme el material y así realizaron versiones en Paraguay, Panamá, Brasil y Uruguay. Por supuesto que la diferencia cultural era una intriga. Sin embargo, justamente con sus distintas miradas, la obra fue creando sus versiones en distintos lugares del mundo en los que aparentemente también se ponen en juego estos roces sociales. Es que La sala roja es como una caja de Pandora en la que, cuando se abre la compuerta, aparece el lado salvaje de estos personajes que podrían ser inofensivos. Pero no lo son. Y parece que ese lado salvaje lo tenemos todos, la cuestión es que aprendemos a domesticarlo. 

Con La sala roja, tuve la excusa perfecta para que eso se descontrole. Es que “pretendiendo lo mejor” para nuestros hijos e hijas podemos llegar a ser capaces de todo. Esa es una de las preguntas que se hace la obra: ¿Queremos lo mejor para quién? ¿Para nuestros pequeños/as o para nosotros mismos/as?

Cumplir 10 años con La sala roja nos genera mucha alegría, emoción y satisfacción por la tarea realizada. Sin dudas, el material se ha sostenido a lo largo de todo este tiempo por su fuerza, humor y originalidad. Pero también ha sido sostenido por el grupo que somos. Hemos trabajado muchas veces con viento a favor, pero otras con viento en contra. Hemos atravesado tiempos de bonanza y también una pandemia; y fue la red que logró seguir sosteniendo un proyecto que ya es de cada uno de nosotros. La sala roja es una fiesta en cada función, porque desborda risas pero también desborda amor. 

*Directora, autora y actriz de La sala roja.