No es ni Diego Peretti ni Narciso Ibáñez Menta, pero también volvió del más allá. Cuando todos lo creían muerto, el malvado Ástor Monserrat (Jorge Marrale) hizo una inesperada aparición en el último capítulo de Vidas Robadas.
Es cierto que muchos querían verlo así, inanimado, por fin. Pero su repentina muerte, concretada por medio de un suicidio con claros paralelismos con el caso de Alfredo Yabrán, dejó a los espectadores sin uno de los condimentos que hacían especial a la novela de Telefé.
De nada sirvieron los intentos de la trama de encrudecer la maldad de Nicolás (Juan Gil Navarro) y Dante (Adrián Navarro). Tampoco las vicisitudes de Ana, que pudo, por fin, destapar el tupper en el que vivía y descubrir que su vida de princesa era solventada por el tráfico de personas y la explotación sexual de menores.
Algo faltaba. Faltaba él. Por eso, más allá del odio y el resquemor que despierta en los seguidores de la novela, muchos se habrán alegrado cuando, en el último bloque del programa del viernes pudo vérselo, tomando el té tranquilamente y haciendo gala de su macabra sonrisa.
La vuelta de Astor abre un sinfín de interrogantes que, sin dudas, enriquecerán la trama. ¿Cómo fingió su muerte? ¿Quién es, entonces, el hombre que apareció muerto, con la cabeza destrozada de un balazo, en su propio cuarto? ¿Qué pasará con Nacha (Virginia Innocenti), acorralada por la Justicia y cada vez más cerca de Dante? ¿En qué quedarán los intentos de Nicolás de convertirse en jefe de la organización? Y, claro, el interrogante mayor: ¿ Cómo y cuándo hará su aparición triunfal?
En principio, esta noche comenzarán a develarse un par de incógnitas. Y otra vez los espectadores de Vidas Robadas sentirán el alivio de odiar a un personaje maldito, sin dobleces ni atisbos de humanidad.
*Redactor de Perfil.com