ESPECTACULOS

“La televisión no cambió: es un negocio”

A punto de estrenar el film Omisión, el actor asegura que el rating que tenía Lobo cuando la levantaron era el mismo que el de las tiras que hoy tienen éxito. Agradece ese fracaso porque si no, argumenta, le hubiera sido más difícil sobrellevar sólo éxitos.

Buscador. Asegura que el fracaso de Lobo y haberse transformado en padre lo empujaron a nuevos horizontes.
| Nestor Grassi

Son los personajes que uno espera, porque son los personajes donde uno puede pelar un costado que no siempre tiene la posibilidad de hacerlo”, dice Gonzalo Heredia (1982) sobre el cura Santiago que interpreta en el thriller a estrenarse el jueves 28, Omisión. “Cuando leí el libro, más allá de que el género (sea policial o thriller) es algo que me gusta (que consumo, que leo), me parecía una posibilidad muy buena. Y a Santiago, el personaje, lo entendí desde la primera lectura por donde podía ir, por donde podía construirlo.” Heredia suena seguro, de su personaje y de sí mismo, de su vida como profesional (de su cambio post-porrazo con la tira crepuscular Lobo) y, aunque casi ni la menciona, de su vida como padre de Eloy y marido de Brenda Gandini.
A punto de estrenar Omisión, donde Marcelo Páez Cubells le permitió “crear casi el 60% de la historia del personaje, crear un mundo nuevo, como Avatar”. (“Me gusta escribir”, dice Heredia y remarca: “Me gusta mucho”), y grabando Mis amigos de siempre, la nueva tira de Pol-Ka que entrará como reemplazo de Solamente vos (y que contará con Osvaldo Laport, Soledad Silveyra, Claribel Medina, Nicolás Cabré y Nico Vázquez), Heredia no reniega de su título de “galán”:
—Te digo sinceramente, ya no reniego de eso. Es más, me gusta. ¿Viste que siempre parece decirse que “no te gusta que te digan galán, no querés que te digan galán”? Mirá, está bien. Es un halago. Me da igual. No me molesta. Lo que sí pasa con el título de galán es que uno tiene que empezar a correrse, uno tiene que tener inquietudes y no quedarse cómodo recostado allí. Tenés que romperlo vos. Queda en uno el hecho de quedarse en un sitio cómodo. Es lindo, obvio, que te halaguen y que te den plata. El tema es que yo amo lo que hago. Y ahí está la cagada. Digo, la cagada en el sentido de la inquietud. Voy a seguir inquieto siempre.
—En ese sentido, ¿qué aprendiste de la televisión con la experiencia que fue el fracaso de “Lobo”?
—Aprendí que no tenés que sentirte un ganador nunca, en ningún momento. No lo digo porque yo me haya sentido un ganador, ¡eh! Me pregunté mucho qué hubiera pasado si Lobo hubiera sido un éxito. La verdad, para mí hubiese sido difícil llevar un éxito solo sobre el peso de mi espalda. De hacer Valientes, a la que le fue bien, pero estuve acompañado, Malparidas, a la que también le fue bien y acompañado por Juana Viale, y hacer Lobo, y que vaya muy bien con mi protagónico más exclusivo, hubiese sido casi como ser adicto a la cocaína. Es una raya, otra raya y cuando te querés acordar estás allá arriba, pero en un momento tenés que bajar. Siempre. Y cuando bajás, cada vez cuesta más, cada vez duele más y cada vez el golpe va a ser más grande. En algún punto creo que agradezco que haya sido así, porque hubiese sido muy difícil no creerme alguien o algo que genera ciertas cosas. Y estuvo bueno eso. Y a raíz de eso hice y produje la obra El montaplatos, y fue uno de mis sueños cumplidos.
—¿Tuviste que ir a lugares distintos?
—Fue un disparador. Fue esa inquietud y también el hecho de que hubiera nacido mi hijo Eloy, son dos cosas que me hicieron sentir que si no lo hacía ahora, no lo iba a hacer porque el tiempo iba a pasar.
—¿Qué tipo de actor querés ser?
—El actor tiene que ser versátil. Y ser versátil es muy, muy difícil. No sé qué tipo de actor quiero ser, pero si puedo lograr tener versatilidad ya sería mucho. Muchísimo. Hoy, sólo aspiro a eso.
—¿Te da el miedo el rating que tendrá “Mis amigos de siempre” después de lo que pasó con “Lobo”?
—Creo que a partir de Lobo hubo un encendido mucho más bajo. Lobo era una tira que hacía entre diez y 13 puntos y la levantaron. Y hoy es lo que miden la mayoría de los programas que tienen éxito. El programa de Adrián, Solamente vos, creo que es lo más visto y tiene un promedio de entre 14 y 15 puntos. (N. de la R.: tiene entre 15 y 17 puntos) Nos puede ir mal, nos puede ir bien: la verdad que no sé. Me quedo con cómo la estamos pasando. En dos días de grabación me reí más que nunca filmando. Me encantaría que nunca salga al aire, y sigamos grabando de esta manera. Quiero decir, cuando salís al aire ya se empiezan a consumir capítulos grabados, empiezan las corridas porque te caés del aire. Y está el tema de la influencia del rating: si va bien, porque va bien, y si va mal, porque va mal. Me encantaría grabar todo y que después salga.
—¿Cómo ves a la TV?
— No soy un televidente de los que ven algo en particular, lo único que miro siempre es TVR. También lo veo a Lanata de vez en cuando. Pero, la verdad, no me siento mucho a ver televisión. Hay mucha variedad, hay bastantes ficciones. En fin, es lo mismo que cuando la dejé. La televisión es un negocio, así que mucho no cambió. Por más bajos encendidos que haya, eso también habla de la oferta que hay. Me parece que hacemos una buena televisión.
—Alguna vez dijiste que Víctor Hugo era el periodista al que más le creías, ¿sigue siendo así?
—Me parece que... A ver… No sé si es el periodista… Hay un lugar donde hoy te ponés la camiseta si decís A o si decís B, entonces, éste es acá o es allá. Y no es en el sentido de que “no se puede hablar, no se puede decir nada”. Es en el sentido de que yo no formo parte de ningún equipo. De ningún bando. Es simplemente eso. El miedo a hablar pasa por otro lado: el que habla se desnuda, vemos cómo pienso de tal cosa. Escucho que dicen “Ahora vemos quién es quién” y pasa eso. Pero respeto pensamientos muy puntuales, como pasó con Casero o con Darín. Me parece que pasa por ahí. A mi Víctor Hugo me parece un muy buen periodista, que obviamente tuvo su pasado también, y me gusta cómo piensa. Hay ciertos referentes que a mí me gusta oír, me gusta escuchar. Eso también habla de nosotros. Pero que yo diga que a mí Víctor Hugo me gusta no significa que yo sea oficialista ni mucho menos.
—Tu personaje en “Omisión” es un cura en una encrucijada por su fe y sus incongruencias. ¿Sos un hombre de fe?
—No, no, la verdad que no. No tengo un acercamiento con la Iglesia, con la religión, con el catolicismo, con nada. No soy agnóstico, ni mucho menos. Fui a la Iglesia, porque había un grupo que se llamaba DGI, entre los 14 y 15 años, que hacían viajes y yo iba a levantar minas solamente