ESPECTACULOS
Cecilia Figueredo

La Susanita del tango y el jazz

Sobrina nieta de Osvaldo Pugliese, la mujer que llegó al clásico bajo el ala de Julio Bocca y hoy es primera figura del Ballet Argentino, tiene una raigambre que la liga a los ritmos ciudadanos.Aunque viaja la mayor parte del tiempo, su corazón sigue siendo fiel a Ferrocarril Oeste, aunque sea de River.

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Se prepara para ser una de las figuras insignia del Ballet Argentino, tras la partida de Julio Bocca. | Marcelo Aballay

Su acento y su andar son netamente porteños y si se debe adivinar a que se dedica dentro del medio artístico sin duda se dirá que a bailar tangos. Sin embargo, pasó toda su infancia con una mano unida a la barra refinando meticulosamente los tendus, los dégagés y los jetés que le permitieron a los 14 años ingresar a la Escuela del Colón y a lo 17 ser descubierta por Julio Bocca y pasar a integrar el Ballet Argentino.

Ambos aspectos coexisten en Cecilia Figaredo, la joven que es primera figura del Ballet Argentino y que aclara “con una mano en el corazón” que vivió toda su vida a cinco cuadras de la cancha de Ferro. La misma que se jacta: “ bailo con Bocca pero soy de River” y afirma que lo único que lleva consigo en 17 años de giras es el mate.

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—¿Cómo se sostienen los afectos con los viajes?
—Es lo más difícil. Hay mejores y peores giras según el momento que una atraviesa. Lleva un trabajo extra mantenerse en contacto y por momentos una se siente muy solo, pero hay que apechugar.

De todas formas, se apura a aclarar que “ se puede ser bailarina y tener una carrera al mismo tiempo, mientras vas desarrollando una vida normal”. Cuando se le pregunta si tiene novio, asegura que no y que la separación con su última pareja, dice, no tuvo nada que ver con sus ocupaciones en el mundo de la danza. A su regreso de una extensa gira con el Bocca Último Tour, en el que “ Julio vivió una despedida muy emotiva en Madrid, porque es un lugar donde trabajó desde lo 18 años”, se predispone al reestreno, en el Teatro Ópera, de A tango y Jazz, junto a la Antigua Jazz Band y la agrupación Octango.

—¿Qué energía le transmite el jazz en vivo?
—Tener semejantes músicos tocando detrás te da una potencia extra que no te entrega ningún CD. Me encanta sobre todo cuando zapan. En la segunda parte se hace presente el octeto de Julian Vat. Un violín o un bandoneón tocando en vivo también dan un condimento extra a lo expresivo.

—¿Cuándo le empezó a gustar el tango?
—Yo provengo de una familia de tangueros. Osvaldo Pugliese era mi tío abuelo, y Roberto “Chocho” Florio, un cantor reconocido, mi tío. Crecí escuchándolos.

—¿Quién marcó el camino de regreso al tango desde el clásico?
—La que sin duda influyó mucho fue Ana María Stekelman. Vino a montar una obra para la compañía y empezamos a trabajar pasos de tango. Ahí me agarró la locura. Me gusta mucho la forma en que lo bailamos nosotros: mixturado con la danza clásica.

—¿Cómo vivió su semi-desnudo en “Boccatango”?
— Al principio con pudor. Siempre confié en la mirada de Julio y de Stekelman y comprendí que para ese dúo de amor era importante la desnudez de la piel. No era la misma entrega si yo estaba vestida, porque inconscientemente hay algo que te hace cubrirte con el cuerpo del otro.

—¿Qué reserva para su retiro?
—Mi vida personal siempre la fui viviendo al día. Obviamente, yo tengo mi ‘Susanita’ adentro y el día de mañana quiero formar una familia, enamorarme y tener hijos. Se que es posible.